Matt Hamilton miró nuevamente aquella cabellera negra tan negra como su alma había trazado muy bien cada paso que daría, para él había pasado el tiempo suficiente era hora de actuar subió el cristal del auto dando la orden a su chófer de que lo llevase a su oficina a la cual no tardaron en llegar.
Camino por la recepción dirigiéndose a su elevador personal no le gustaba compartir el mismo que sus empleados odiaba la manera en cómo se le quedaban mirando o escuchar aquel "buenos días señor Hamilton" acompañado de sus tan habituales e hipócritas sonrisas, como si él no estuviese al tanto de como hablaban de él en cuanto se encerraba en su oficina.
Llegó a su piso como ya era costumbre miró a su secretaria de muchos años la saludo con un asentimiento de cabeza al cual ella le respondió con un muy educado y formal.
—¡Buenos días señor Hamilton!.
Si alguien en todo el edificio sabía cómo tratarlo esa era ella. Entró a su oficina encendió su computador para ponerse al tanto con su agenda, sus ojos se posaron ante aquella carpeta que hace días no movía de su lugar la tomó en sus manos, no necesita abrirla ya la había leído lo suficiente y memorizado el contenido de la misma.
Tomó el teléfono oprimió el botón que lo comunicaba con su secretaria la cual no tardó en atender.
—¿Dígame señor?
—Camila dile a Jonathan Collins que lo quiero en mi oficina.
Dijo con voz gruesa y autoritaria no espero respuesta cerró el teléfono, se acomodó en su silla en espera de su empleado él sabía perfectamente lo que haría unos toques en la puerta lo hicieron salir de sus oscuros pensamientos.
—Pase.
Dijo tomando su postura intimidante. Observó al hombre que entraba a su oficina con un traje algo gastado sus hombros decaídos y su pelo algo alborotado como si hubiese pasado sus manos por el con algo de desespero, no se parecía en nada a aquel hombre con el que varias veces se había reunido, más lo que veía ante él no lo detendría no tendría piedad con él.
—Siéntese Jonathan. ¿Quiere algo de tomar?
—No señor.
Fue su respuesta él sabía perfectamente porque lo había llamado su jefe y estaba dispuesto a asumir las consecuencias de sus actos Matt tomó la carpeta nuevamente esta vez poniéndose de pie se dirigió hacia su contador arrojando la carpeta frente a él.
—¡¿Que pensaste que no me enteraría? ¿Te exijo una explicación Collins?!
Gritó aquella bestia con gran autoridad y exigencia más el hombre frente a él ni se inmutó sólo respiro profundo y se obligó a tragar el nudo que se había formado en su garganta.
—Señor juro que devolvería cada centavo le aseguro que mi intención nunca fue la que usted piensa, lo hice por mi familia entiéndame sé que nada lo justifica, pero tenía que intentar salvar la vida de mi esposa, si usted me lo permite pagaré cada centavo tengo una parte del dinero si me permite puedo conseguir la otra cantidad y...
Aquel hombre hecho furia no hizo más que dar un fuerte golpe a su escritorio haciendo que callase de golpe miró a aquel hombre con gran odio y desprecio si no hubiese sido porque ya tenía un plan lo habría matado con sus propias manos.
—¡Tres millones! Sacaste de mi empresa tres millones y piensas que te permitiré tal atrevimiento, sabes bien como cobro mis deudas Collins llevas trabajando para mi muchos años me conoces.
Jonathan lo miraba aterrado sabía bien qué tal osadía podría costarle hasta su propia vida más lo que lo aterraba aún más era el dejar a sus hijas solas en el mundo. Agachó la cabeza no podía pedirle piedad a un hombre que no la conocía, pero tampoco perdía nada con intentarlo justo cuando iba a responder escucho de la boca de su jefe lo que jamás creyó posible.
—Pero puedo perdonar tu deuda con una condición Collins, si aceptas mi condición daré tu deuda por saldada.
Matt se acomodó en su asiento miró a los ojos al hombre que tenía al frente abrió una de las gavetas de su escritorio tomando de ella un sobre amarillo, lo abrió ante la vista de su empleado que aún lo miraba algo sorprendido ante sus palabras.
—Tres, tres bellas hijas.
Dijo la bestia tomando tres fotografías del sobre.
—Arlìn la más pequeña de algunos ocho, nueve años quizá, Jeimy la segunda ¿cuántos años tiene? Catorce no, quince años. Una edad muy difícil por cierto ya sabes una adolescente.
Dijo enumerando y mostrando a su presa a cada una de sus hijas como si no las conociera.
—Y por último, pero no menos importante Reicher Collins la mayor veinticinco años. Tienes una hermosa familia, lástima que tu esposa haya muerto tan joven era muy hermosa de ella heredó su belleza tu hija mayor ¿no lo crees Collins?
Aquel hombre lo miro igual como él lo había hecho hace apenas unos minutos, una irá corrió por sus venas el jamás permitiría que él se metiera con su familia.
—Es sencillo Jonathan si me entregas a tu hija mayor en matrimonio daré tu deuda por pagada te preguntarás ¿por qué?, ¿porque tu hija? La respuesta es simple un hombre como yo necesita una mujer a su lado, una hermosa mujer que complemente su vida social ¿me entiendes verdad?
Respondió tan calmado y tranquilo como si estuviese tratando de cerrar alguna compra sin importancia.
Jonathan no soporto más y con un odio que jamás pensó que sentiría se levantó de la silla haciéndola caer mirando directamente a los ojos de aquella bestia que tenía enfrente.
—¡Jamás escúcheme bien jamás le entregaría a mi hija a una bestia como usted preferiría mil veces morir antes de hacer tal cosa!
Aquella bestia se veía tan calmado lo miro con superioridad soltando una gran carcajada que resonó por toda la oficina. Se levantó de la misma manera que lo había hecho Jonathan no podía creer que aquel hombre que ante él no era nada se atreviera a hablarle de esa manera.
—Piensa bien lo que deseas Collins porque yo puedo ser como el genio de la lampara y puedo cumplirte ese deseo, dime ¿qué prefieres? Sacrificar a una de tus hijas o a las tres. Imagina a tres indefensas niñas solas pasando precariedades porque la mayor no ha podido encontrar un trabajo ya que cada puerta que ha tocado le ha sido cerrada en la cara por culpa de un padre ladrón.
El rostro de Jonathan palideció él sabía a la perfección que más que una amenaza Matt Hamilton era capaz de eso y mucho más, tan solo escuchar tal cosa le repudiaba, se repudiaba así mismo por haber hecho lo que hizo, pero no permitiría que aquel hombre tuviese el gusto de verlo destruido no más de lo que ya estaba por la muerte de su amada.
Se había sumergido en aquel dolor que en ese momento lo embargaba el lugar había quedado en total silencio hasta que se escuchó nuevamente la gruesa voz de la bestia.
—Mis abogados están al tanto de todo y te advierto que llevas las de perder piensa bien lo que harás Collins, se hará un juicio en tu contra ya recibirás la notificación creo que esta demás que te diga que estas despedido recoge tus cosas y sal de mi edificio lo más rápido posible.
Matt se recargo de su silla oprimió nuevamente el botón que lo comunicaba con su secretaria.
—Camila dile a seguridad que acompañen al señor Collins a la salida no tiene nada que hacer aquí.
Pidió a su secretaria con tal tranquilidad que ni ella misma lo podía creer luego de aquellos gritos que había escuchado desde su escritorio.
—Como diga señor.
En cuanto Jonathan salió de su oficina aquella bestia soltó toda su ira tomando su escritorio volcándolo con todas sus fuerzas, no podía creer que él lo hubiese enfrentado con tal osadía tomo aquella fotografía que por alguna razón había quedado a sus pies. Contemplo como nunca antes aquella figura que en ella se mostraba su pelo largo y tan oscuro, sus ojos marrones y aquella sonrisa de ángel. Su corazón dio un vuelco, podía tener a la mujer que quisiese, pero la quería a ella Reicher Collins sería suya por las malas o las malas lo que Matt Hamilton quería lo obtenía no importa cómo, guardo la fotografía en sus bolsillos y salió de su oficina hecho furia.
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Enamorada de él Matt Hamilton (Mi Bestia)
RomansaReicher Collins una chica común y corriente, ante los ojos de todo el mundo, ama a su familia y por ella es capaz de muchas cosas. No todo es como se ve a simple vista, detrás de cada mujer siempre hay una interesante historia. Todos guardamos secre...