Capítulo 2
Y aquí estoy yo, en la puerta de su casa y nerviosa, muy nerviosa. Joder, no esperaba sentirme de este modo a las nueve de la mañana.
Llamo al timbre y noto cómo me pica la pierna derecha. Me rasco con la manoletina de arriba a abajo y maldigo al ver que me he dejado esa parte algo blanca por los arañazos.
-Hey -le digo cuando me abre.
-Hola, pasa.
Me invita a pasar, apartándose de la puerta y yo entro.
-Así que a Londres, ¿eh? -sonríe tristemente.
Tras procesar cada una de sus palabras, mis labios se tuercen y comienzo a llorar, resguardándome en sus brazos. Ella se queda quieta por un momento, pero responde abrazándome y con unos sollozos. También se echa a llorar.
-Te echaré de menos, loca -bromea.
Yo río tristemente y trato de concentrarme en su abrazo, será la última vez en mucho tiempo que la estreche de esta forma.
-Vente conmigo... -sollozo.
-Ya te he dicho que no puedo, mi madre no me deja.
-Y yo la entiendo -me resigno.
-Mi padre no quiere que vaya a Reino Unido, dice que si me paga el billete, será para que vaya a Estados Unidos -susurra.
Es terrible oírle hablar así. Sus palabras melancólicas se clavan en lo más profundo de mi pecho y odio verle así cuando ella siempre está riendo y siendo tan positiva.
-Se cree que es un capricho que me quiera ir a Londres porque vas tú -dice con resentimiento-. Estoy segura de que esa mujer le está comiendo el coco.
Habla de Amanda, su novia. Oh, ella la odia tanto. En parte nunca entendí por qué.
-No digas eso, él quiere que te formes en una buena universidad, no como a la que yo iré -digo-. Mi padre está a punto de hacer un gran sacrificio para pagarme la matricula y todo lo demás, pero el tuyo tiene suficiente dinero como para meterte en Oxford o...
Ella se aferra más a mí y llora con más fuerza.
-Lo siento, no puedo dejar a mi madre sola.
Enseguida me siento mal. Yo dejaré a mi padre solo, y... ¿sigo queriendo irme? Soy egoísta.
-Me voy sola, Dana, nunca he salido de España y... -balbuceo.
-No tengas miedo, eres muy carismática, seguro que haces amigos en cuanto pongas un pie allí -exagera.
Ojalá fuera como ella... Todos los chicos la admiran y caen rendidos a sus pies, las chicas siempre han querido ser su amiga y a pesar de todo eso... nunca me ha dejado tirada, ¿ahora voy a hacerlo yo? No quiero.
-No quiero abandonarte...
-Sara, escúchame -Coge mi cara entre sus manos-. Iremos a visitarte. Además, no te vas para siempre.
-Ya pero...
-No pienses más en eso, ahora vamos a disfrutar del tiempo que nos queda juntas, salgamos a divertirnos -dice con su habitual sonrisa traviesa, esa es la Dana que yo conozco.
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-No puedo creer que estemos de camino porque me voy a Londres -digo mirando por la ventanilla.