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Me removí en la superficie cómoda en la que me encontraba recostada. Algo me pesaba en el estómago y cuando abrí los ojos me di cuenta que el Ale dormía plácidamente a mi lado, con su brazo rodeándome el cuerpo. Lo mire un segundo. Se veía tan tranquilo. Suspire.

Al mirar a través de la ventana, me di cuenta que ya estaba atardeciendo. Chucha. Ya era hora de que me fuera a mi casa. Con dificultad y mucho cuidado de no despertar al Ale me levante. Revise mi celular, cachando que eran las 6:45 de la tarde. Debatí entre la idea de despertarlo o solo irme. Parecía tan relajado que me dio pena tener que hablarle. Así que busque mis cosas, me acerque a él y como si temiera que se rompiera le di un beso en la mejilla.

Cuando bajé a la sala, vislumbre a su mamá sentada en el living tecleando en su computadora. Al pasar por su lado, ella alzo la vista.

—Se me hizo algo tarde, así que me voy a mi casa —dije, con timidez. —El Ale se quedó dormido, no quise despertarlo. Gracias por el almuerzo.

—¿En qué te iras? —quiso saber, centrándose en mi presencia.

Me encogí de hombros.

—El colectivo pasa a unas cuadras de aquí, no se preocupe.

—Tengo que salir ahora, yo paso a dejarte. Además, es obvio que el Alejandro se quedara preocupado.

Se levanto, guardando su computadora. Tomo algunas cosas y la seguí sin protestar. Cuando salimos afuera, ella se subió a un jeep rojo que nunca antes había visto. Me subí al copiloto. Le indique la dirección y partimos. En el aire se notaba cierta tensión, era obvio que con lo del Armando toda esa fachada de buena onda y disimulación se había caído. Sin miedo a equivocarme podría decir que toda la amabilidad que me mostro fue ensayada. Cuando íbamos a unos cuantos minutos de camino, ella habló:

—Gracias.

La mire confundida. Su rostro estaba serio y su mirada seguía enfocada en la calle.

—¿Por qué? —pedí saber, alzando una ceja.

¿Por qué ella iba agradecerme? No tenía nada de que agradecerme.

—Se nota que tienes influencia sobre mi hijo. Pero influencias que son buenas, que lo ayudan. —ella suspiro, como si tuviese que resignarse a algo que no le gusta. —El Alejandro lo ha pasado mal. Desde chico vivió cosas que le han afectado. Tú hoy viste… viste cómo se comporta el Armando. El Ale vio cosas peores desde mucho antes. Me di cuenta que él confía en ti, así que espero que no te tomes esto a mal. —explico, mirándome de vez en cuando —Mira, no soy una buena mamá, quizás ni siquiera he podido estar para él de la manera en que lo merece —sus ojos se llenaron de lágrimas, pero mantuvo una expresión dura, del tipo de personas que no se dejan amedrentar, que temen que las vean llorar —Pero yo te juro… te juro que mi hijo es lo único que me importa en este mundo. Es lo que más amo. No he usado las mejores maneras para demostrárselo. He sido dura y exigente, solo porque deseo que él logre cosas que lo hagan feliz. Solo… solo quiero pedirte que, por favor no le hagas daño… Ustedes son demasiado jóvenes aún. No sé lo que realmente se traen, pero yo vi la forma en que él te miraba… le importas. Así que, por eso mismo, te pido esto. Y… aunque suene egoísta, si tú ves que él quiere alcanzar algo… algo que quizás no esté cerca de ti. No se retengan.
—finalizó.

Para ese momento, mi corazón parecía haberse helado por una fracción de segundo. ¿Qué chucha? ¿Qué me estaba queriendo decir?

—¿Qué me está queriendo decir? —interrogue, sin sacarle mis ojos de encima.

Ella cuadro los hombros, sus ojos azules me devolvieron la mirada cargada de advertencia.

—Los planes de Eduardo siempre han sido que el Ale se vaya. Y yo estoy de acuerdo con eso.
—sentenció —Él tiene muchas posibilidades fuera de aquí, y mientras podamos dárselas, lo haremos. Sé que él no te lo ha dicho, quizás porque ni siquiera quiera irse. Pero ahora lo sabes. Se ve que eres una niña buena, y no me opondré a tu relación con mi hijo. Pero esa es la verdad. No quiero que cuando ese momento llegue, alguno de los dos sienta que debe retenerse por el otro. —dijo, estacionando el auto. Ni siquiera me había dado cuenta que llegamos. Me miro —No quiero que lo retengas.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora