Cuando Guillermo logró organizar a los invitados y consiguió que todos abandonaran su casa, Samuel miró a su alrededor en busca de los numerosos coches en los cuales, supuestamente, irían hacia el Sala Gold. Pero, curiosamente, allí solo había un coche y, teniendo en cuenta que era el vehículo del dueño de Golpes y Sangre, Samuel desechó la opción de ocupar uno de sus asientos.Bien. —Guille respiró hondo— Katie e Isabelle me han dicho que irán con Esteve en su coche, así que quedan dos asientos libres. ¿Queréis ir con ellos, Rubius, Mangel? —preguntó, señalando a los dos amigos del brother de Samuel.
Ellos asintieron gustosos y se dirigieron hacia el coche siguiendo al grandullón. El castaño agradeció perder de vista aquellos puños y sintió una calma profunda que invadía su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. La chica del pelo rosa y las horripilantes gemelas ya no parecían tan malas opciones en comparación con «aquello» que acababa de marcharse.
¿Y cómo vamos los demás? —le preguntó a Guillermo.
¡En mi superfurgoneta! —respondió Karol, mientras terminaba de liarse el décimo porro (aproximadamente) de la noche.
¿Tu super... qué? — Samuel miró de reojo el garaje abierto de la casa de los Diaz. Entonces lo entendió todo, y el mundo pareció derrumbarse bajo sus pies.
Mientras todos caminaban directos hacia una furgoneta maltrecha y con un aire hippie, pintarrajeada de grafitis, Samuel permaneció quieto en el césped de la entrada, pálido como la luna que se alzaba sobre ellos.
Guillermo le tiró de la manga de la chaqueta —Venga, vamos, ¿a qué esperas?
No pienso montar en ese estercolero con ruedas.
Samuel, la superfurgoneta de Karol no es un estercolero —le reprochó el pelinegro.
¡Pero seremos como inmigrantes, todos amontonados atrás! —clamó el castaño—. Y, además, ¡ni siquiera es legal!
¿Qué importa que sea legal o no?
Verás, he trazado ciertos planes respecto a mi futuro y, como espero puedas comprender, el hecho de que la policía me encuentre en la parte trasera de una furgoneta ilegal junto a un montón de personajes estrafalarios, y siendo conducida por una Mendiga que va fumándose un porro, no es lo más aconsejable para que mis magníficos planes acaben cumpliéndose.
Guillermo cerró los ojos con fuerza y se armó de paciencia. Después, sabiendo que ya todos se habían acomodado en los dos banquitos que había colocado Karol en los extremos de la superfurgoneta, miró a Samuel casi a punto de llorar —¿No puedes olvidar quién eres solo una maldita noche?, ¿no puedes comportarte como un chico normal y corriente?
No —contestó él, sin un ápice de compasión.
¡Samuel, por favor, esta noche pretendo divertirme! No me apetece seguir siendo tu niñera.
Es que no lo eres.
¡Ya lo creo que sí! —Le miró suplicante— Te lo ruego, Samu...
El rostro del castaño se tornó pensativo un instante. Después, sorprendentemente, asintió en silencio y caminó junto a Guillermo hacia la furgoneta que, probablemente, provocaría el fin de su existencia. Los ojos del pelinegro le habían mirado de un modo tan desgarrador que casi había llegado a sentir cierta compasión hacia el. Sacudió la cabeza, alejando esos desagradables pensamientos que provocaban que se sintiera ligeramente culpable. Al llegar a la puerta trasera de la superfurgoneta de Karol, advirtieron que no quedaban sitios libres. A decir verdad, Claudia estaba sentada encima de Alexby a falta de espacio.
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Muerdago
Teen FictionSamuel, un chico de la alta sociedad española, va a pasar las vacaciones de Navidad con los Diaz, una familia de clase media. Guillermo será el encargado de hacer de anfitrión, pero la verdad es que no lo tendrá nada fácil: la personalidad egocéntri...