Capítulo 14

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Narra Fernanda:

Su sonrisa ya no estaba y me dolía en lo más profundo de alma. Porque muy dentro mio sabía que yo era la culpable de su desgracia. Quiero pensar que es una prueba de Dios y que podremos solucionar éste problema.
No logro hacerle entender que yo no soy su enemiga, al contrario estoy aquí para ayudarla y protegerla,pero eso no lo entiende y me angustia.
Me angustia verle llorar,quedarse quieta en un rincón especifico de la habitación, mirarme como si no me hubiera visto nunca en su vida,y también me angustia tener que repetirle una y otra vez como nos conocimos.

—Quiero que entiendas,yo no te conozco—Ana dijo mientras ponía un mechón de su cabello oscuro tras su oreja, ojeó el libro y suspiró —aun así estás convencida en querer hacerme entrar en razón, debo admitir que me tienes un poco sorprendida —Comentó entre dientes mientras sus ojos me veían fijamente.

Acerqué la silla y me senté a su lado,provocando que levantara la mirada de su libro, titulado Como Matar a un Ruiseñor.

—Eso es porque te amo muchísimo Ana,y vuelvo a repetirte que ya llevamos años casadas, tenemos un bonito matrimonio. Cabe decir que tuvimos nuestros altos y bajos pero supimos buscarle la solución a nuestros problemas.Y aquí estaré haciendo todo porque me recuerdes—.Susurré mientras me inclinaba sobre mis rodillas.

Me quedó viendo con el ceño fruncido y luego cerró los ojos.

—Entonces el accidente de coche ¿nunca existió?—Preguntó angustiada mientras cerraba su libro de golpe.
—Jamás pasó, no sé como recuerdas eso,aún no entiendo. Te aseguro que soy tu única esposa y que jamás sufrí un accidente —.Respondí sincera mientras tomaba su mano.

Tragó saliva y cerró los ojos, al mismo tiempo que llevaba los hombros hacia atrás, típico de ella al notar mis corrientes eléctricas, que nos caracteriza por nuestro amor.

—¿De qué trabajo?,¿a qué me dedico?—Siguió preguntando,ésta vez con voz calma y serena.
—Eres artista, tus cuadros se venden en una gran galería, ubicado en el centro de Londres,Inglaterra —Respondí mientras me ataba el cabello en una cola alta.

Suspiró y luego se levantó de golpe.

—No pinto desde tercer grado,¿cómo puede ser?—Susurró sorprendida y sonreì.
—Quiero mostrarte algo—Dije en voz baja y luego me puse de pié, caminé hacia mi armario y quité un cuadro envuelto en una sábana blanca—Lo tengo así porque es una reliquia,un objeto muy preciado por mi y nuestra familia.

Se lo entregué y ella me miró un momento antes de levantar la sábana y dejar al descubierto el cuadro que le había regalado a nuestra primera navidad juntas como familia.En él estábamos retratados,alegres y contentos.Era un recordatorio de todo lo que tuvimos que pasar para llegar a ser felices.

Acarició la pintura,justo en el rostro de Ana Sofía y sonrió levemente.

—¿Son ellos?—Preguntó mientras me miraba atenta.

Asentí sonriente y luego frote mis brazos de frío.

—Una y otra vez se me viene a la memoria, un auto estrellarse contra otro de frente. Mis manos se sostienen con fuerza de la puerta y escucho su voz,algo a dolorida mientras agarra el puño de mi ropa—Me miró angustiada y sollozó —Si no eres esa persona.¿Quién es la de ese recuerdo?—Preguntó entre dientes y levanté los hombros.
—No lo sé, quizás es un trauma que ocurrió antes de que nos conociéramos.Después de todo,nosotras nos vimos por primera vez en la secundaria y desde ese momento nos volvimos inseparables —.Susurré mientras me sentaba a su lado.

Limpió sus lágrimas y dejó sobre la silla el cuadro.Sentí un asco y me cubrí la boca,aferrándome a la idea de no devolver.
Pero aquél olor nauseabundo volvió a entrar por mis orificios nasales y provocó en mi mareos.

—Mierda...—Susurré mientras cerraba los ojos.
—¿Qué tienes?—Preguntó asustada mientras su mano tomaba la mía con fuerza.

Me levanté con prisa y me dirigí al baño,al llegar encendí la luz y dejé salir todo lo que me venia aguantando.Mis manos rodearon el inodoro y sollocé al no saber lo que me ocurría.

—¿Pido un médico?—.Escuché decir a mi espaldas y negué lentamente.
—Necesito un momento para calmarme, se me pasará —Susurré con desgano.

Sus pasos se acercaron y sentí una de sus manos helada posarse en mi frente.Luego la otra se situó en mi cadera y escuché como chistaba.

—Tranquilizate,respira hondo—.Comentó en voz baja,mientras que yo hacía un gran esfuerzo en no caerme por estar mal posicionada sobre mis rodillas.

Comentó en voz baja,mientras que yo hacía un gran esfuerzo en no caerme por estar mal posicionada sobre mis rodillas

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