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Cosas que nunca más volveré hacer:

Uno: Decirle a mi mamá que mi “amigo” si viene a almorzar.

Dos: No agarrarla pal huebeo con que cocina mal porque los chalazos en la raja duelen.

Pasa que el culiao del Ale si va a venir a almorzar, po. Y mi mamá se desesperó cuando le dije, mucho más cuando la agarre pal leseo con su comida. Se pico a chora y me aseguro que iba a cocinar las papas mayo más ricas del mundo.

Ella era una mujer que le encantaba impresionar con la cocina, mucho más cuando venía gente. Decirles que cuando vino el Tomy por primera vez hizo lasaña y pastel de papas al mismo tiempo. Yo cacho que por eso mi amigo la adora.

—Vai a lavar la lechuga, Tamara. Y bien lava ¿me escuchaste?
—ordeno mi mami, cuando llegue a la cocina.

Ella estaba lavando las papas para disponerse a cocerlas. Mientras mi papá estaba en el patio prendiendo el fuego para comenzar a hacer el asao.

La huea es que hoy era domingo de asadito y pareee que iba a venir mi abueli. Y ayer mi papá me había dicho que invitará al Ale. Igual al principio como que acepte por huebiar, pero ahora me estaba cagando. Seguro mis papás pensaban que ya habíamos hecho el Kama Sutra completo. Ah casi.

—No me gusta lavar la ensalah, oh —reclame, abriendo el refri y sacando la bolsa con lechugas.

—Voh lava la huea, no más —me corto ella.

Su pelo castaño tío Nacho al peo estaba en un moño sobre su cabeza y andaba con unas calzas Adidas versión persa. Ay, si mi mami era más linda.

Refunfuñe, empezando a sacar las hojas llenas de tierra y bichitos verdes. ¿Dónde chucha compró mi papá estas lechugas?
Por un momento reí internamente pensando en echar la huea llena de bichos y que el Ale se las comiera, pero después negué alejando mis pensamientos ahueonaos.

—¡Bichita más linda!

El grito de mi abueli me hizo darme vuelta. Sonreí de oreja a oreja cuando la vi entrando a la cocina con paso de Diosa. Mi wely era de esas viejitas a la moda. Era mi gurú.

—¡Wely! —grité, casi echándome encima de la iñora. Ella me abrazo con fuerza. Su aroma a jabón y perfume Avon me inundo la nariz.

—¿Cómo estai, mi bichita? —me preguntó, cuando nos separamos. Su pelo negro con canitas le cayó en ondas por su espalda. 

—Bien. ¿Y usted? —quise saber, pasándole mi brazo por la cintura. Era bajita y me gustaba abrazarla. Ay, si amaba a mi wely. Se me salía todo lo mamona con ella.

—Más rica que nunca. Tanto que tu awelo no me hubiese podido espantar los moscos —dijo, toda coqueta. Yo me reí.

Mi mamá sonrío secándose las manos en un mantel, se acercó a ella y la abrazo.

—Hola, mamita. —le dio un beso.

—¿Cómo estai, mi chiquitina?

Las dos se pusieron cariñosas y hablaron algunas cuestiones, mientras yo volví a lavar la lechuga. Pero de pronto, mi wely llegó al lado mío y me miró con cara de pervertida.

—¿Qué onda, wely? —interrogue, con una sonrisita.

—Dime al tiro quién es el dueño del paté que conquisto tu hallulla.

¿Qué chucha? Me cague de la risa, mientras la miraba. Mi mamá negó con la cabeza, riéndose igual.

—¿Qué está hablando, iñora por Dios? —me hice la hueona.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora