Capítulo 21
Me quedo parada junto a la puerta, observando cómo el coche de Harry se pierde de vista al girar la esquina. Hasta ahora no me doy cuenta de que estoy sonriendo como una boba. Saco las llaves y las introduzco en la cerradura. Cierro la puerta, dejo mi bolso sobre el sillón y me dirijo hacia la cocina para beber agua; tengo la garganta realmente seca.
Mi mente no cesa de pensar en todo lo que ha pasado esta noche. Ahora que lo pienso, ¿qué significa para mí cómo me sentí anoche? Su rostro a centímetros del mío, sus labios rozando los míos mientras jadeaba en mi boca, la manera en la que cerraba los ojos y se dejaba llevar, junto a mí...
Me gusta muchísimo, tanto que lo estoy echando de menos y no hace ni quince minutos que se ha ido. ¿Qué siente él por mí? Me gustaría hablar a solas con Harry. Lo que ocurrió anoche no fue solo sexo. ¿Tantas chicas han pasado por sus sábanas como dijo Gemma? No puede ser, además, dijo que yo soy diferente, lo gritó. ¿Significa eso que le gusto tanto como él a mí?
Un ruido sordo me despierta de mi ensimismamiento. Procede del cuarto de arriba. Dana, ¿se habrá dado un golpe o algo?
En lugar de quedarme parada como un pasmarote, me armo de valor y subo a paso ligero las escaleras. Cuando estoy en el pasillo, camino hacia la habitación de mi amiga, algo preocupada. Antes de que gire el pomo me detengo apenas rozándolo con los dedos. Desde dentro pueden escucharse unos leves crujidos de la cama acompañados de jadeos y gemidos. Mi cara se contrae inmediatamente dando un paso hacia atrás. He de tenerla completamente roja, porque cuando me arde la cara es señal de que me he sonrojado.
Oigo la respiración agitada de Dana y a Niall gemir. Me tapó los oídos y corro a mi habitación para cerrar la puerta, sentarme en la cama y abrazar un cojín. ¡¿Qué demonios fue eso?! ¡Me han dejado traumatizada! No sabía que Niall fuera a estar aquí todavía. Qué vergüenza, ¡no podré mirarles a la cara directamente!
Me echo en la cama y trato de no pensar en lo que acabo de escuchar. En lugar de eso, se me viene a la mente el tema de la universidad. Faltan dos semanas para el comienzo de las clases. La verdad es que estoy nerviosa. No conozco para nada ese centro y aún tengo que mirar las listas para saber mi horario incluyendo las asignaturas correspondientes a cada hora. Me pregunto si Dana caerá en mi clase.
Sin poder remediarlo me quedo dormida, hasta que el sonido de la puerta principal me despierta. Sí, suena demasiado fuerte cuando se cierra ya que hay que pegar un ligero portazo, si no, no se cierra.
Los suaves pasos de Dana se hacen cada vez más pesados a medida que va subiendo las escaleras. Un minuto después, la puerta de mi habitación se abre.
—¿Sara? ¿Cuándo has venido? —pregunta sorprendida.
—No sé, me he quedado dormida —respondo—. Por cierto, ¿qué hora es?
—Las doce.
Después de esas palabras ninguna de las dos habla.
—Nos has escuchado, ¿cierto?
Y lo dice tan tranquila.
—Sí, un poco.
El silencio inunda la estancia, hasta que una gran sonrisa se le forma en la cara y comienza a gritar de emoción dando saltitos.
—¡¡Aah!! —exclamo en el momento en que se lanza a mi cama.
—¡Ay Sara!
—Bueno... —Me llevo las manos a la cara temiendo lo que viene ahora.