En cuanto los vio a lo lejos, Samuel reprimió el vehemente impulso de huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un importante examen. Asió del codo a Guillermo y se inclinó para hablarle al oído.
Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra ciudad.
Guillermo sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos. Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Samuel, cuyo rostro estaba ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de deliciosa nata montada.
Son simpáticos, tranquilo—dijo el pelinegro son riendo.
Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió el castaño en voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.
Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A Samuel se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al castaño un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes del derramamiento de sangre.
¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué? Linda barba por cierto deja delineados esos dientes..— parecía algo molesto.
Alexby, él es Samuel, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los presentó Guillermo, ignorando el comentario del primero.
Encantado de conoceros —dijo Samuel.
Todos rieron —¡Qué chico tan formal! —explotó Eva, que le dedicó un seductor pestañeo antes de mirar a sus amigos— No como estos, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla. Samuel torció el rostro dibujando una mueca de asco.
Guillermo se inclinó con disimulo hacia él—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.
Samuel lo miró apenado —Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.
Guillermo aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas, quitandole unos cuantos vellos de la barba y le libró de la pesada carga de gérmenes que tanto le preocupaban.
El castaño sonrió divertido —Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.
El pelinegro le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no estaba dispuesto a soportar sus juegos en ese momento. Samuel suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de Guillermo eran incluso más raros que el. El tal Alexby le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo. Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. Las dos restantes eran chicas. Ellas le observaban expectantes, haciéndole a Guillermo preguntas sin sentido sobre él, especialmente Claudia.
¿Y cómo se lleva con tu hermana? —preguntó una de ellas, Claudia.
Oh, pues... bien —balbució Guillermo, sin estar segura de qué decir al respecto.
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Muerdago
Teen FictionSamuel, un chico de la alta sociedad española, va a pasar las vacaciones de Navidad con los Diaz, una familia de clase media. Guillermo será el encargado de hacer de anfitrión, pero la verdad es que no lo tendrá nada fácil: la personalidad egocéntri...