Capítulo 27. «Ah, no, no lo sabías»

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— ¡Oh! ¡Ya llegamos! — dice Sofía, que tiene su cabeza fuera de la ventana del taxi, como lo hacen los perritos, a pesar de que está lloviendo. Las pesadas gotas caen a borbotones, gracias a ellas el taxista tardó más de una hora y media, casi dos, para conducir hasta aquí, cuando el camino generalmente es de una hora—. Nunca he estado en un pueblo, ¿Sabes? Este lugar parece muy bonito, ¡Todo parece perfecto!

—Sofía, está lloviendo— digo, sin muchas ganas—. No puedes ver mucho por la lluvia, ¿Recuerdas?

— ¡Claro que puedo! — dice ella, que entra al auto y me mirá fijamente, como si estuviera loca—. Sabes que las brujas tenemos súper sentidos, ¿No? No en todos son iguales... — observa— pero los míos, al menos, me dejan ver muy bien, a pesar de la oscuridad y del agua.

— ¡Sofía! — la regaño, tal como una madre haría con su hija. Capto la mirada del taxista en el retrovisor, así que, tratando de justificar lo que dije, sigo—. Te he dicho miles de veces que debes dejar de jugar a que eres una bruja, o una mala bestia vendrá por tí... ¡Y te comerá!

Al decir esto, tanto Sofía como el taxista comienzan a reír, aunque por razones equivocadas. Ella, que cree que soy muy mala actriz, contesta:

—Lo siento Diane, soy muy soñadora, ese es mi mayor defecto.

Ruedo los ojos, me vuelvo a acomodar, al momento que pienso en lo que voy a contestar.

—Soñar no es malo— interrumpe el taxista, antes de que pueda decir algo—. Es bueno imaginar que existe un mundo mejor en medio de toda esta crisis. La comida comienza a escasear en todas partes, miles de personas aun no creen que la esfera existe, la veneran, la idolatran. Los reyes se creen falsos elegidos, no pueden dejar de estafar a los demás, generación tras generación. El otro día oí que en las provincias ya se habla de una rebelión en contra de la monarquía, de la formación de nuevos estados. ¿Quién querría seguir siendo gobernado por él? Por un viejo decrépito, un dictador.

Los ojos de Sofía cambian de color al oír esas palabras. Se siente frustrada, en cierto modo, furiosa por oír al taxista decir eso. Cinthya y yo intercambiamos miradas nerviosas, sabiendo que tenemos que calmarla. Paso a Cinthya, que se encuentra en medio de nosotras, y tomo su muñeca para detenerla.

Ella traga fuerte para, después, sus ojos volver a ser los mismos de siempre.

Sabe que es lo mejor, pero le frustra que tantas personas tengan esas malas ideas. Sin más que hacer, se cruza de brazos, enojada.

♠ ♠ ♠

—Lo siento, no podía dejarlas solas— le digo a mamá. Ambas estamos hablando mientras preparamos la cena—. Cinthya es... distraída. Lo que, desafortunadamente, quiere decir que tener que dejarla cuidar a una niña sin ayuda pudo haber sido... — frunzo el ceño, buscando las palabras que diré—. Desastroso.

—No te preocupes pequeña— contesta, mientras aprieta cariñosamente mi hombro izquierdo—. Es maravilloso que tengas amigos. Además, le pediré a los Beachup su catre de invitados para que puedan acomodarse en la sala de estar. ¿Está bien?

—Está bien— digo, sonriendo. Mamá me devuelve la sonrisa, feliz de verme. Su vida se ha sentido vacía desde que no estoy con ella. Me extraña a mí, a mis locuras, a mis detalles.

—Es bueno tenerte de vuelta— dice, para después abrazarme.

Los recuerdos de la última vez que nos vimos inundan mi mente.

Mamá me llevó a la universidad, me ayudó a instalar mis cosas, y se fue.

He vuelto pocas veces a casa después de eso, y lo lamento.

Dulce Magia Tormentosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora