Capítulo 4
Una fina línea de luz filtrada a través del balcón se cuela en mi párpado haciendo que abra los ojos. Espero encontrarme con mi habitación de mi casa, y me asusto. Oh, sigo aquí en Londres, en esta casa desconocida y sola.
Miro la hora en el móvil, las doce de la mañana. Muy dormilona, señorita. Me desperezo y voy al baño para asearme. Bajo a desayunar, me parto varias frutas y como lo que pillo. Subo de nuevo y me visto con el vestido que me dio Dana por mi pasado cumpleaños. Es uno de mis favoritos, sin duda. Un vestido por las rodillas, ajustado a la cintura y sin tirantas. Negro en la parte de arriba y blanco en la parte de abajo. Calzo unas manoletinas negras en mis pies y salgo al balcón, mirando hacia el fondo. Me gustaría visitar el Big Ben, montarme en uno de esos autobuses rojos y llamar desde una cabina telefónica de Londres.
¿Debería aceptar la petición de salir con Liam? ¡Mierda, no intercambiamos número! ¡Qué tontos somos! No lo puedo creer, ahora si que no voy a salir con nadie. Me lavo los dientes, decepcionada.
Estoy bajando las escaleras y justo en ese momento, la puerta suena.
-¡¿Quién es?! -exclamo desde arriba.
-¡Fernando! -contesta una apagada voz detrás de la puerta.
El corazón comienza a palpitarme más deprisa que nunca y bajo los escalones de dos en dos. Entonces me tropiezo con mis propios pies y me resbalo. Meto un chillido bajando cinco escalones de culo y cuando quedo sentada sobre el suelo, gimo dolorida. Me froto el trasero y corro a abrir la puerta.
-¿Sara? -pregunta examinándome de arriba a abajo-. ¿Estás bien? He oído algo.
-S-sí, había... una cucaracha -Me aclaro la garganta.
-Qué raro, no suele haber bichos aquí -Frunce el ceño, entrando en la casa.
Por un momento llegué a creer que sería Liam.
-Siento no poder venir ayer.
-No pasa nada, Liam me atendió bien -río.
-Más le vale -bromea.
Él abre las cortinas del salón, dejando ver grandes ventanas que dejan pasar la luz espectacularmente bien, iluminando el salón de una manera impresionante.
-¿Por qué no has corrido las cortinas? -dice.
-No sé... No me dí cuenta -respondo.
-Bueno, espero que estés cómoda aquí y que no tengas problemas. Cualquier cosa me llamas, toma mi número.
Él me entrega un papelito. Vaya, ya lo tenía todo planeado. Sonrío y lo guardo. ¿Debería preguntarle el número de Liam? Me da vergüenza.
-Bueno, pues me marcho, no quiero molestarte más.
-No me has molestado.
Él sonríe y abre la puerta.
-Saluda a tu padre de mi parte -dice, y se va.
Voy a cerrar cuando veo el coche de Liam frente a la casa. Yo abro del todo la puerta y doblo una ceja. Él abre la ventanilla y asoma la cabeza.
-Venga, nos vamos -dice sonriendo.
-¡¿Qué?! ¡Pero si no me has avisado! -digo molesta.
-¿Debería haberlo hecho? Estás vestida y eso.
-¿Adónde vamos? -pregunto.
-A varios sitios, venga.