¡Mamá!
¿Guillermo?
¡Ya estamos en casa! ¡Tengo una sorpresa!
Se oyeron los pasos presurosos de la madre corriendo por el pasillo. Su acalorado rostro asomó por el marco de la puerta del recibidor.
—¿Le ha pasado algo a nuestro Samuel? —preguntó con la mano en la zona del corazón mientras respiraba sofocada.
Guillermo resopló —¿Nuestro Samuel? No, desgraciadamente no le ha pasado nada. Sigue aquí, tan idiota como siempre —añadió señalando al castaño, que, estaba demasiado ocupado con la vista fija en el nuevo miembro de la casa, no tenía oídos para nada más—. ¡He recogido a un perrito!
¡Eso es fantástico! ¡Hacía tiempo que no teníamos animales en casa, ya era hora! —gritó la madre.
Samuel sonrió ligeramente y, acercándose a Guillermo, le susurró al oído: Ah, ¿no? ¿Y tú hermana qué es?
¡Cállate, tú aquí no tienes ni voz ni voto! —exclamó Guillermo al tiempo que le propinaba un codazo.
Guillermo, no le hables así a nuestro invitado —le reprochó la señora Diaz, que ahora acariciaba las orejas del perro—. Bueno, tendremos que buscarle un nombre. Samuel alzó una mano deseoso de dar su opinión.
¿Pulga? ¿Apestoso? —preguntó el castaño sonriente.
Oh, no, Samuel cariño... —hablo Abigail y se llevó un dedo al mentón en actitud pensativa—. Podríamos llamarle...
¡Hostia, qué es eso! —gritó Karol, que a causa del alboroto había acudido al lugar de reunión familiar.
«Estúpido, mira que no saber lo que es un perro...», pensó el castaño, con la vista fija en las rastas de la recién llegada.
Lo he encontrado en el bosque —explicó Guillermo orgulloso.
... revolcándose en un charco de barro —añadió Samuel.
¡Joder! Pues para ser de la calle... está bastante limpio, ¿no? —repuso Karol mientras achuchaba al animal.
Samuel se acercó de nuevo a Guillermo, inclinándose ligeramente —Dime que eso ha sido una ironía o me muero.
Guillermo le ignoró. Todos dejaron de lado al estudiante de intercambio para centrarse en el nuevo miembro de la familia.
¡Ya sé cómo vamos a llamarle! —Karol alzó las manos, feliz—. ¡Whisky!
¿Y por qué no vodka, tequila o vino? —preguntó Samuel intentando no reír—. También son muy bonitos —añadió con inocencia.
Guillermole dirigió una mirada de reproche, repiqueteando con el pie en el suelo, de brazos cruzados.
Me recuerdas a mi abuela —objetó Samuel tras evaluar a Guillermo— Aunque, creo recordar, ella tenía la piel más tersa. A los ochenta —añadió.
¡Cierra la boca! Tú no tienes derecho a opinar en este asunto.
Guillermo, cielo, deja que él también participe —la regañó su madre mientras acariciaba al perro, que estaba en los brazos de Karol— Ahora es parte de la familia.
Samuel sonrió triunfal —Eso, ahora somos familia, Guille. —Y le dio un codazo, con una sonrisilla traviesa entre abriendo los labios.
El pelinegro le perforó con la mirada, sintiendo un electrizante cosquilleo de terror ante la idea de compartir parentesco con aquel enfermo. Suspiró resignado—Mejor me callo —concluyó.
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Muerdago
Teen FictionSamuel, un chico de la alta sociedad española, va a pasar las vacaciones de Navidad con los Diaz, una familia de clase media. Guillermo será el encargado de hacer de anfitrión, pero la verdad es que no lo tendrá nada fácil: la personalidad egocéntri...