27 - La delgada línea roja

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Amber no habría de volver en toda la noche, por lo cual luego de cenar, Tanya y Frankie me habían llevado hasta un dormitorio que compartían todas ellas. No me prestaban atención casi, ni yo la buscaba. Prefería que simplemente me ignoraran. Lo haría todo mucho más sencillo.

Había tomado uno de los cuchillos durante la cena, ni siquiera lo habían notado, tan ocupadas estaban con su parloteo acerca de las cosas que habían escuchado en los pasillos que habían traído como tributo los "recolectores" en sus salidas hacia otras comunidades. Malditas bastardas. Acaso tenían alguna puñetera idea de qué había atrás de esos "tributos"? Cuántas muertes? Cuántas familias destruidas? Cuánta hambre pasaban otros para que ellas pudiesen vivir cómodamente allí, como las prostitutas de lujo que habían aceptado ser? Me revolvían el estómago. Nunca podría, ni en mil años, ser como ellas.

Después de un largo rato, las respiraciones de ellas me indicaron que ya estaban dormidas. Estaba tentada a matarlas a ambas, y luego quitarme la vida, pero luego pensé con la facilidad que Negan las reemplazaría, y decidí que no iba a mancharme las manos inútilmente, por lo que opté por acercarme a una de las ventanas de aquella habitación. A pesar de las rejas, aún podía apreciar el intenso azul del cielo, y las titilantes estrellas que lo salpicaban. El frío comenzó a subir por mis pies, era agradable de alguna manera.

Cerré mis ojos. Sólo podía pensar en él. Recordé sus profundos ojos marinos, la angustia en ellos la última vez que los vi... No. No me iría de ese mundo con ese recuerdo. Y empecé a buscar un poco de luz en mi interior, otras memorias...

Recordé el primer amanecer en sus brazos, él me recorría con pequeños besos, desde mi cuello hasta el valle entre mis pechos, y cuando rozó con sus manos mi cintura produje una cristalina carcajada... Daryl sonrió con pícara malicia entonces...

-Así que tienes cosquillas...-

-Oh no por favor! No! jajajajaja...! -

Y el aire se llenó de más risas y juegos, con su traviesa lengua y dando pequeños mordiscos, me atacaba con dulzura...

O cuando los dos nos habíamos pasado una tarde entera en uno de los cómodos sofás, sentados frente a frente, contándonos travesuras o líos que habíamos hecho cuando éramos niños... En general él tenía muchas más historias que las que podía tener yo, pero había logrado arrancarle un par de sonoras carcajadas cuando confesé cómo había destrozado el auto de mi primer novio al encontrarlo con mi mejor amiga, o como había quedado sin cejas por culpa de leer mal las instrucciones de unos productos de belleza, teniendo que pintármelas durante varios meses...

Si... Su recuerdo me hacía sentir completa... Me iría con esas memorias, lo último que pensaría sería en él...

Decidí esperar al amanecer, sé que era estúpido, pero yo siempre había sido una romántica incurable, sabía que no podía esperar hasta el atardecer como en la historia de los jóvenes amantes que le había contado en la azotea, pero el amanecer también estaba cargado de significados.

Moneda de cambio [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora