Capítulo 30

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Jack dio una patada a una piedra de la acera.

— ¿Quieres que revisemos cuidadosamente lo que vamos a decirle a mi padre, para que no se enfade mucho?

Thomas se centró en las caras deportivas de Jack. Solamente el mejor equipamiento para el chico, lo mereciera o no. Por desgracia, si él no le decía unas duras verdades directamente a Jack, nadie lo haría jamás. Todos los demás tenían mucho que ganar con el eventual éxito del chico.

— Te pareces mucho a mí cuando era pequeño.

— ¿De verdad? Genial.

— Mi padre estaba metido en problemas la mayor parte del tiempo. En verdad todavía lo está.

— ¿Se volvía loco cuando te lesionabas?

— Claro que sí. Todo lo que le importaba era si podría jugar en el próximo partido, o si la lesión afectaría a mi futuro. Actuaba como si no tuviese dolor, aunque lo tenía.

Thomas se detuvo pensativo.

— ¿Todavía te duele el brazo?

Jack asintió con la cabeza.

— Un poco —tragó saliva— En realidad mucho, pero no quiero que mi padre lo sepa.

Thomas tenía la sensación de que todo se estaba estropeando. ¡Genial!

— ¿Tienes alguna afición? ¿Algo aparte del fútbol?

— ¿Te refieres a algo como el Xbox 360?

Thomas sonrió.

— No exactamente. Solo me preguntaba... ¿te gusta leer o construir cosas?

— Mi papá dice que tengo que centrarme en el fútbol, dice que nos hará ricos.

A Thomas le iba a costar todo su autocontrol evitar partirle la cara al padre de Jack.

— Tal vez... O tal vez no. Hacerse rico con el fútbol depende de muchas cosas.

Jack hizo una mueca, probablemente porque era la primera vez que alguien le decía que la fama y la fortuna no estaban aseguradas.

— ¿Cómo qué? Yo tengo talento.

— Lo tienes, pero pueden pasar cosas. Puede contratarte algún equipo ganador de la Super Bowl.

Jack sonrió maliciosamente como si ya supiera que eso iba a suceder.

— O puedes lesionarte, como algunos tipos con talento que conocí en el instituto y la universidad y sería el fin de tu carrera —Hizo chasquear los dedos— Así de sencillo.

Jack bajó la barbilla.

— Pero eso no te ha pasado a ti; tú eres una súper estrella.

— Soy uno de los afortunados —dijo Thomas, preguntándose a sí mismo si realmente lo era— En cada partido me preocupaba lesionarme y tener que ser retirado en camilla.

Cuando era más joven se creía completamente invencible, nunca se había preocupado por el final de su carrera. Pero ahora, los tipos que habían jugado con él en sus tiempos de novato, estaban empezando a retirarse. A los que tenían un buen plan de jubilación les iba bien. Pero aquellos que solo se habían preocupado del fútbol simplemente se venían abajo.

— ¿Tú no tienes el dinero suficiente para hacer lo que quieras?

— Por supuesto —concedió Thomas— Pero el dinero no lo es todo.

Antes de que Ethan hubiese regresado a su vida, Thomas no se ocupaba de otra cosa que no fuese el fútbol.

Ahora tenía nuevas metas. Había comenzado a pensar que quizás un día pudiera abrir su propio campamento de verano, tal vez para niños como él, que no tenían dinero para zapatos caros y fondos de previsión. Jugarían al fútbol, pero también aprenderían otras cosas, como pescar o como encender una hoguera. Thomas quería correr a contar su idea a Ethan, saber su opinión.

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