A su alrededor se cernía la oscuridad, pero podía distinguir una fina cortina ondeando por la suave brisa de la noche. Samuel se incorporó lentamente de la cama y se aproximó a la ventana para retirar la cortina a un lado, permitiendo así que el resplandor de la luna iluminase la pequeña habitación donde se encontraba. Justo en ese instante, escuchó un sonido aterrador.
Hierro deslizándose por el suelo, como si alguien estuviese arrastrando una pesada cadena por el piso de madera sobre el que descansaban sus pies descalzos. Agudizó la mirada intentando descubrir de dónde provenía el misterioso sonido, y vislumbró cómo se materializaba frente a él la figura fantasmagórica y gris de... Karol.
Samuel gritó y dio un paso hacia atrás—Tío, no seas nenaza—se quejó el fantasma de Karol.
—¿Es-es-tás muerta?—tartamudeó Samuel.
—¡Pues claro, joder!
Karol movió las manos arriba y abajo, como si bailase la samba brasileña, y el sonido de las cadenas que ataban sus manos se intensificó hasta que Samuel tuvo que taparse los oídos.
—Vale, lo he pillado, deja de bailar —dijo —¿Por qué estás aquí?
—¿No conoces la historia de los tres espíritus y el tío gruñón que debe aprender a ser más simpático?
—¿Te refieres a Canción de Navidad de Charles Dickens?
—A tanto no llego, tío —Karol se encogió de hombros—Pero el caso es que he venido para enseñarte las consecuencias de no ser un tío enrollado.
En un rápido movimiento, la mano de Karol rozó la suya, y Samuel se apartó bruscamente golpeándose en la espinilla con la mesita de noche.
—¿Qué haces? —Karol avanzó hacia él arrastrando las cadenas a su paso.
—¡Me he hecho daño!— Samuel se frotó la pierna— ¡Además estás como un témpano y mi piel es muy sensible! ¡Exijo una compensación!
—Déjate de tonterias, no tenemos mucho tiempo. Tengo que enseñarte tu pasado, tu presente y tu futuro yo solo porque no había presupuesto para contratar a dos espíritus más.
Samuel bufó con indignación— ¡Ya veo lo que le importo a los ancestros! ¡Qué desfachatez!, ¡pero si mi linaje es multimillonario desde 1523!
Karol ignoró sus palabras y le agarró de la camiseta del pijama con fuerza hasta sacarlo volando por la ventana, mientras Samuel gritaba aterrorizado con los ojos cerrados. Cuando volvió a abrirlos, instantes después se encontraba flotando en lo alto del cielo nocturno junto al fantasma de Karol que le miraba sonriente.
—¡Quiero bajar!
—Relájate, tío, Carpe Diem.
Samuel observó la inmensa ciudad que se extendía bajo ellos y rápidamente supo que volaban sobre Madrid, su hogar. Sin soltar su camiseta del pijama en ningún momento, Karol le arrastró hacia abajo a través de humaredas de contaminación que emanaban de casas y fábricas hasta que, tras unos segundos que se le antojaron eternos, sus pies descalzos volvieron a tocar tierra al fin.
—Joder, qué pedazo de choza, chaval— Dijo Karol.
Samuel abrió los ojos lentamente descubriendo una estancia que le era sumamente familiar. En lo alto del techo abovedado colgaba una gigantesca lámpara de araña, repleta de diminutos cristales tallados a mano que relucían coronando el gran comedor de su añorada mansión. Vislumbró también las largas cortinas rojas que colgaban de sofisticados ribetes dorados, el reluciente suelo de mármol gris, los carísimos cuadros que revestían las paredes blancas... y, finalmente, la mesa principal sobre la que reposaba la cubertería de plata y la prestigiosa vajilla de porcelana china —¿Qué se supone que ocurre ahora? —preguntó Samuel.
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Muerdago
Teen FictionSamuel, un chico de la alta sociedad española, va a pasar las vacaciones de Navidad con los Diaz, una familia de clase media. Guillermo será el encargado de hacer de anfitrión, pero la verdad es que no lo tendrá nada fácil: la personalidad egocéntri...