Escuchaba la voz de Guillermo lejana, como si el se encontrara en un mundo paralelo. Sonrió tontamente.
—¿No me has oído? ¡Son las seis de la tarde!
Se hizo un ovillo bajo las mantas y, cuando lo encontró junto a él, se abrazó a su cuerpo como si la vida le fuese en ello. Guille le dio un manotazo en el hombro y le sacudió con fuerza.
—¿Piensas levantarte algún día o tengo que llamar a la grúa?
Samuel parpadeó repetidamente antes de conseguir abrir los ojos. Bostezó. Se incorporó despacio y ojeó el interior de la tienda de campaña. Ya había anochecido, la oscuridad lo invadía todo. Le dirigió a Guillermo una mirada afilada.
—Gracias por romper el supuesto despertar romántico.
—¡Vamos, Samuel! Llevo diez minutos rogándote que despiertes de una vez por todas.
—¡Pero podría haber sido diferente! —Alzó las manos, consternado— En vez de pegarme, que me hubieses traído la merienda en una bandeja quizá habría sido una buena idea.
—¿Me has confundido con una de tus sirvientas o qué?
Samuel chasqueó la lengua, molesto. Se miró a sí mismo, tendido sobre las mantas, con los codos ligeramente apoyados en el suelo y el torso erguido. Movió un poco los pies, de lado a lado —Guille, no quiero alarmarte... pero lo mejor será que dejemos la discusión para otro momento.
—¿Qué te pasa ahora? —bufó.
—Se me han dormido las piernas. —Lo miró apenado, dedicándole un gracioso puchero.
Guillermo rió con ganas —Puede que sea porque me he dormido encima de ti. —Sacudió una mano frente a su rostro, quitándole importancia al asunto— Se te pasará en unos minutos.
Samuel frunció el ceño y se estremeció cuando empezó a notar un leve cosquilleo ascendiendo por las piernas —¿Es que no había sitio en la tienda y tenías que dormir sobre mi cuerpo?
—Tenía frío. —el pelinegro se encogió de hombros.
—Yo también tenía frío, pero no por ello he intentado aplastarte.
Guillermo sonrió tímidamente mientras el rostro de Samuel se contorsionaba en extrañas muecas a cual más ridícula a causa del electrizante cosquilleo que se adueñaba de sus extremidades inferiores. Le apartó sin excesiva delicadeza algunos mechones que le caían alborotados por la frente y le dio un beso en la nariz.
—seras pringao.
—Qué halagador, cariño.
Guillermo abrió mucho la boca y le señaló con el dedo índice. Samuel dobló las rodillas, ya casi no tenía las piernas dormidas —¡Me has llamado cariño! —explotó el pelinegro.
—¿Qué? — Samuel le miró sin comprender— No, claro que no.
—¡Acabas de decirlo!
—Lo habrás soñado.
Guillermo se hizo a un lado, escaló por el cuerpo de él y se sentó sin reparos sobre sus piernas. Le pellizcó las mejillas mientras una pícara sonrisa curvaba sus labios—¿Te da vergüenza? No tiene nada de malo.
Samuel se señaló las piernas, sobre las que el continuaba acomodado —No has tenido suficiente con echarte la siesta encima de mí, ¿verdad?
—Ahora no cambies de tema. —Acogió el rostro de Samuel entre sus manos— ¡Me has llamado cariño! —repitió, emocionado.
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Muerdago
Ficção AdolescenteSamuel, un chico de la alta sociedad española, va a pasar las vacaciones de Navidad con los Diaz, una familia de clase media. Guillermo será el encargado de hacer de anfitrión, pero la verdad es que no lo tendrá nada fácil: la personalidad egocéntri...