Capítulo 29

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Thomas buscó en la agenda de teléfonos el número de Jack y lo llamó, pero figuraba como "retenido". Se puso una camisa limpia mientras se dirigía hacia el despacho de Ethan.

— Tengo que irme.

Ethan apenas le miró por encima del ordenador.

— No puedes. No hasta que termine esto y redactemos cuidadosamente el comunicado oficial para la prensa.

— Jack, el chico del campamento, está en el hospital de Palo Alto. Le dije que me llamara si necesitaba ayuda y lo ha hecho. Apuesto a que no encuentra al borracho idiota de su padre.

Ethan se levantó.

— Entonces, voy contigo.

— No necesito un niñero. —Gruño— No voy a hacer nada malo que la prensa pueda usar.

— Sé que no necesitas un niñero —dijo— Estaba pensando que podrías necesitar a tu pareja.

Thomas se movió cerca de él y le paso un brazo por el cuello y otro por las costillas, envolviendo a Ethan en un abrazo.

— Lo siento mucho, no quise decir eso. —le dijo cuándo deposito un suave beso sobre su cabeza, para después apoyar su frente contra la de Ethan. — Nunca he tenido una relación antes. Sé que voy a hacerlo todo mal. —admitió Thomas.

— Sé que no querías —Ethan le devolvió el abrazo pasando sus brazos por la cintura de Thomas y depositó un beso en sus labios— No te preocupes, todas las relaciones son diferentes. Estoy seguro de que ambos cometeremos errores, pero vamos a trabajar juntos para resolverlos. Ahora vayamos a buscar a Jack.

   
~***~
 


  
El viaje de treinta minutos le pareció de tres días, Thomas tuvo una idea de lo que se sentiría al ser padre. Esperaba como el infierno que Jack se encontrara bien, que su padre no hubiera aparecido para empeorar las cosas.

Dentro del hospital, Ethan examinó el mapa en la pared.

— Miraremos primero en pediatría.

Thomas lo siguió al ascensor, manteniendo la cabeza baja. Era crucial no tomar contacto visual con los extraños, no tenía tiempo de firmar autógrafos u otras tonterías sobre el fútbol. Jack estaba sentado en una silla azul en la sala de espera de pediatría, tenía la cabeza tan baja que casi le tocaba el pecho.

— Hola, amigo.

Jack miró hacia donde escuchó la voz enjugándose una lágrima de la mejilla.

— ¡Has venido!

— Siempre estoy ahí para ayudar a un amigo —Thomas soltó la mano de Ethan y cogió una silla cercana al chico. — ¿Qué ha pasado?

— Nada, supongo. Estaba jugando con los chicos y me torcí la muñeca. El médico ha dicho que puedo irme a casa —inclinó la cabeza hacia el pecho— pensé que me la había roto, pero creo que el sonido que escuché fue el del otro chico al golpearme.

Thomas se estremeció por dentro.

— Duele bastante, ¿verdad?

Sabía lo que eran las torceduras, mucho dolor, nada de compasión y esperar a que fuera bien en el campo.

Jack se encogió de hombros, haciéndose el duro.

— Dijeron que tenía que tomar esto cada cuatro horas —dijo sujetando un frasco de muestra de Motrin para niños.

Thomas se puso en cuclillas.

— ¿Tienes hambre?

Jack asintió con la cabeza.

— Estoy hambriento.

— Sé de un sitio que hace excelentes hamburguesas. Acostumbraba a ir después de los partidos.

Por primera vez desde que entraron en la sala de espera, a Jack se le iluminaron los ojos.

— ¿No me vas a llevar directo a casa?

Thomas miró al niño a los ojos.

— ¿Todavía no se lo has dicho a tu padre?

Jack movió la cabeza.

— Va a estar muy enfadado.

El padre de Jack se enfurecería como una bestia ante el pensamiento de que su pequeña futura estrella seguramente se hubiera roto. Thomas estaba seguro de que los partidillos de barrio se habían acabado para Jack.

— Primero vamos a comer y luego hablaremos con él. Juntos.

Ethan se levantó.

— Voy a decirle a la enfermera que nos vamos.

La primera señal de que Jack se encontraba mejor, fue la charla interminable que les dio primero en la sala de espera, luego en el coche y después en la cafetería en la parte trasera de The Boardwalk, un local de hamburguesas y pizzas que sobrevivió al boom de Silicon Valley. Pero en lugar de Thomas, sentirse mucho mejor por todo, porque Jack estuviera claramente recuperado, lo sucedido le había impactado al sentirlo como algo familiar.

Demasiado.

Durante toda la semana en el campamento de fútbol, Thomas tuvo la desagradable sensación que había regresado a su pasado. Podía adivinar lo que era la vida de Jack: los maestros empujándolo al siguiente grado tanto si lo merecía como si no, nunca teniendo que rendir cuentas, tanto si metía la pata dentro y fuera del campo, solo porque todo el mundo, entrenadores o su borracho padre, novias e incluso sus amigos querían un trozo de su éxito. Podía ver el futuro de Jack. Iría a la Universidad a exhibirse, no a estudiar y la abandonaría en el momento en que un contrato de siete dígitos aterrizara en su regazo.

De ahí en adelante, viviría con miedo a lesionarse, y más tarde cuando tuviera tanto dinero que no sabría qué hacer con él, contrataría a unos profesores en secreto para que le enseñaran todas las cosas que se había perdido por el camino, como la lectura, la ciencia y aprender a apreciar algo diferente al fútbol.

¿Sería también tan mala la vida de Jack como la de todo el mundo? A fin de cuentas ¿No estaba a punto de llevarlo a casa, para después darle unas disculpas al padre sobre que lo accidentes pasan y que no hay que preocuparse? Nunca había pensado de él mismo que fuera un cobarde de mierda. Hasta ahora.

Se volvió hacia Ethan y dijo:

— Jack y yo necesitamos hablar afuera durante unos minutos, de jugador a jugador. No te importa ¿Verdad?

El rostro de Ethan dibujo una amplia sonrisa que hizo que el corazón de Thomas latiera un poco más rápido.

— Tomen el tiempo que sea necesario. Estaré aquí trabajando en mis patatas fritas.

Jack lo siguió y se sentaron en un banco junto a la ventana, mientras Ethan masticaba sus patatas y fingía no verlos.

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