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Los labios me dolían de la manera más deliciosa posible, ah. Había terminado de darle un segundo beso al Ale y él parecía impactado de que haya sido yo quién inicio el contacto.

El hueón estaba sonriéndome como tonto cuando me aleje de sus labios. Sus manos no abandonaron mis caderas.

—¿Qué hora es? —pregunté, retirando mis manos de sus hombros.

Él despego una de sus manos de mi cadera derecha para cachar su celular.

Frunció las cejas.

—Son las cuatro treinta y tres
—respondió.

CHUCHA. ME HABIA PASADO YA.
MaracaCienta, hora de volver a casa.

—¿Qué vay hacer ahora? ¿Volverás a tu casa? —quise saber, mirándole directo a sus ojazos negros.

Era más feo el culiao. No mentira, si era más rico. Y yo me lo había comido, ah.

Las facciones del Ale se arrugaron.

Sostuvo mis caderas, sin embargo, se puso de pie. De frente en esta nueva posición, con cuea le llegaba un poco más arriba de la pera. Era terrible de alto en comparación a mi mini altura.

—No. Me iré a la casa del Rigo.

¿El Rigo? Aaaaah su amigo. El hueón que me llamó. Mierda, ahora que me acuerdo no le avise que el Ale estaba bien.

Asentí. Dejé caer mis manos a mis costados, pero luego la preocupación maricona vino a mí de nuevo. Pase mis manos por el pelo del hueón mientras suspiraba.

¿Qué me estabai haciendo Ale culiao?

—¿Estai mejor ahora sí?
—pregunté.

El Ale se agachó para darme un beso en la pera.

—Porque estás conmigo aquí.

Su respuesta hizo que hueas raras dentro de mi guata pasaran… o capaz quería cagar no más. Weno, pero fue bacán. Una sensación culia rica arraigándose en mis venas.

Sonreí al oírle decir eso. Pase la última vez mis manos por su pelo negro, porque lo tenía suavecito y luego, exhale fuertemente.

—Me tengo que ir. Antes que me cachen.

Él asintió, comprendiendo completamente. Me tendió su mano y en silencio caminamos hasta su auto.

(…)

Cuando el Ale se estaciono en la misma esquina de siempre -me sentía maraca con eso, ah- lo miré un segundo. Se veía más tranquilo y relajado. Cuando el motor se apagó, dio vuelta su cara, devolviéndome la mirada.

Carraspeo.

—En serio, Tamy… muchas gracias por lo de hoy… yo… nunca me voy a olvidar de esto. —rompió el silencio, tomándome la mano.

Unas ganas culias de abrazarlo me asaltaron de repente, pero ya se me estaba saliendo mucho lo mamona así que solo sonreí con algo de timidez

—De nada, Ale… puedes contar conmigo —aseguré.

Porque era la pura verdad, no más. Si yo podía ayudarlo, lo iba hacer caga de la risa.

Su respuesta fue una sonrisa derrite ovarios.

Estaba lista para bajarme, pero me puse a debatir mentalmente.
¿Le daba un piquito o un beso en la mejilla? Oh, chucha. Yo no servía para estas hueas.

—Nos vemos —susurré, acercándome a él.

Le iba a dar un beso en la mejilla no más, pero el Ale fue más rápido. Tomó mis cachetes suavemente e impacto su boca despacio en la mía, logrando que mis ojos se cerraran. Sus labios se deslizaron con los míos unos segundos, para luego solo presionar con seguridad. Toda mi guata se volvió gelatina y mi piel ardió.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora