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Los papeles se invirtieron… y no solo una vez.

¿Por qué? Les explico la huea al toque. Pasa que esta vez fui yo la que le rogó al Tomy que me apañara a la caga de fiesta. Pasa que esta vez fui yo la que se siente más culpable que la mierda y pasa que… deje mi orgullo de lado. Me decidí por buscar al Ale y decirle que la cague. Por eso estoy aquí ahora. En la casa del Rigo, sin cachar una y mirando al Ale con toda la potencia que puedo acumular.

Debo agregar también, que me quede como hueona mirándolo. Allí de pie, en un grupo de cabros de cuarto.

Me enojó que se viera tan rico… ahí con su pelo despeinado y esa ropa oscura que lo hacía tan… ya mejor me calló.

—Hueona, mátame. Vino el Bastián y me está mirando —dijo, entredientes el Tomás sujetando mi brazo. Estaba de pie a mi lado casi comiéndose las uñas. Yo había dejado de caminar ante la visión del Ale a solo metros.

De fondo estaba sonando “ahora dice”.

Que huea más apropiada, pensé.

—Hoy día te comes a ese hueón, Tomás —hablé, como hechizada sin despegar mis ojos del Alejandro. Lo sorprendente es que él tampoco lo hacía. —Hoy día… los dos tenemos que hacer algo. Dejemos el hueonismo de lado.

Entonces, empecé a caminar. El Tomy seguramente estaba boquiabierto, pero no me importo. Quería hablar con el Alejandro… yo… ay, mierda. No sabía que estaba haciendo, para variar. Lo único que sabía es que el viernes la había cagado. El Tomás igual me había puteado, diciéndome que lo había juzgado mucho.

Tragué saliva. El Ale no hacía nada por venir, solo me miraba. Tendría que ir a ese grupo culiao…

Trate de sacar toda mi perso, puse mi mejor sonrisa y una vez que llegue, los mire.

—Hola, chiquillos —dije, a lo Diana Bolocco.

El Rigo fue el primero en verme. Miró al Ale con una ceja alzada, sin embargo, me sonrío automáticamente.

—¡Tamy! ¿Cómo estai? ¿Teni chela? —pasó un brazo por mi hombro, ofreciéndome su vaso.

Yo lo tomé entre mis dedos, pero ni cagando me llevaba la huea a los labios.

—Yo… estoy bien —sonreí.

Miré esperando a que el Tomy estuviese a mi lado, pero él estaba hablando con el Bastián… conchetumare, me hizo caso. Bravo, amigo.

El Rigo me salvó de la incomodidad, me presentó a sus amigos y después ellos siguieron conversando. Me aparte un poco, para ganarme al lado del Ale, el cual me observaba con ojos curiosos y algo más… solo que no sabía que era.

—Hola… —murmuré.

Él frunció las cejas. Tipo: ¿Me hablas a mí?

Hacete el hueón, no más.

—¿Ahora soy digno para que su señoría me hable? —se burló.

Me mordí el interior de la mejilla, parándome a su frente. Tuve que alzar la cabeza para mirar sus ojos.

Puta, que se ponía pesao…

Ya si sé. Yo era la menos indicada para hablar de pesadez, pero igual no más.

—Quiero hablar contigo.

Él sonrío, negando con la cabeza. Tiró su vaso con copete a un basurero que estaba a centímetros.

—¿Para qué? Tú no quisiste hacerlo. Quedé como hueón. —su voz desprendía reproche.

Crucé los brazos sobre mi pecho, alzando mi barbilla. El nerviosismo me estaba poniendo las palmas sudorosas y no podía quedarme quieta.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora