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¿La huea más vergonzosa de mi vida? Esto. Definitivamente esto.

Poco a poco, siento como el rojo me sube por el cuello y talla mis cachetes.

El Alejandro está mirándome cagao de la risa, mientras todos los giles del liceo, me miran entre divertidos y pervertidos, cuando pasan bajando la escalera para ir a recreo. Las cabras de otros cursos me quedan mirando con cara de “oh, la maraca culia” seguramente porqué “Alejandro Torres” alias el pico más deseado del liceo está siendo el principal causante de mi bochorno.

¿Puedo ser más yeta? Es que, hueón: ¿cómo mierda la mayoría pudo escuchar lo que grité?

—¡Ay, mi amor! ¡Qué eri chistosa!

El Alejandro se me acerca de nuevo. Antes de darme cuenta recoge mi choro del suelo con algunas monedas de diez, pateando las que no puede alcanzar y me empuja hacia él, tomándome la cintura.
Salto en mi lugar, cuando mi pecho impacta con el suyo y su boca se pega a mi cuello.

CONCHETUMARE HUEON CULIAO. ¿QUÉ ESTAY HACIENDO? LA MITAD DEL LICEO NOS ESTA MIRANDO.

—Sígueme la corriente, cachetitos y no te van a huebiar —susurra contra mi oído.

¿Cachetitos? ¿Y por qué me irían a huebiar?

Ah cierto, porqué por culpa del culiao que me está abrazando -que, por cierto, que rico abrazo- me van hacer bolsa. Ah, ni tanto. Pero igual, po.

—¿Qué huea, perro? ¿Estai pololeando?

Un cabro del curso del Alejandro se nos acerca con una sonrisa, y la única cosa que atinó a hacer es agarrarle la cintura al mino que me abraza. Esté sonríe, mirándome. ¿Tenía que seguirle la corriente o no? ¿Me puse, hueona?

—¿Mina mi polola, cierto?
—confirma, el Alejandro.

¿En serio está pasando esto? ¿Dónde chachu está el Tomás cuando lo necesito para sacarme de los apuros?

—Nooo, si la mina esta entera de rica. —asiente su compañero. Igual esta mino. ¿Por qué todos los cabros de A tienen que ser ricos? Injusta la hueaita. —Pero yo pensé que Alejandro Torres no tenía correa. ¿Cierto, cabros?

De pronto, un grupo de hueones que no había visto se nos acerca. Algunos son del cuarto A, otros del B, G, y H, incluso están los de mi curso.

Deberás que todos estos culiaos juegan a la pelota juntos y son amiguitos. Ay no, váyanse.

Todos los giles se ríen, asintiendo hacia el compañero del Alejandro. Pero de la nada, el Ale me suelta picándose a choro.

—¿Y qué tanta huea, si yo quiero que la mina me ponga la correa? ¿Te poni celoso, maraco?

Cuando se le encima, estoy segura que se van a sacar la chucha, pero no. En lugar de eso, se cagan de la risa y chocan puños. Antes de creer que la vergüenza más vergüenza no era posible el Ale dice:

—No, si aquí la cachetitos y yo nos acabamos de conocer. Pero vamos a ser amigos. ¿Cierto, cachetitos?

Ante eso, todos en el pasillo se ríen una vez más, apuntando al cabro culiao que procede a envolverme los hombros con su brazo. ¡ME DEJO EN RIDICULO, HUEON! ¡Cabro de mierda! 

Entera de enoja. Le empujo.

—¡NADIE QUIERE SER TU AMIGA, FEO CULIAO! ¡ANDATE A LA CHUCHA!

Y echa mierda, me voy a mi sala. Escuchando como el grupo de enfermos culiaos molesta al Ale.

Que humillación, hermano. Me quiero ir a la chucha, a no mejor no, porqué el Ale va a estar ahí. Ya chiao.

—¿Qué chucha te pasó, Tamy? Todas las hueonas del A estaban re metidas cachándote a ti y al Alecito en el pasillo. Las escuche mientras hacia la fila pal desayuno —me pregunta el Tomás, entrando a la sala.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora