Capítulo 9. «Impredecible»

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—No puedo creerlo. ¡Tú! ¡Haciendo ejercicio! — dice Cinthya, eufórica. Ruedo los ojos, mientras vuelvo la vista hacia la cebolla frente a mí. Tengo que concentrarme, picarla bien, sin poner atención a las exageraciones de Cinthya... tengo que aferrarme bien al cortador, hacerlo sencillo—. ¡Vamos! Tienes que aceptar que es algo insólito. Sales, consideras tener un nuevo trabajo, y tienes compañía masculina, para variar... no pareces ser tú, la chica que conozco.

—Shh... — la trato de callar, quitando la vista de la tabla de picar—. No es insólito, ni nuevo, y no es raro. Sólo estoy tratando de... cambiar un poco. Ser una Diane 2.0, mejorada, renovada, la mejor versión de mí. ¿Te molesta?

Cinthya hace un puchero. Baja la mirada, pareciendo triste, además de algo decepcionada. Sus sentimientos denotan algo parecido a... resentimiento.

Esto no es bueno. No necesito que se sienta así si quiero seguir teniéndole como mi única amiga. No lo sé, pero, ahora, siento a Cinthya mucho más cercana a mí. Me ha cuidado, me ha apoyado y, de algún modo, es la única que ha estado a mi lado todo éste tiempo, a pesar de todo y todos. Tiene un buen corazón. Poco a poco, he llegado a apreciarla.

—No entiendo porque lo haces, después de tanto tiempo— contesta al fin, puedo casi oír su crujir de dientes—. Llevamos más de un semestre conociéndonos, yo siempre he tratado de agradarte, de sacarte de ese caparazón, y tú... tú me ignoraste todo el tiempo. ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ellos?

Porque que ellos son como yo.

Porque parece correcto.

Siento que todo lo que hago tiene que suceder, como si fuera estuviera predestinado. Yo sólo soy una pieza en un gran tablero, y trato, con todas mis fuerzas, de llevar el mejor juego. Este juego no se trata sólo de mí, sino de todos a los que quiero.

—Cinthya... es complicado... — digo, bajando la mirada, quisiera decirle toda la verdad, pero me prometí a mi misma nunca revelarlo. A nadie se lo he dicho, y Karina ni siquiera cuenta, ella lo supo solita—. Mira, sólo llego el momento, y lo estoy aprovechando, podemos aprovecharlo— su rostro se ilumina—. Juntas, unidas, y...

—No, no, no, no de nuevo— interrumpe Paolo, sacándome del sermón que estaba a punto de decir—. Diane, vas a cortarte un dedo si sigues quitando la vista de tú platillo. ¿No quieres ser una Diane sin dedo, o no?

Hago mi mayor esfuerzo por no rodar los ojos. Digo, ¿Por qué siempre tiene que entrometerse en los peores momentos? Volteo, encontrándome con esos familiares ojos verdes, ojos verdes que, de nuevo, están regañándome.

—Lo siento— digo, sonriendo, él se suaviza ante mi mirada, y empieza a decir...

—Mira, creo que necesito hablar contigo— parpadeo, sin creerlo—. Afuera.

— ¿Yo? ¿Qué? — digo, sorprendida—. No creo que sea necesario.

No me da tiempo de decir nada, ya que él ya está caminando hacia la puerta. Le dedico una mirada asqueada a Cinthya, que me sonríe con picardía.

—Cállate— digo, aun sin que haya dicho algo. Ella ríe, tímidamente, y yo, sin quererlo, me encamino hacia la puerta del salón de clases.

♠ ♠ ♠

— ¿Qué quieres decirme? — pregunto, sin más preámbulos. Paolo sonríe, levemente. Orgulloso, más que nada. Ha estado esperando mucho por ésto, leo en sus sentimientos. Últimamente puedo sentir más de lo que antes sentía de los demás, al punto de descifrar sus intenciones, casi, si puedo decirlo, sus pensamientos.

—Quería saber si estabas bien— dice, recargándose en el umbral de la puerta—. Has estado muy distraída. Demasiado, tal vez.

—Pero si siempre estoy distraída— digo, Paolo niega.

Dulce Magia Tormentosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora