Ethan no podía creer el excepcional momento que estaba viviendo.
Había dado por hecho que los amigos de Thomas serían unos estúpidos vanidosos. Después de todo, eran todos deportistas o ex deportistas, por el contrario se encontró con algunos de los hombres más agradables que había conocido; cálidos, tranquilos y sencillos. Pero definitivamente nada arrogantes, eso saltaba a la vista, aunque fuesen muy buenos en lo que hacían, y ganaran mucho dinero. Conversó con algunas esposas e hijos de los atletas, mientras algunos de ellos limpiaban todo ruidosamente y, de repente, se le ocurrió que la mayor parte de los hombres y mujeres de los que se había enamorado en los últimos cinco años, hombres y mujeres trajeados, empresarias, vicepresidentes eran mucho más arrogantes que cualquiera de estos hombres que se ganaban la vida con sus cuerpos.
Después de tanta conversación sobre fútbol, más de lo que pensó escuchar en su vida, estaba empezando a entender lo mucho que ese juego tenía de estrategia e inteligencia.
Sus padres nunca lo animaron a practicar deportes. Thomas trabajaba su cuerpo con intensa concentración y esfuerzo. Ya fuera levantando pesas, pedaleando o haciendo largos en la piscina, no desperdiciaba un segundo en quejarse o tomárselo con más calma. Estar en la mejor condición física era su trabajo, y se tomaba en serio sus responsabilidades.
Afortunadamente para Ethan.
Ethan miraba fijamente el fuego, sorprendido por cómo su vida había dado un giro tan completo. Estaba sentado fuera, cerca del fuego, estaba excitado, sentía un hormigueo por el cuerpo al pensar en los grandes músculos de la estrella del fútbol.
— Déjame adivinar en lo que estás pensando —susurró Thomas en su oído.
— Te gustan los niños, ¿verdad? —le pregunto Ethan.
Thomas se sentó cerca de él y dio un trago a la lata de refresco que sostenía en su mano.
— No es exactamente lo que esperaba que dijeras...
Ethan le sonrió y bajó la voz
— Encuentro más atractivas a las personas que son buenas con los niños.
Thomas le devolvió la sonrisa
— Era más o menos eso.
Los nietos de Carl se perseguían el uno al otro por el césped con las pistolas de agua gritando y riendo.
— ¡Thomas, sálvame! —gritó la niña pequeña y dejando el refresco, él corrió hacia ella y la alzo en brazos, la tomo de la pequeña cintura y suavemente la coloco bajo su brazo derecho; seguidamente comenzó a correr con ella mientras un pequeño grupo de niños corrían detrás de ellos.
Incluso las criaturas de cinco años adoraban a Thomas; era absolutamente irresistible y mientras estuviera con él, aprovecharía cada momento de placer que le ofreciera.
~***~
— ¿Quieres ver una de las cosas más bellas del mundo? —Preguntó al salir al porche delantero de Carl.— Me encantaría —dijo Ethan.
Thomas lo condujo hacia abajo a lo largo de la fila de secuoyas hacia la entrada, en el camino a la barbacoa, y Ethan se dio cuenta que Carl había construido su casa en el terreno colindante al campo.
— Bastardo con suerte, vivir en el camino de un campo de fútbol.
Ethan presionó sus labios.
No iba a dar una opinión no solicitada. Todo iba tan bien entre ellos, y no era su cometido decirle a Thomas como tenía que vivir su vida. Tenía una mansión fantástica en uno de los barrios más exclusivos de San Francisco.
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Entrégate
RomanceThomas Blackwell no necesita una niñera. Él es un héroe en el terreno de juego. Tiene éxito, fama, dinero, e infinitas mujeres. Lo único que no tiene es una buena reputación. Después de ser constantemente acosado por los medios de comunicación, por...