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《Kiss me - Ed Sheeran》

Me había convertido en una gelatina humana. Era gelatina pura entre los brazos del Ale. Y a penas podía pensar.

Su boca impactaba en la mía con suavidad, pero con mucha seguridad y un ritmo establecido. Sus labios succionaban los míos, mientras sus manos empujaban mis caderas hacia las suyas. Ahogue un gemido echando la cabeza hacia atrás, a la vez que enrollaba mis manos en su cuello y más tarde hundía mis dedos en su pelo sedoso.

Sin emitir ninguna palabra los brazos del Ale envolvieron mi cintura y me voltearon. Ahora yo estaba sobre mi espalda mientras su cuerpo se acomodaba sobre el mío. Sus rodillas quedaron a los lados de mis muslos y pronto sentí sus dedos envueltos en el contorno de la polera que me había prestado. Me senté un segundo para facilitarle la tarea de sacarme la prenda por la cabeza. Mi pelo rizado cayó por mi espalda.

—Eres tan bonita —susurró, bajando sus labios a mi estómago. Cerré los ojos dejando que la caricia mandara pequeñas descargas de placer por mi cuerpo.

¿Cómo chucha era posible que me prendiera tanto un simple roce de su boca? Estaba loca, hueón. Desquiciada por este cabrito. Y ojo, que no me estaba quejando…

Gemí, cuando sus labios soplaron sobre mi vientre y casi grité cuando su lengua recorrió el camino cubierto entre mis piernas. Estaba segura que la ropa estaba goteando, hueón. Ah.

Cuando sus ojos negros me miraron, lo empuje desde la nuca para pedir un beso. Me puse sobre mis rodillas y él también, así que estábamos hincados sobre el colchón. Asalte su boca, recorriendo con mi lengua sus labios. Sus dedos se hundieron en mi pelo, pidiendo más.

—Tamy… yo… —intentó hablar, jadeando sobre mi piel.

Sabía lo que quería decir cuando se separo unos centímetros. Sabía que estaba intentando contenerse. Sabía que no quería hacer las cosas mal, porque yo también temía cagarla. Pero lo necesitaba. Lo deseaba y lo quería. Este era el momento.

Negué, haciéndole saber que era consciente de su contención y temor.

—No tienes que contenerte, Ale…. Yo quiero estar contigo. —le susurré, pegada a su barbilla. —¿Tú también lo quieres?

Mis mejillas fueron tomadas entre sus manos.

—Mierda, sí. Me estoy volviendo loco.

Entonces, nos callamos. Lo demás fueron nuestros sentimientos y anhelos hablando.
Sus dedos descendieron por mis omoplatos hasta que se toparon con el broche de mi sostén. Sin más huebeo y meditación, los broches fueron soltados y la prenda fue deslizada por mis brazos. Levante la barbilla, tratando de que las mejillas no me quemaran. No me avergonzaba… pero sí me producía mucho calor la manera en que el Ale me recorría con sus ojos. Y cuando sus manos presionaron la zona expuesta y sus dedos juguetearon en la cima de mis pechos, jadee escondiendo mi rostro en su cuello.

Conchetumare…

Luego, bajó. Besando cada tramo de mi piel desnuda. Abrió su boca succionando mis pechos y paseando su lengua en las puntas. Hundí mis dedos en su pelo. En ese momento, le rogué a mis pulmones por aire. Más tarde, su boca descendió a mi estómago y cuando llegó a mis calzones me miro a los ojos. Asentí, dándole mi permiso. Sus ojos nunca se despegaron de los míos cuando la prenda descendió. Tuve que recostarme un momento para que pudiera sacarla bien. Entonces, quede completamente desnuda y por primera vez desde que exponía mi cuerpo ante él, algunos complejos vinieron a mí. Sabía que tenía marcas en mi cuerpo que de vez en cuando me avergonzaban, sabía que algunas finas hileras blancuzcas al lado de mis caderas eran la prueba de que mi peso aumento y descendió considerablemente. Pero el Ale me estaba mirando como si fuese lo más hermoso que hubiera visto, y no tuve miedo. No tuve inseguridades. No hubo ninguna huea más de por medio.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora