Ethan estaba tan sorprendido por su tacto y por el modo en que Thomas lo miraba; como si fuese lo que siempre había buscado, que se olvidó de correr. Se olvidó de que lo odiaba y de que podía herirlo, no importaba lo bien que lo podía hacer sentirse.
Su silencio se lo advirtió, lo advirtió con aquella sonrisa perezosa y por el modo en que los dedos se movían a través de sus labios. Se sentía raro, como si hubiese abandonado su cuerpo y su mente estuviera en otra parte.
— ¿Quieres saber por qué? —le preguntó. Desesperadamente
Pero no podía admitirlo. Ni siquiera ahora que casi se había entregado a él, al no apartar su mano y no reprendiéndolo por traspasar el límite de consultor y cliente. Si hablara, se traicionaría a si mismo exponiendo su deseo. Intentó mover su cabeza, pero cada pequeño movimiento fue la causa de que sus dedos acortasen la distancia hacia sus labios.
Todo aquello era una locura. Tenía que decir algo. Tenía que hacerle saber que estaba allí por negocios, solamente por negocios.
Se limpió la garganta.
— No importa nuestro pasado, Thomas. Solo el presente. Este en el que tú eres una celebridad respetable y yo recibo un sueldo por un trabajo bien hecho. La única razón por la que estoy aquí es para volverte un ser humano decente y tener la certeza de que fotografías como estas no aparezcan nuevamente.
Nunca antes había dicho tantas mentiras de un solo latigazo.
Llevar a Ethan al sótano e impresionarlo con su arte y libros había sido un golpe de ingenio. Debiera agradecerle a John, por la brillante idea de contratar a un consultor de imagen.
Todos estos años, parte de él, había esperado que Ethan se materializara en medio de la multitud del estadio, durante un partido de futbol. ¿Quién hubiera pensado que John Wilson sería el cerebro tras su reencuentro tan esperado?
Ethan era sumamente excitante cuando estaba nervioso e intentaba fingir que no lo necesitaba de la misma forma en que Thomas lo deseaba a él. Thomas no conseguía acordarse de la última vez que se había divertido tanto.
— Todo está bien —dijo Thomas con sus labios a pocos centímetros de los de Ethan. Pensó que estaba a punto de besarlo, pero no podía. Por lo menos aún no. Era necesario que Ethan lo besara primero, en caso contrario, él protestaría y culparía a Thomas de aprovecharse de la situación y probablemente traspasaría su cuenta con otro asesor y Thomas no quería a otro asesor, únicamente a Ethan—. Tú me dices lo que tengo que hacer y lo haré.
Los ojos de Ethan se abrieron sorprendidos por el súbito cambio de opinión y lo miró un poco perplejo. Pensó que Thomas estaba a punto de tomar sus labios, saborearlo y empujarlo de espaldas contra el sofá mientras se cernía sobre él como el blanco sobre el arroz, mientras metía su lengua en su boca y gemía en éxtasis.
Ethan recuperó pronto su compostura.
— Bien, muy bien, estoy contento de que pensemos lo mismo. Primero, necesitas un poco de práctica para dar un toque conservador en las fotos.
Thomas levantó una ceja.
— ¿Cómo planeas hacer eso?
— Contrataremos a un consultor especializado en medios de comunicación, para entrenarte en cómo responder preguntas y posar para las fotografías.
— Es una oferta interesante, pero no sé cómo un consultor puede ayudarme con el problema.
Las cejas de Ethan se curvaron hacia arriba.
— ¿Cuál sería el problema? ¿El hecho de que eres muy rico? ¿O muy guapo? ¿O porque tienes demasiado éxito? ¿O demasiadas mujeres? ¡Por Dios!
— Por si no lo has notado, las mujeres no pueden resistirse a mí.
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Entrégate
RomanceThomas Blackwell no necesita una niñera. Él es un héroe en el terreno de juego. Tiene éxito, fama, dinero, e infinitas mujeres. Lo único que no tiene es una buena reputación. Después de ser constantemente acosado por los medios de comunicación, por...