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—Tamy amiga, estoy que me meo.

Gire mi cuello en dirección de la voz del hueón que tenia a mi lado. El Tomás tenia cara de complejo, ah.

—Tomy, todavía ni siquiera nos hemos subido al bus —le dije, mirándolo con una ceja en alto.

Habíamos salido recién de la casa del Ale, tras estar unas horas en su apartamento esperando que fuera el momento de comenzar nuestro viaje hacia las termas de Chillán. Nos iríamos en bus, porque todos quisimos vivir esa experiencia de horas sentados y huebiando, a pesar de que el abuelo del Ale nos había ofrecido otras posibilidades. Llámennos hueones, pero la experiencia se vivía completa, ah. La frase de eje.

Nos encontrábamos en el terminal de buses y faltaban solo diez minutos para las tres de la mañana, que es cuando el bus partía. Con el Tomy estábamos sentados en las banquitas de plástico, mientras que los chiquillos habían ido a comprar café y cosas para el camino. Mi amigo estaba completamente nervioso y movía su pierna de arriba hacia abajo.

—Sí, hueona. Pero me da miedo mearme en el bus —respondió, mordiéndose una uña.

Me di vuelta hacia él completamente, entornando mis ojos en su dirección.

—Hay baños en el bus, hueón. El abuelo del Ale nos regaló pasajes en esas hueas inmensas donde los asientos son como camas.

Sus manos fueron alzadas bruscamente, mientras chasqueaba la lengua.

—Me importa un pico. Esos baños igual son asquerosos y cuando queri mear la tula se te mueve pa todos lados
—arrugó su nariz —Puta la huea... debi traer una pelela.

Me reí, frunciendo mi entrecejo.

—Teni que sujetártela pa que no se mueva, po —comenté, con una sonrisa pintada en mis labios —Ya alaraco, para la huea. Pasai a mear antes de que el bus parta.

El Tomy simplemente entorno sus ojos. Me hizo un desprecio de forma glamourosa y sino es porque se veía re-divazo con su casaca blanca, casi brillante de gorro peludo, hubiese hecho algún comentario pesao.

—Te traje quequitos y café —me dijo el Ale, cuando apareció junto a los chiquillos. Recibí una bolsa llena de suculentos queques y le sonreí.

—Gracias, amor —murmuré, muy cariñosa.

Él me tendió su mano, dejando un beso en mi mejilla. Me deleite un segundo con su imagen. Se había puesto una casaca azul y llevaba un gorro cubriendo su pelo negro. Pequeñas ojeras manchaban su rostro, y sus labios gruesos estaban algo resecos por el frío, pero aun así me daban ganas de mordérselos.

—¿Qué paso? ¿Tengo un moco?
—preguntó, palpando su nariz cuando cachó la manera en la que me lo comía con los ojos.

Me acerqué aún más.

—¿Qué acaso no puedo mirar a mi pololo? —alcé mis cejas, sonriendo.

En sus labios se deslizo una suave sonrisa.

—Linda —susurró.

Entonces, emprendimos rumbo hacia nuestro bus. La Karen y el Rigo iban delante y todos quedamos re sorprendidos cuando se abrazaron y se tomaron de las manos. El Tomy iba del brazo del Bastián y tampoco dudaron en subir. El bus era inmenso. Nosotros habíamos tocado el piso de abajo y lo agradecí. Me daba cuco arriba, hueón. Todos nuestros puestos estaban cerca. Bastomy al lado del mío y del Ale. Y Rigaren uno por delante.

—Voy a mear —anuncio el Tomy, apenas nos ubicamos en los asientos.

Yo sonreí, negando con la cabeza. Me acomode en el puesto de la ventana y el Ale saco el apoyabrazos que se interponía entre nosotros.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora