Capítulo 29. «Acento del norte»

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Mientras lavo los platos, miro hacia nuestro comedor, en el que Gabriel hace su tarea, su vista fija en ella, sin mirarme. Me evita a toda costa, o al menos lo intenta.

Cinthya, Fernando, Sofía, y mi madre, salieron a dar un paseo en los bicitaxis, con el pretexto de que tenían que conocer el mundo o algo así. Iba a salir con ellos, hasta que Gabriel dijo que preferiría que preferiría quedarse en casa.

Aun estoy tratando de asimilar la idea de que es un mago, un hechicero. ¿Cuál será su mejor habilidad? ¿Es bueno? ¿Desde cuándo lo sabe?

No lo sé.

- ¡Santas Esferas! - exclama Gabriel, molesto-. Sé que sabes lo que soy, y responderé tus dudas, con tal de que me dejes en paz. ¡¿Está bien?!

-Está bien- digo, atónita-. Pero será mejor que hablemos en un lugar más retirado. En el lago.

-Nunca entendí porque estabas obsesionada con ese lugar, pero ahora todo tiene sentido- dice, al momento que se levanta y que ambos caminamos hacia el lago en silencio.

Una vez ahí, Gabriel se recarga junto a uno de los árboles, para después cruzarse de brazos, y centrar sus ojos en mí.

-Soy un hechicero. Es cierto. Lo descubrí poco después de que te fuiste. ¿Por qué debería importarte? - pregunta, molesto.

-Claro que debe...

-Diane, Suty, ¿Cómo quieres que te llame? - pregunta, dejándome atónita, otra vez-. Puedo leerte. Puedo leerlo todo. ¿En qué te has metido? ¿En qué nos has metido? - sus ojos arden de furia, parecen taladrarme-. No me importa lo que ellos puedan hacer. No me importa lo que tú puedas decir. No me importa si haces trucos con la arena, o puedes leer como me siento. Yo puedo leerlo todo de ti.

Es curioso, porque puedo sentirlo. Al entender que Gabriel puede leer la mente, la mía lo reconoce, aquí, dentro de mí, leyéndome. Me esfuerzo por hacer lo que hice al tratar de quitar la oscuridad de las brujas negras de mí. Una vez lo hago, él vuelve a mirarme, confuso.

-Entiendo por todo lo que has pasado- dice-. Te entiendo. Pero no por eso mismo voy a dejar que hagas conmigo lo que se te dé la gana. No quiero que me lleves contigo, con ellos.

-Gabriel, no sabes lo bueno que eres, lo bueno que puedes ser- digo, apretando los labios, él me mira de nuevo, confundido.

-No quiero saber que tan bueno puedo ser. Puedo vivir tranquilo, puedo ser normal. Nadie tiene que saber lo que puedo hacer. Ni siquiera yo. Será mucho más fácil.

-Claro que no lo será, deja de engañarte- dice alguien, respondiéndole.

- ¿Tú quién diablos eres? - pregunta mi hermano, mirando detrás de mí.

-Thor- digo, reconociéndolo. Él sonríe animadamente, tan radiante como siempre. Gabriel nos mira con curiosidad, aunque pareciendo entender más de lo que se supone que debe entender-. ¿Qué haces aquí?

-He estado preocupado. Tenía que encontrarte- dice, yo entrecierro los ojos-. Lamento haber espiado su conversación, pero no pude evitarlo.

- ¿No pudiste evitar qué? - pregunta, Gabriel, irritado-. No puedo ver mucho, pero sé quien eres. Thor, te crees el centro del universo, ayudando a los demás, y ah, sí, detecto que sientes una leve atracción por mi hermana.

-Gabriel... - digo, regañándolo. Con un movimiento de manos, lo bloqueo, no dejando que entre a la mente de Thor. ¿Atracción por mí? Imposible.

- ¿Cómo lo haces? - pregunta, sorprendido, mientras se lleva las manos a las cienes, nervioso-. Cada que me sacas de tú mente es como si me dieras una bofetada. Sólo les pido que me dejen, solo, en paz. ¿Es qué no pueden?

Dulce Magia Tormentosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora