Esas siniestras criaturas se posan en los cables de la electricidad y en los techos y lo
miran todo. Su graznido tiene algo oscuro, burlón. Saben siempre dónde te
encuentras, estés dentro o fuera de la casa. Estas primas pequeñas del cuervo están
llenas de ira y resentimiento. Las amarga que sus genes las hagan parecer enanas en
comparación con sus parientes. Se dice que el cuervo ocupa el peldaño
inmediatamente superior al del hombre en la escala evolutiva. Al fin y al cabo, según
las leyendas de los nativos de la costa noroeste, el cuervo creó al hombre. (Y es
interesante notar que la deidad equivalente en el folclore de los indios de las llanuras
es el coyote, que es un perro. De modo que, me parece, cuervos y perros ocupamos el
lugar más alto de la cadena alimentaria espiritual). Y si el cuervo creó al hombre, y la
corneja es prima del cuervo, ¿cuál es el lugar de la corneja?
El lugar de la corneja es la basura. Muy inteligentes, ladinas, lo que mejor hacen
es aplicar su maligno geniecillo a destapar cubos de desperdicios o abrir con sus
picos cualquier cosa que albergue alimentos. Son escoria, seres que andan en
bandadas. Al verlas, dan ganas de matarlas.
Nunca persigo a las cornejas. Si lo intentas, se alejan dando saltitos, provocándote
para que te embarques en una persecución de la que saldrás lastimado. Procuran
dejarte en situación apurada y lejos, para poder hacer lo que quieren con la basura. Es
verdad. A veces, cuando tengo pesadillas, sueño con cornejas. En bandadas.
Atacando sin piedad, haciéndome pedazos. Es lo peor.
Cuando acabábamos de mudarnos a nuestra casa ocurrió algo con las cornejas;
por eso sé que me odian. Tener enemigos es malo. Denny siempre juntaba mis
deyecciones en bolsas verdes biodegradables. Es parte del precio que las personas
deben pagar por su necesidad de supervisar tan de cerca a sus perros. Deben retirar
excrementos de la hierba con una bolsa de plástico vuelta del revés. Deben cogerlos
con los dedos y manipularlos. Aun cuando hay una barrera plástica por medio, no les
agrada hacerlo, porque los deben oler y su sentido del olfato carece de la sofisticación
necesaria para discernir la sutileza de los distintos niveles de un aroma y sus diversos
significados.
Denny iba juntando las pequeñas bolsas llenas de mierda en una gran bolsa de
compras de plástico. De tanto en tanto, se deshacía de ésta dejándola en el cubo de
residuos del aparcamiento que había calle arriba. Tal vez lo hiciera porque no quería
contaminar el suyo con mis heces. No sé.
A las cornejas, que se enorgullecen de ser primas de los cuervos y, por lo tanto,
muy inteligentes, les encanta depredar bolsas de compras. Y muchas veces atacaban
alguna que se quedaba en el porche cuando Denny o Eve compraban muchas cosas y
las iban metiendo en la casa poco a poco. Son muy veloces, y un instante les basta para robar unos bizcochos o alguna otra cosa y huir.
En una ocasión, cuando yo era joven, las cornejas divisaron a Eve, que traía unas
compras, y se apiñaron en un árbol ubicado en la linde misma de la propiedad. Eran
muchísimas. Se mantenían en silencio, pues no querían llamar la atención, pero yo las
había visto. Tras aparcar en el caminillo de entrada, Eve hizo varios viajes, llevando
bolsas del coche al porche y de ahí a la casa. Las cornejas miraban. Se dieron cuenta
de que Eve se había dejado una bolsa fuera.
Bueno. Son astutas, lo reconozco, porque no actuaron de inmediato. Miraron y
esperaron hasta que Eve fue al piso superior, se desvistió y se metió en la bañera,
como hacía a veces por las tardes, cuando se tomaba un día libre. Observaron hasta
cerciorarse de que la puerta acristalada de la cocina estaba cerrada, de modo que no
pudieran entrar asesinos ni violadores, ni yo pudiese salir. Entonces, se pusieron en
acción.
Unas cuantas volaron hasta la bolsa y se pusieron a hurgarla con sus picos. Una se
acercó a la puerta acristalada para provocarme y hacerme ladrar. Por lo general, me
hubiese resistido, sólo por no darles el gusto, pero, como sabía qué estaban haciendo,
ladré unas pocas veces, sólo las suficientes como para que pareciera que lo hacía en
serio. No se alejaron. Querían burlarse de mí, que viera, sin poder hacer nada, cómo
disfrutaban de los contenidos de la bolsa. Así que toda la bandada acudió al patio.
Bailoteaban en círculos, me hacían muecas, aleteaban y llamaban a sus amigas.
Desgarraron la bolsa de plástico y sepultaron sus picos en ella para comer toda la
maravillosa comida, los deliciosos bocados que contenía. Las estúpidas aves comían;
se llenaban el pico y tragaban, felices. Hasta que se dieron cuenta de que se estaban
atiborrando con mi mierda.
¡Mi mierda!
¡Oh, las caras que pusieron! ¡El silencio atónito que se produjo! Cómo menearon
las cabezas, cómo fueron todas a la fuente del vecino del otro lado de la calle a
lavarse los picos.
Después regresaron. Limpias y furiosas. Cientos de ellas, miles, tal vez. Se
plantaron en el porche y el terreno traseros. Había tantas que parecían una inmensa
capa de brea y plumas. Fijaban en mí sus ojitos brillantes, como diciendo: «Sal,
perrito, y verás cómo te arrancamos los ojos».
No salí. Y no tardaron en marcharse. Pero cuando Denny regresó del trabajo ese
día, le echó un vistazo al jardín. Eve preparaba la cena y Zoë, que aún era pequeña,
estaba sentada en su trona. Denny miró fuera y preguntó:
—¿Por qué hay tanta caca de pájaro en el porche?
Yo lo sabía. Si me hubiesen dado un ordenador como el de Stephen Hawking se
lo hubiese dicho.
Salió, tomó la manguera y limpió el porche. Y recogió las bolsas de mierda rotas, desconcertado, aunque no dijo nada. Los árboles y los cables de teléfono estaban
cubiertos de cornejas. Todas miraban. Yo no salí. Y cuando Denny quiso jugar a tirar
la pelota, fingí que me sentía mal y me tumbé a dormir.
Fue divertido ver a todas esas estúpidas aves que se creen tan astutas con los
picos llenos de mierda de perro. Pero, como ocurre con todo, hubo repercusiones.
Desde entonces, mis pesadillas siempre están llenas de cornejas furiosas.
En bandadas.
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El arte de conducir bajo la lluvia
RandomEnzo sabe que no es como los demás perros. Él es un pensador de alma casi humana. A través de los pensamientos de Enzo, que en la víspera de su muerte hace balance de su vida y rememora todo lo que han pasado él y sus amos, se desarrolla una histori...