Capítulo 7. «Adoración»

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Abrir los ojos puede parecer una cosa fácil y cotidiana. Salir de ese trance oscuro en el que estás inmerso mientras sueñas, de esos sueños, de la fantasía,  para llegar a un nuevo día.

¿Qué pasó?

Recuerdo estar en la actuación, pero lo demás es...

Borroso.

No recuerdo haber bebido o comido nada, no pudieron haberme dormido.

Trato de recomponerme y erguirme, pero no lo logro, es demasiado dificil, estoy demasiado débil.

Hay alguien a mí lado y ni siquiera puedo verlo. Mi vista es borrosa, me duele demasiado la cabeza. Quien sea que me esté cuidando me manda de regreso a estar acostada, así que tomo dos largas respiraciones y, en vez de intentarlo todo de una vez, me voy levantando lentamente.

—Tranquila, no te fuerces...

Esa voz si que la conozco. Se trata de Cinthya con su familiar tono de voz sencillo, delicado y tranquilizante.

Mi vista toma su lugar. Lo primero que veo es el techo, el color blanco firmemente dibujado ahí. Necesito tranquilizarme, pero no lo logro, sino que enseguida digo:

—¿Cómo llegué aquí? ¿Qué pasó?

Un pañuelo húmedo se cierne sobre mi frente. Por fin distingo a Cinthya y la forma preocupada en que me mira.

—No lo sé. Sólo sé que Karina y Patrick te trajeron aquí enferma y débil —baja la mirada, parece demasiado ofendida—. No puedo creer que fueras ahí sin mí, que no me dijeras. Debí de haber estado ahí para protegerte, no sabes nada de salir. Ya ni siquiera te reconozco.

—Estabas en tú cita con ese chico y no quería molestarte —respondo enseguida. Ella rueda los ojos, segura de que estoy mintiendo o algo parecido.

—Ese chico se llama Dylan —señala, una gran sonrisa en su rostro—. Y aunque sí, me gusta mucho, el que salgas es una cosa totalmente inédita y pude haber cancelado mi salida por ti.

Já, claro.

—No lo habrías hecho —digo. Me percato de lo alta que es mi temperatura, el pañuelo se siente mortalmente helado, toda yo está temblando al sentirlo—, y si así fuera, te quejarías toda la semana debido a ello.

—Creo que me estás tomando por otra persona —dice, fingiéndose ofendida, llevando la mano a su pecho, incluso. Lo que la delata es la sonrisa en su rostro, no puede evitarla—. Yo nunca haría eso.

—Sí, claaaaro —bromeo.

—Y... entonces, ¿Qué sucedió? —pregunta, su mirada gacha, haciéndose la tímida. Sabe que respondo mejor cuando se hacen las preguntas lentamente. No me gusta sentirme obligada a hablar. Su timidez no dura mucho, porque enseguida salta de su lugar y dice, más bien grita, exclama—: ¡¿Bailaste?! ¡¿Conociste a alguien?! ¡¿Te emborrachaste?! ¡¿Por eso tienes fiebre?! ¡¿Le vomitaste encima a alguien?! ¡Vamos! ¡Dime!

—Yo... —dudo, no sé que decir—. Ya estaba mal, así que... —carraspeo— me desmayé. Creo.

—¿Creo? ¿Cómo no puedes saberlo? —pregunta entrecerrando los ojos—. Y el lugar... ¿Es elegante? ¿Conociste al amor de tú vida? ¿Ya tienen fecha para la boda? No me dejes colgada, quiero saber más, por favor.

Cinthya es una persona normal. Que no sea una Alba quiere decir que no puede entrar a Satiry, pero estoy segura de que si le hablo aunque sea un poco del lugar, lo brillante y glamuroso que era, seguro ella querrá ir ahí y nunca salir. No podré hacerla cambiar de opinión aunque la intente, ella es el tipo de persona a la que, cuando una idea se le mete a la cabeza es difícil quitársela de la mente.

Dulce Magia Tormentosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora