Capítulo 3.

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El resto de mi día se resume en ver películas en el sofá con mi madre. Quizás me llamarían aburrida por tener 18 años y pasar la tarde viendo películas con mi madre, pero esto era sin duda alguna una de las muchas cosas que echaría de menos cuando me fuera.

-¿Tarde de chicas? – Mi padre aparece por la puerta y tirándose entre mi madre y yo, haciendo que quedemos demasiado apretados en el pequeño sofá biplaza.

-Papá, me… estas… ahogando… – Digo fingiendo estar ahogada y provocando que mi padre se levante en menos de un segundo de un salto.

-Lo siento Alli ¿Estás bien? ¿Traigo agua? – Dice examinándome de arriba abajo con cara de preocupación.

Miro a mi madre por un segundo antes de que ambas estallemos en carcajadas. No puedo creer que se lo haya vuelto a creer ¿Cuántas veces ha caído en la misma broma desde que empecé siendo una niña pequeña? Él nos mira como si estuviera delante de dos dementes y él fuera la única persona cuerda en esta familia.

-Papá no puedo creer que te lo hayas creído – Digo mientras suelto una carcajada detrás de otra.

-¡Eh! Sabes que me asusto fácilmente. La culpa es tuya por mentirosa – Dice sentándose en el otro sofá y cruza los brazos en señal de enfado como los niños pequeños. La sonrisa que cruza su cara lo delata.

-¡No soy una mentirosa! Era una broma y eres demasiado inocente como para resistirme – Murmuro mientras me levanto para sentarme con él. Apoyo mi cabeza en su pecho y él me estrecha contra sí.

Podré tener dieciocho, diecinueve o veinte años, pero jamás podría cansarme de estar así con mis padres. Me encanta abrazarlos cada vez que tengo ocasión y crear pequeñas discusiones como si fuéramos dos niños pequeños para terminar con un pastel mal horneado en forma de disculpa.

-¿Queréis pizza para cenar? – Pregunta mi padre después de unos minutos abrazados en los que reinaba el silencio.

-Sí. Voy a darme una ducha mientras la preparáis – Me levanto y me encamino hacia las escaleras a toda prisa.

-Que te vayas a mudar no significa que te libres de preparar la mesa para cenar – Añade mi madre mientras cruza la puerta de la cocina riéndose.

-Lo sé, pero hoy es una excepción – Grito mientras subo los últimos escalones rápidamente para que no pueda decirme nada más.

Todos mis pijamas están metidos en las maletas por lo que no tengo nada que ponerme. Rebusco por todos los cajones de mi cómoda hasta encontrar unos shorts en uno de los cajones, pero no hay rastro alguno de camisetas. Dejo de buscar y saco una camiseta larga del armario de mi padre, no le importará. Me meto en baño para intentar relajarme bajo el agua caliente. Deshago toda mi ropa sucia arrojándola a la cesta. Dejo que el agua moje mi pelo completamente antes de enjabonar. Mientras lo hago empiezo a pensar en cómo ha cambiado mi vida en un mes, cómo ha pasado de todo a nada.

Se podía decir que lo tenía todo. Una buenísima relación con mi familia, un grupo de amigas increíbles con las que podía sentirme cómoda y un novio que quería con locura y me hacía feliz ¿Qué más podía pedir?

Que fuera real.

Toda mi maravillosa vida, o lo que yo creía maravillosa, había sido una falsa en su mayoría. ¿Amigas? Ni siquiera estaban conmigo porque me tuvieran aprecio, sólo hablaban conmigo por estar cerca de mi novio. Otro que tal baila. Sí, era mi novio y el de otras chicas al mismo tiempo. Llegué a esa conclusión el día que lo descubrí en su coche con una chica pelirroja sobre él. No tuvo ni el valor de separarse de ella cuando me vio allí parada, ni una excusa capaz de inventar.

“No es mi culpa” dijo con una sonrisa en su cara mientras volvía a atacar los labios de aquella chica ligera de ropa. No le importó que yo estuviera delante de él con el rostro bañado en lágrimas y yo tampoco tenía el valor suficiente para enfrentarlo. Lo único que pude hacer fue volver corriendo a mi casa y encerrarme en mi habitación a llorar con la esperanza de que todo fuera una horrible pesadilla. Quería creer que solo estaba durmiendo y era un mal sueño. Al darme cuenta que no despertaba empecé a tener la esperanza de que un día volviera pidiendo perdón y rezando por su error.

A la semana siguiente toda esperanza se había desvanecido y yo me había convertido en una persona vacía.

Todo fue monótono hasta que mi madre decidió intervenir en toda la historia. Se propuso recordarme que tenía dieciocho años y ella no me había educado para dejarme hundir, debía luchar por mi felicidad. Entonces una idea brilló en nuestras mentes: Un viaje. Mudarme a Los Ángeles nunca había entrado en mis planes, por lo menos a esta edad, pero cuando mi madre me propuso la idea de alejarme de todo por un tiempo… La idea sonaba bastante atractiva y no podía negarme a aceptar.

Nos habíamos decidido por un pequeño apartamento en el centro ya amueblado. Exteriormente todos los edificios parecían frías oficinas y el interior las acompañaba, no quería vivir en un lugar donde siempre estuviera rodeada de hombres con traje y mujeres metidas en faldas de tubo con tacones extravagantes. Finalmente encontramos uno bastante agradable, no era la idea que siempre había tenido en mente, pero era perfecto para empezar. Cada vez que pensaba en vivir sola en una ciudad donde no había estado nunca me aterraba la idea, pero sabía que oportunidades así no se presentan todos los días y debía lanzarme.

Una vez que termino y estoy vestida arrojo las toallas al cesto. Salgo a mi habitación y peino mi melena preparándola para el día siguiente. Mi vuelo saldrá a las ocho de la mañana y entre mis pensamientos no está el de madrugar tiempo extra para arreglar mi pelo. Justo cuando estoy terminando mi padre entra en mi habitación sentándose en mi cama sin decir nada.

-Papá – Digo a modo de saludo. Giro mi cuerpo para mirarlo y dejo la parte baja de mi espalda apoyada en el mueble.

-Te voy a echar de menos – Sus palabras hacen que mi corazón se apriete y caiga hasta el suelo.

-No me voy para siempre, vendré en vacaciones – Intento animarle mientras me siento a su lado y le abrazo por la cintura.

-Lo sé, pero va a ser extraño. Eres mi única hija y no puedo hacerme a la idea de que te vayas a otra ciudad, para vivir sola, sin mí.

No respondo. Simplemente le abrazo queriendo disfrutar del momento. Cuando él me abraza es como volver a sentirme pequeña y nada malo puede pasarme porque mi padre está conmigo.

-Creo que es hora de que te vayas a dormir, mañana tenemos que madrugar mucho y no quiero que pierdas ese vuelo – Dice separándose de mí y poniéndose de pie. Puedo ver el brillo en sus ojos pero decido no decir nada al respecto

-Buenas noches, papá – Digo mientras me acomodo en la cama y estiro el brazo por encima de mi cabeza para apagar la luz.

-Buenas noches, cariño – Agarra el pomo de la puerta y tira de él hasta cerrarla completamente.

Me quedo tumbada mirando al techo. Sonrío al pensar que mañana todo cambiará, ya no seré esa chica ingenua que confía en todo el mundo.

Changes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora