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Alejandro.

—¡Muévete, Torres! ¡No estai corriendo nada! ¡Estai durmiendo, cabro! —gritó, el entrenador en la esquina de la cancha.

Por la cresta…

Jadee, pasándome la mano por la cara. El sudor me estaba corriendo por las sienes y tenía más calor que la chucha. Las piernas me dolían y mi ritmo cardíaco estaba disparado. El entrenador me tenía las pelotas hinchadas con que no estaba entrenando como correspondía, pero me importaba un pico hoy día.

Corrí con más fuerza hacia el arco, intentando de rendir un poco más para que dejara de huebiarme. El Ismael, un hueón del C me dio un pase. La pelota llegó a mis pies y aumente mi ritmo para llegar al arco. Esquive a dos hueones con facilidad, pero no me percaté de que el culiao del Carlos venia jugando atrás, listo para quitarme la pelota. Cuando lo hizo, aprovecho para empujarme con fuerza hacia al lado.

La rabia ardió en mis venas.

Maricón conchetumare. Quería puro sacarle la chucha. Desde siempre, pero más aun cuando lo vi irse con la Tamara ayer…

Apreté los dientes. Suspiré, y corrí detrás de él a gran velocidad. Lo alcancé y en un movimiento limpio le quité la pelota chocando con fuerza mi hombro en su espalda. El golpe logró que cayera al suelo y con una sonrisa de suficiencia metí el gol.

—¡Despertaste! —aplaudió, el entrenador.

El Carlos me miró desde el suelo con rabia.

Quédate ahí, culiao. Nunca vai a alcanzarme, quise decirle. Pero el entrenador nos mandó a las duchas, dando por finalizado el entrenamiento del sábado.

El Rigo que estaba en el arco vino a trote hacia mí. Entramos a los camarines con todos los hueones del equipo detrás de nosotros.

—¡Nos vemos en el partido del domingo, capi! —me gritó, un hueón del cuarto B, yéndose rápidamente.

Cochino culiao… no te vai a sacar el olor a sobaco y cocos, antes…

Le mostré mi pulgar mientras me sacaba la polera, listo para meterme a la ducha.

Cuando el agua helada toco mi piel, me sentí más relajado que la chucha. Me refresqué y una vez que salí comencé a vestirme con lentitud.

El Rigo se estaba secando las patas apoyado en una banca a mi lado.

—¿Vai marrato al carrete, supongo? —preguntó, cambiando de un pie a otro.

Asentí, sin decir ninguna huea. La verdad es que la caga de carrete me importaba un pico. Iba más que nada porque mis amigos son los que me huebiaban y estar en mi casa no era algo de lo que fuese fan.

—¿Hablaste con la Tamy?

Su pregunta captó toda mi atención. Me sequé el pelo con fuerza. La sola mención de su nombre lograba alterarme.

A nuestro lado, algunos hueones comentaban de la fiesta, también. Como que llevarían y cuantos porros se echarían. Los miré con el ceño fruncido, pero no le di importancia a la huea.

—No quiero hablar de ella, perro. —respondí, de mala gana.

Me agaché tanteando mi bolso. Busqué mis zapatillas y mi desodorante. A lo lejos, en unas bancas más al fondo vi como el culiao del Carlos me miró con cara de perro. Le devolví una mirada similar.

Sino le había sacado la conchetumare era solamente porque el hueón del Rigo me frenaba.

Cuando alcé la vista, el Rigo se estaba secando las alas y me miraba serio.
¿Qué huea?

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora