Thomas entró en la elegante oficina de su agente sin previo aviso. Para el momento en que la joven y bonita secretaria de Logan descubriera como usar el interfono, él ya se habría instalado en la cómoda silla para los clientes. Rápidamente enmascarando su sorpresa, Logan apagó las carreras de caballos que veía en la televisión.
— ¿Has ganado? —preguntó Thomas.
Francamente no estaba tan sorprendido al descubrir que su agente estaba atrapado hasta el fondo en el mundo de los corredores de apuestas y las deudas. Ellos nunca habían sido amigos. Nadie podía discutir que Logan era un maestro en hacer negocios y el dinero siempre había sido increíble. Pero ahora que Thomas había confirmado sus sospechas sobre la predilección de Logan por las prostitutas y las drogas, se preguntaba si había sido inteligente por su parte dejar que alguien así lo representara durante tantos años.
Logan se colocó la corbata y cogió una carpeta de papeles de su escritorio.
— Me alegro de que estés aquí. Acabo de conseguir los contratos de Buzzed Cola. ¿Alguna vez has querido comprar un castillo francés?
— ¿Es mucho dinero, eh?
Logan chasqueó los labios.
— Los royalties lloverán durante años. —Él prácticamente estaba bailando ante la perspectiva de cerrar aquel negocio. Y no era para menos: el diez por ciento de diez millones era un millón. Alguien tenía que pagar las televisiones de pantalla grande, su excelente ubicación en Unión Square y las deudas de juego.
Pero él no iba a hacerlo nunca más.
Thomas ojeó el grueso contrato que Logan le dio. No había duda que las cifras parecían buenas, pero él tenía ya más dinero del que podría gastar. Un castillo francés no estaba precisamente en su lista de necesidades.
— ¿Estás realmente seguro de que esto es un buen paso? Muchos niños se aficionaran a esa porquería.
Logan bufó.
— ¿Y qué? Confía en mí es un producto caliente y tú eres perfecto para esto.
— Oigo lo que dices. Pero solamente hay un problema.
El pánico iluminó los ojos de Logan.
- Nada que no pueda resolverse. Tú solo dime qué quieres que cambie y me ocuparé de ello.
Thomas se levantó y cogió el contrato para asegurarse de que sería eliminado correctamente.
— Hemos tenidos algunos años buenos Logan, pero ha llegado la hora de llevar mis negocios a otra parte.
El agente hizo una mueca.
— No habrías sido nada sin mí, solo un pequeño vagabundo de caravana.
Thomas se dirigió a la puerta sintiendo como si le hubieran quitado un peso de los hombros.
— Tal vez si, tal vez no. —El próximo agente que contrataría sería alguien que quisiera estar a su lado.
Logan claramente no podía resistirse a una despedida.
— ¡Deberías estarme agradecido por haberte conseguido a ese tipo! Apuesto a que su culo era caliente y apretado, o ¿Fue él, quien te jodio a ti?
Thomas soltó la manilla de plata. Estaba muy cerca de saltar sobre su ex agente y macharle la cabeza con algunos golpes rápidos.
En vez de eso lo inmovilizó con la mirada.
— Di lo que quieras de mí, pero si alguien me cuenta que has dicho algo sobre Ethan, será mejor que pienses en colocar un sistema de seguridad impenetrable en tu casa. Y no salgas a la calle nunca.
Dejó el edificio, una vez en la acera se puso una gorra de beisbol sobre la cabeza. Qué había querido decir Logan con "¿Deberías estarme agradecido?" ¿No había sido idea de John contratar un asesor de imagen? En ese momento, no había pensado mucho sobre lo rápido con que Logan había estado de acuerdo con las exigencias de John. Tal vez. Tal vez debería haberlo hecho.
Algo estaba en el aire, pero antes de que comprendiera lo que era, tenía que pedir un favor.
Cogiendo su móvil, marcó el número de la sede de la NFL.
— Steve, soy Thomas Blackwell.
Steve Villers, el vicepresidente de relaciones con la prensa, era un buen amigo suyo desde que regresó de su año de novato en Pittsburgh. Steve se retiró unos años después que Thomas se hiciera profesional y trabajaba para la NFL desde entonces.
— Colega, tus orejas tienen que estar ardiendo.
Cuando él estaba con Ethan, Thomas habría asumido las cosas buenas que se estarían diciendo de él, pero por el momento, prefería no escuchar ni una palabra de la calle.
— Steve, necesito un favor.
— Siempre me alegra ayudar a un amigo.
— No sé si lo sabes, pero he trabajado con un asesor de imagen. Un excelente asesor de imagen. Ethan Hamilton.
Decir su nombre en voz alta, le hizo recordar todo nuevamente. Su olor, el sabor de sus labios. El suave cuerpo retorciéndose bajo de él. Y la forma en la que arqueaba su espalda cuando el orgasmo lo atravesaba.
Steve se rió.
— Confía en mí, la situación habría sido imposible de pasar por alto.
Thomas fue directamente al grano.
— Creo que sería un gran asesor para la NFL.
No estaba seguro de que Ethan agradecería que lo recomendara a la Liga, pero estaba dispuesto a intentar cualquier cosa en ese momento.
Además si Ethan conseguía ese trabajo, entonces por lo menos sabía que lo vería de vez en cuando. Ethan probablemente actuaría como si Thomas estuviese muerto, pero continuaría insistiendo hasta que se ablandara ante la presión y le diera otra oportunidad.
— ¡No me digas! —Fue la respuesta de Steve. — Cuando vimos lo bien que lo había hecho con tu jodida imagen, nos dimos cuenta que lo necesitábamos.
Está considerando cuidadosamente la oferta.
¡Qué tonto era!
Claro que la Liga había notado el increíble trabajo que Ethan había hecho con él manipulando —y limpiando— su imagen.
— ¿Qué tal si me haces un favor? —dijo Steve y Thomas supo exactamente lo que se avecinaba.
— No te preocupes, no voy a estropearte las cosas, diciéndole a él que creo que es una buena idea trabajar con la NFL.
— ¿Estás bromeando? Él habló muy bien de ti y yo te iba a pedir que tú le hablaras bien de nosotros a él.
Thomas casi dejó escapar un "¿Ethan habló bien de mí?" Pero parecería demasiado patético, incluso dentro de su propia cabeza.
En cambio dijo:
— Claro que sí, Steve.
Él nunca se había olvidado de aquella noche con Ethan en el barco, ni en cinco largos años de mujeres hermosas. Qué pena haber sido un joven de dieciocho años de edad, una cobarde comadreja asustada por la idea de que le iba a dar una patada en el culo cuando supiera que era un deportista pobre. Nunca había intentado hacerle entender la intensidad de lo que sentía por él y pensó que era más fácil dejarlo ir.
No podía estar más equivocado.
La próxima vez que viera a Ethan, arriesgaría su corazón, aunque sabía que la probabilidad de que se lo pisoteara era demasiado alta.
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Entrégate
RomanceThomas Blackwell no necesita una niñera. Él es un héroe en el terreno de juego. Tiene éxito, fama, dinero, e infinitas mujeres. Lo único que no tiene es una buena reputación. Después de ser constantemente acosado por los medios de comunicación, por...