¿Qué es lo que he hecho? ¡Estoy en apuros!
Los pensamientos giraban alrededor de la cabeza de Ethan mientras seguía al llamativo Lamborghini blanco de Thomas desde su auto. Casi llamó de nuevo a Aiden para decirle que había cometido un error, que era la última persona en la tierra que podría conseguir que Thomas siguiese el camino correcto, que ellos necesitaban encontrar otro consultor de imagen, ¡cualquiera menos él!
¿Cómo iba a poder hacer esto durante las cuatro próximas semanas?
Incluso la siguiente hora era preocupante, ya que un calor familiar se había instalado en su ingle.
Cinco minutos con Thomas en su despacho y había sido reducido a un montón de hormonas temblorosas. ¡Y ni siquiera habían estado solos! ¿Cómo iba a mantener el control cuando estuvieran los dos solos? ¿Cómo podría mantener su ropa interior en su sitio cuando él estaba dando vueltas a su alrededor? Ethan intentó convencerse de que todo estaría bien, después de todo, no había rumores de Thomas saliendo con otros hombres, ¿cierto? La noche de la graduación bien podría haber sido únicamente un experimento, ¿Quién le podía asegurar que Thomas tenía un gusto tanto por los hombres como por las chicas? Nadie. Y Ethan intento sentirse más tranquilo con eso.
Thomas enfiló el coche absurdamente caro hacia uno de los espacios de un garaje de seis coches, en una de las casas más impresionantes sobre las que Ethan hubiese puesto los ojos y se susurró a sí mismo:
— Tiene que estar jugando.
Ethan había crecido con dinero. Mucho dinero. Pero nunca había visto nada tan estupendo como la casa de Thomas, situada próxima al mar, en el distrito de San Francisco. En las décadas anteriores las casas allí eran vendidas por quince o veinte millones con la intención de ser derribadas para después construir grandes mansiones en su lugar. La estructura de cristal y acero tenía vistas al barrio rico y arquitectónicamente carísimo
Increíblemente su casa parecía ser original, aunque renovada, de mil novecientos veinte.
Ethan hubiese preferido que la primera reunión fuese en su oficina, su espacio de trabajo, con su personal cerca para protegerlo del encanto de Thomas. Un restaurante, incluso, habría sido mucho mejor. Cualquier sitio diferente del reino de Thomas. Pero él había insistido.
— Ahora que soy tu cliente estrella, ¿no necesitas conocerme? —le había dicho.
Ethan había estado tan molesto con su fácil manipulación de la situación y de su propia actitud, que su respuesta había sido entrecortada, tal vez remisa.
— Supongo que necesito ver todo lo que está mal antes de poder hacer cambios, ¿y qué mejor lugar que tu casa? Estoy seguro que será un pozo de sorpresas.
Nuevamente el dolor brilló en los ojos de Thomas, rápidamente, antes de que los cerrase. ¿Cómo era que conseguía hacerlo sentir una mala persona? Era él quién lo había herido, no al contrario.
Se quedó sentado tras el volante del coche durante lo que le pareció un largo momento.
Mientras estaba allí, en el garaje de Thomas, sintió como si perdiese toda su entereza.
Nunca quiso estar tan cerca de Thomas nuevamente o tenerlo mirándolo de aquella manera, como si él quisiera que lo besara como cuando tenía dieciocho años y estaba encantado con sus atenciones.
Y ahora allí estaban, como si los últimos cinco años nunca hubiesen pasado. Porque aún estaba consumido por el mismo deseo patético y desesperado por el hombre que le había herido en el pasado.
Thomas golpeo el techo del auto y Ethan abrió la puerta para salir de el.
— Sé que es una sorpresa bastante desagradable, el tener que trabajar conmigo. Sé también que preferirías no aceptar, no hace falta que lo digas. Tengo la seguridad de que el club puede encontrar a otra persona para esto.
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Entrégate
RomanceThomas Blackwell no necesita una niñera. Él es un héroe en el terreno de juego. Tiene éxito, fama, dinero, e infinitas mujeres. Lo único que no tiene es una buena reputación. Después de ser constantemente acosado por los medios de comunicación, por...