Susurro Fantasmal

Capítulo 18| Flashback #3

Haley (POV)

Ni encarné, ni soy un ángel, ni he visto a Dios, Buda, Alá o alguna otra deidad.
Tampoco he llegado a las puertas del cielo para que me sentencien a vivir en cielo porque fui una buena persona. Temiendo lo peor, irme al infierno por haber sido una mala chica.
Que, francamente no me considero ser mala.

Cometí errores, y travesuras pero ninguna digna de mandarme al diablo.
Aún así tampoco lo he visto...

Me siento estafada, ni siquiera he experimentado algún momento nirvana, de luz, nada etéreo.
La paz a tu existencia, nada.

Simplemente nada.

Nada.

¿Será parte de un castigo divino?

En cambio, desperté sin sentir algo en particular.
En un lugar muy familiar para mí: el parque.
A menos que esto sea el cielo, es aquí a donde enviaron a mi alma.

Qué vida más asquerosa la mía.

Lo que más me preocupa, es que no recuerdo nada.
Es decir, sé que me llamo Haley y recuerdo la mayor parte de mi vida; incluso con más claridad que nunca antes.
Recuerdo casi todo, lo que está borroso es lo que asumo fue lo último que viví. Y eso fue ir en el auto con las chicas, ya ni sé a dónde nos dirigíamos.
Pero tengo imágenes borrosas de algo que parece un club, cabellos color caramelo y por supuesto este parque.
Aparezco siempre en el parque de Hamilton City, sin saber por qué.

Ahora, ¿Que cómo sé que estoy muerta?
Lo deduje, después de pasar por una terrible crisis.

Desperté en el parque justo cuando calculo que era medio día. Sin recordar nada como lo dije antes, y me preocupó el hecho de haber despertado aquí.
¿Pasé la noche en la calle?
¡Mamá me matará!

Caminé fuera del parque, todo parecía normal hasta que noté que nadie volteaba a verme, ni se encontraban con mi mirada o no contestaban mis saludos.
Parecía que todos me ignoraban.

Cuando llegué a casa, no podía abrir la puerta.
Era como si no pudiese tomar el pomo.
Intenté tocando pero no se escuchó sonido alguno.

¿Qué demonios está pasando?

Empecé a rematar con la puerta azotándola con ambas manos, furiosa.
De la nada, estaba del otro lado de la puerta.

¿Cómo rayos?
No pude abrirla, estoy en la sala de mi casa.
La imagen que me encuentro me parte el alma: mamá está llorando a mares, aferrándose a papá.
Ninguno de los dos repara en mi presencia.

—¿Mamá? ¿Papá? ¿Por qué lloran?—pregunto temerosa.

No me contestan, mamá sigue llorando de forma horrible.

—Oigan, lo siento por no llamar anoche. No sé lo que pasó— me aproximo a ellos.

Continúan ignorándome, cuando me acerco noto al fin que papá también está llorando, de forma silenciosa.
Se le escapan algunos sollozos.

—¿Papá?— toco su hombro, y nada. No siento nada, para mi horror tampoco se inmuta.

Como si no lo hubiese tocado, casi como si no estuviese aquí.