Capítulo 5

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                         Dedicado a gloryrogar
  Gracias por leer y animarme a continuar, eres la mejor 


Reicher

Al mirar el reloj nuevamente y dando un suspiro decidí salir de la cama, no había que ser un jodido genio para adivinar que no pude dormir en toda la noche, no sólo por lo de papá también estaba el pequeño detalle de que hoy visitaría al ex jefe de mi padre.

Entre al baño despojándome de la escasa ropa para tomar una ducha.

 Sí que la necesitas querida a ver si te despabilas hoy será un día muy pesado.

 Gritó esa vocecita dentro de mi aturdida cabeza, deje que el agua se llevará todo estrés, rabia y malos pensamientos.

Salí envuelta en una toalla busque ropa interior luego de colocármela me pare frente al armario, opté por unos vaqueros ajustados negros, una blusa color piel y botas de piso del mismo color, baje las escaleras, ya mis hermanas estaban en el comedor desayunando, les había explicado superficialmente lo sucedido con papá. No podía ocultarle la situación.

Subí a mi habitación a buscar mi bolso, salí de casa decidida a enfrentar a aquel hombre que quería acabar con lo poco que quedaba de mi familia, había tomado la decisión de verlo luego de que mi padrino me llamara para decirme que papá no tenía derecho a fianza, que había tratado por todos los medios posibles revocar aquella orden, pero que al parecer el señor Hamilton tenía "muy buenos contactos" y vaya que eso me cabreo bastante.

 Contactos mi trasero dinero, eso era lo que tenía que digo tener le sobraba para gastar y sobornar a manos llenas.

Tomé un taxi le pedí que me llevará a las "Empresas Hamilton" luego de lo que para mí fue una eternidad el auto se detuvo frente aún enorme edificio, una gran edificación moderna y llamativa. La voz del taxista me saco de aquel momentáneo embobamiento hacia el edificio, pagué el servicio y salí del auto.

Un enorme portón se alzaba en la entrada impidiendo un poco la vista hacia dentro, tomé un largo suspiro me dirigí hacia él, no obstante, un guardia de seguridad me impido el paso.

—Lo siento señorita no puede pasar al menos de que tengo una cita.

—Lo siento señor, pero me urge hablar con el señor Hamilton.

—Señorita lo siento, ya le he dicho que si no tiene una cita no puede ingresar al edificio.

— Lo comprendo señor, pero al menos hágale saber a su jefe que estoy acá y que el decida si puede atenderme o no dígale que la señorita Reicher Collins la hija de Jonathan Collins quiere verlo.

Vi el asombro en su cara más no dijo una palabra, tomó el teléfono que al parecer lo comunicaba hacia el edificio, pero no pude escuchar lo que hablaba con la otra persona. No apartó su mirada de mí, colgó el teléfono y se dirigió hacia donde me había quedado esperando.

—Puede pasar señorita, el señor la atenderá.

Abrió el portón dándome acceso al interior, camine hacia la mujer despampanante que se encontraba en recepción, la cual con gesto amable me dio indicaciones para llegar a la oficina de su jefe, tome el elevador,  marque el último piso como me había indicado la rubia recepcionista.

No podía engañarme, estaba nerviosa, pero no lo demostraría estaba aquí para tratar de buscarle una solución a lo que estaba pasando, y si tenía que quedarme a limpiar los pisos de este edificio con tal de que mi padre saliera de este problema, sin duda lo haría, el ascensor sonó dando aviso que había llegado a mi destino.

Respire profundo con pasos algo lentos me dirigí hacia la secretaria que estaba ubicada detrás de aquel escritorio, quien alzó la mirada encontrándose con la mía, me sorprendió ver a una mujer mayor sentada en aquel espacio, pensé que encontraría la típica secretaria joven enfundada en algún traje llamativo y diminuto, con un peinado y maquillaje extravagantes, con todas las armas disponibles listas para usarlas con tal de llevarse a su jefe a la cama y disfrutar de los beneficios de ser al menos la amante de un hombre con poder y dinero.

Si lo se mi imaginación es un asco, pero es libre y puedo imaginar lo que quiera, pero no fue así.

Delante de mí se encontraba una señora de algunos cincuenta y tantos años, bien presentable y con cara de amabilidad la cual se puso de pie saliendo de su zona de confort extendió su mano a la vez que se presentaba.

—Buenos días señorita Collins soy Camila la secretaria del señor Hamilton.

Le sonreí.

—Un placer Reicher Collins.

—El señor le atenderá en unos minutos póngase cómoda.

Dijo la señora indicándome dónde sentarme.

—¿Gusta algo de tomar señorita Collins?

—No gracias así estoy bien...

Sentada en aquel cómodo sillón el tiempo parecía ir a paso de tortuga oh quizá mi reloj de muñeca se había dañado y yo no me había dado cuenta, nada disipaba mi mente ni las revistas que había ojeado sin ningún interés, ni contar los segundos y mucho menos pensar en trivialidades como el pedido de libros que llegaría en unos días a la librería. Nada parecía ayudarme en estos momentos.

Mis nervios incrementaron al ver a un hombre salir y despedirse de la señora Camila ya no había marcha atrás, estaba a nada prácticamente de enfrentarme a aquella bestia como lo nombraban en todas partes, los artículos, las revistas, los periódicos y hasta sus empleados, pero lo que más captó mi atención es que con tanto poder, dinero y fama no había una sola foto de él según las personas, al todo poderoso no le gustaba ser fotografiado y más de una editorial y revista de chismes habían sido demandadas por la misma razón.

La voz de la señora Camila me hizo volver a la realidad.

—Señorita, el señor la espera puede pasar.

Me puse de pie tratando de desechar el peso que se había instalado en mi estómago, camine hacia la puerta, tome una respiración profunda y toque la misma, escuché el "adelante"  del otro lado de la puerta, la abrí lentamente mis ojos se enfocaron inmediatamente hacia la figura que se encontraba parada en aquella gran ventana dándome la espalda.

Era alto, hombros anchos, su postura intimidaba. Cerré la puerta tras de mí, aclaré mi garganta para llamar su atención, pero no la obtuve fruncí el ceño.

¿Estaba sordo o qué?

Buenas tardes señor Hamilton lo vi girarse hacia mí, ahí fue donde toda la sangre que corría por mis venas abandono todo mi cuerpo era el, el mismo hombre que me había salvado hace unos días atrás, el mismo con el que pensé que jamás volvería a encontrarme.

Aquel hombre que no salia de mis pensamientos, el mismo que me había idiotizado con sus ojos azules, pero que a la vez me consternaba por la manera en que me había gritado aquel día.

— Buenos días señorita Collins... 

Enamorada de él Matt Hamilton (Mi Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora