Ethan se paró cerca de la ventana de su oficina. Se sentía orgulloso y aún nervioso, mientras soplaba el vapor que subía de su café, miró para el puente de la Bahía, los barcos de pesca motorizados en sus muelles y las nuevas madres empujando carritos de bebés a lo largo del embarcadero y sonrió. Iba a tener que trabajar como el infierno para pagar la astronómica hipoteca mensual, pero la compra del edificio estrecho y de piedra frente a la bahía había sido una decisión acertada. Lo sentía en el fondo de sus entrañas.
Solo que debería ser un poco menos exigente sobre los clientes que había tomado temporalmente y asumir tanto trabajo como pudiera. Ninguno era gran cosa, ya había hecho esto antes y lo haría de nuevo.
Ethan sabía la suerte que tenía por gustarle tanto su trabajo. Había prosperado en los desafíos de ser un consultor de imagen y tenía una enorme prisa en aumentar su empresa. Acababa de contratar dos asistentes a media jornada y planeaba ser un gran profesional de las grandes ligas en diez años.
Amily, una compañera y amiga de Stanford, y la primera contratada dos años atrás, metió la cabeza dentro de su oficia, a través de las puertas dobles de cristal. Un consultor de feng shui, regalo de su madre, le había recomendado el tipo de puertas para traer energía extra a sus negocios. Era estúpido creer en ese tipo de cosas, Ethan lo sabía, pero lo hizo por dejar participar a su madre —aunque sea solo un poco— en su vida.
Ethan había sido un ingenuo por dejar que su madre se sintiese incluida en su vida, pero al final le gustaba el tipo de puertas que se habían elegido.
— Perdona que te moleste incluso antes de entrar —le dijo Amily— pero creo que deberías atender esta llamada.
— ¿Uno de nuestros clientes? —Preguntó Ethan.
— No, —le dijo Amily claramente excitada— no aún, de cualquier modo. —sonrió.
Amily sabía que los grandes clientes significaban mucho dinero. Tal vez las preocupaciones financieras de Ethan podrían solventarse poco a poco.
— El gerente general de los Giants está esperando por la línea uno —terminó Amily claramente emocionada.
Una sensación incómoda y un escalofrío atravesaron a Ethan.
Incluso cuando su oficina estaba a pocas manzanas del nuevo estadio de futbol al lado de la Bahía, nunca había ido a un partido de los Giants, ni a ningún juego de futbol.
No podía, no cuando su mayor error había sido el mariscal de campo estrella del equipo.
El café se cuajó en su estómago con una premonición dolorosa. Necesitaría estar ciego para no notar los fracasos de Thomas con los medios.
El chico era un total desastre.
Ethan permaneció en la seguridad del quicio de su puerta como si se estuviese escondiendo de un terremoto, incapaz de pensar o de moverse. Solo podía acordarse de la noche más importante y desastrosa de su vida.
- Flashback -
Era la noche de graduación en el instituto y todos los profesores de Ethan lo felicitaron por ser el mejor de su generación. Él iría a la universidad de Stanford en otoño y, aunque estuviese a menos de dos horas de casa, estaba excitado por la oportunidad de irse y volverse una persona nueva.De alguna manera había llegado a los dieciocho sin haber sido besado realmente.
Cierto que una tipa borracha en una fiesta, una vez lo había babeado todo antes de empujarlo lejos, pero eso no contaba.
Nadie le creería si contase la verdad. No es que fuese a hacerlo, claro. ¿Qué sentido tenía el haber construido su imagen por los últimos tres años si la estropeaba anunciando a todo el mundo que no podía atraer a nadie aunque su vida dependiese de ello?

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Entrégate
RomanceThomas Blackwell no necesita una niñera. Él es un héroe en el terreno de juego. Tiene éxito, fama, dinero, e infinitas mujeres. Lo único que no tiene es una buena reputación. Después de ser constantemente acosado por los medios de comunicación, por...