Capítulo 2.

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Miro desde la ventana de la cocina como mis padres recoger la ahora quemada papelera junto a todas las virutas negras de ceniza que han volado por todo el césped, manchándolo con los restos de mi tristeza.

Mi madre tenía razón cuando decía que lo mejor para olvidar es borrar los recuerdos. No he olvidado, pero gran parte del dolor ha sido extinguido junto a aquella camiseta en el fuego. Devuelvo la vista al patio y una sonrisa aparece en mi rostro al ver como mi padre agarra por la cintura a mi madre para dejar un suave beso en sus labios.

Ellos siempre han sido así. Desde pequeña estoy acostumbrada a ver a mis padres besarse, abrazarse o, simplemente, tocar la mano del otro en cuanto tenían oportunidad con cualquier excusa sin pretexto alguno. Después de demasiados años como para recordar, se siguen queriendo con la misma intensidad del primer día.

Siempre soñé con encontrar a esa persona que me hiciera sentir especial, que lograra hacerme única. Pensé que la había encontrado, pero solo era un espejismo en mitad de mi dulce sueño convertido en pesadilla. Yo no era especial y mucho menos única. Éramos varias chicas en el mismo cuento de hadas compartiendo el príncipe azul. Quizás por eso falló mi historia, vivía cada momento como si estuviera en un sueño, un sueño mágico y maravilloso, hasta que me olvidé de una cosa imprescindible: Cada sueño tiene su hora de despertar.

-¿Alli, estás ahí? – Pregunta mi padre agitando su mano delante de mí. Sus labios forman una sonrisa. La misma sonrisa que ha conseguido animarme hasta en los momentos más oscuros junto a una mirada risueña. Siempre envidiaré eso de mi padre, su mirada consigue transmitirla misma felicidad que tiene un niño en la mañana de navidad. Pero hace semanas que esa luz en sus ojos se apagó.

-Sí. Sólo estaba pensando – Digo dibujando una tímida sonrisa en mi cara intentando sentirme menos culpable por el apagón inesperado de sus ojos. Muy en el fondo sé que es culpa mía.

-Wow ¿Qué ha sido eso? ¿Una sonrisa? – Dice con una enorme cara de sorpresa mal fingida, cosa que hace que mi sonrisa aumente volviéndose más real y empiece a reír.

-Si papá, una sonrisa – Respondo mientras me siento encima de la encimera provocando una mala mirada por parte de mi madre. Siempre ha odiado que me suba a los muebles para sentarme cuando tengo una “Preciosa mesa rodeada por sillas a pocos metro” pero es una manía que no puedo remediar y siempre termina diciéndome que no soy un mono para andar subiéndome a los sitios.

Muy en el fondo sé que mi padre lleva razón, yo antes sonreía todo el tiempo. Fuer la circunstancia que fuera una sonrisa adornaba mi rostro en todo momento, reía hasta por el comentario más tonto, y ahora… ¿Qué ha pasado? ¿En qué momento de mi vida dejé que me hundieran tanto?

-Me tengo que ir. He quedado con Mark para ayudarle con un problema con su coche – Mi madre deja un beso en mi cabeza y besa a mi madre – Volveré para cenar – Termina antes de salir por la puerta.

Nos despedimos de él con una sonrisa y desaparece de la cocina dejándonos a mi madre a mí a solas.

-¿Quieres un café? – Dice mi madre mientras se sirve una taza. Asiento con la cabeza mientras bajo de la encimera y me encamino a la mesa de color blanco – ¿Quieres hablar? – Pregunta y coloca una taza humeante en la mesa frente a mí. Se sienta con su taza entre las manos y asiento de nuevo con la cabeza – ¿Cómo te sientes después de quemar eso?

-Extraña. Es como si una parte de mí se hubiera quemado junto a esa camiseta. Suena extraño, pero es como me siento realmente – Digo y quedo consciente de lo loco que suena.

-No es extraño. No sólo has quemado una camiseta, con ella has borrado los recuerdos a los que estaba ligada, y lo más importante, has dejado salir el dolor. Llevas demasiado tiempo guardándolo todo cariño, alguna vez tenías que dejarlo salir.

-Supongo que tienes razón, pero me sentía tan mal. Tan destruida por dentro – Digo mientras siento mis ojos aguarse, pero a estas alturas me da igual. No lo ocultaría mas por hoy, estoy cansada de esconder.

-Te entiendo, pero ahora debes pensar que él te ha perdido a ti, y no tú a él.

-Sí, me ha perdido a mí, pero ya tenía pensado con quien reemplazarme – Digo. Siento el enfado comenzando a crearse en mi interior.

Jamás me he visto obligada a pasar por algo así, pero siempre he escuchado que cuando alguien pasa por una ruptura debe atravesar varias fases, desde la tristeza hasta la felicidad hay muchos escalones. Creo que acabo de empezar a subir el escalón del enfado. Odio estar enfadada porque eso significa no tener filtro y suelto todo lo que cruza mi mente sin importarme a quien arrastro por el camino.

-Alli, sé que no es agradable encontrar a tu novio, con el cual llevas tres años, con otra chica. Sé que duele muchísimo, pero tienes que superarlo, no puedes quedarte en casa llorando cada noche y por la mañana fingir que no ha pasado nada – Dice provocando que quede sorprendida. Ella nunca ha sido tan directa ni tan clara conmigo. No puedo imaginar lo que debe pasar por su mente para hacerle hablar así.

-Sé que tienes razón ¿Por qué te crees que me voy? ¿Por gusto? No, me voy a para alejarme de toda esta mierda e intentar ser feliz, mamá – Digo alzando mi tono de voz y dejo salir una pequeña parte de mi rabia contenida mientras nuevas lágrimas caen por mi cara, las recojo rápidamente.

-Lo sé, Alli pero entiéndeme como madre. Estoy cansada de oírte llorar por la noche hasta la madrugada, de ver que llevas tres semanas sin sonreír, que apenas comes y todo por culpa de un niñato mimado que no supo valorar lo que tenía – Dice con brillo en sus ojos – Sólo quiero que seas feliz.

No tenía ni idea de que ella supiera todo eso. Nunca me ha gustado que la gente me viera llorar, ni mis padres y siempre hacía todo lo posible para que nadie me viera o escuchara, pero mi madre se había dado cuenta y eso actúa como pulsador para abrirme los ojos.

Veo como sus ojos se aguan y me levanto para abrazarla, la echaré de menos. Después de unos segundos me separo de ella y vuelvo a mi asiento.

-Lo sé, mamá. Por eso me alejo de todo esto, aquí cada lugar me recuerda a él y eso no me hace bien. Necesito cambiar de aires, conocer nuevas caras – Digo con esperanza en mi voz.

-Eso es exactamente lo que necesitas y estoy segura que todo mejorará. Te lo prometo – Me regala una de sus mejores sonrisas, esas que sólo saben poner las madres.

Terminamos el café acompañándolo de pequeñas risas. Soy consciente que no voy  al fin del mundo, pero así se siente. Jamás he estado tanto tiempo separada de mis padres, esto es completamente nuevo para mí. Comenzar una vida en un lugar nuevo, con personas nuevas a mi alrededor e intentando ser una nueva chica. Sólo pensarlo hace que me dé vueltas la cabeza.

Pero estoy segura que todo esto hará cambiar mi vida, y como dice mi madre todo mejorará.

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