Cap 8- Truenos y relámpagos

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Cap 8- Truenos y relámpagos

William:

Estos meses han sido muy difíciles para mi, el dolor de ver a Natalie sufriendo por su esposo muerto ha sido desgastante. Yo puedo sufrir, aguantar el dolor que sea, pero no verla a ella sumida en ese hoyo sin salida.

Aunque no habla mucho, sé que está mejorando. Su rostro ya no es uno rígido y sin emociones, ahora da muestra de deseos de vivir.

Hay veces que la observó cuando ella no se da cuenta y he podido ver el gran cambio que ha dado. Esa transición de ser una mujer rota con vista perdida en la nada, a una que sonríe al leer un buen libro o canta en silencio al oír su canción favorita.

Además, no se si son ideas mías, pero la reacción que su cuerpo tiene cuando me le acerco me deja ver qué aún me ama. También la he encontrado observándome cuando cree que no la veo.

Este sentimiento que existe entre los dos no se puede negar y aunque me muera por besarla, por abrazarla, le daré el tiempo que necesita. Le daré espacio y cuando ella esté lista para mí, aquí estaré, esperando con los brazos abiertos. Será pronto, de eso estoy seguro.

Unos meses atrás contraté a Karla, la esposa de Anastasio, para que le hiciera compañía. Ella necesitaba protección de mi madre y Natalie una compañera de su edad. Desde el primer momento que la vio, pude ver su reacción y no le gustó su presencia.

Karla es una mujer muy hermosa y eso no le agradaba a Natalie. Cada que nos veía juntos su actitud cambiaba al instante. Aunque trataba de disimular, su rostro la delataba. Estaba celosa y me propuse usarlo a mi beneficio.

Necesitaba sacar las garras que yo sé muy bien lleva adentro. Natalie nunca fue una mujer sumisa, nunca se guardaba lo que sentía y está vez no sería la excepción. Le mencioné mi plan a Karla y con consentimiento de su esposo estuvo de acuerdo.

Una tarde que me encontraba muy concentrado en mis negocios entró corriendo y se paró tras de mí. Volteé a verla confundido por su actitud.

-¿Qué sucede? - pregunté curioso.

- Ahí viene Natalie, te sorprenderás cuando la veas - dijo llevando sus manos a mis hombros. Justo en ese momento se escuchó como la puerta se abría de golpe y precisamente...era ella.

Se veía hermosísima, definitivamente era la misma Natalie de la cual me enamoré. Vestía jeans y una playera muy pegadas al cuerpo, con zapatillas tan altas que hacía que sus piernas lucieran larguísimas. Llevaba el pelo suelto y su maquillaje natural.

Se paró en la puerta por unos segundos y nos observó en silencio. Colocó sus manos en la cintura​ y alzó la ceja con arrogancia mostrando su descontento. ¡Esa era la mujer altanera y prepotente que se robó mi corazón en aquel colegio!. No pude evitar que mis labios formarán una sonrisa ¡Estaba feliz!.

El corazón golpeaba mis costillas sin piedad, queriéndose salir literalmente del pecho gracias a la felicidad tan inmensa que embargaba mi ser.

Era Natalie, mi Natalie​, que había vuelto a mi con las garras bien afiladas.

Caminó hacía nosotros y casi mata​ a Karla con la mirada, dió las gracias por su servicio y dijo "que de su hombre se encargaba ella" ¡Su hombre! Me llamo su hombre.

Yo no podía más que sonreír y tomándola de la mano la senté en mis piernas. Me apodere de su boca como el hambriento que soy, pero no sin antes darle la bienvenida a casa.

Para mi sorpresa ella respondió con el mismo fervor que yo lo hacía. Dejándome ver que todos estos meses que habían pasado, también moría por sentir mis labios en los suyos. Ahora que lo hacíamos nada nos frenaría, no existía poder humano en el mundo que pudiera separarnos.

Sus manos se enredaban en mi pelo y las mías se perdían dentro de su blusa. Los gemidos que su garganta proferían eran música a mis oídos.

Sus labios eran suaves y deliciosos, tal como los recordaba, un manjar para el paladar. La temperatura subió de color y con el paso de los minutos las caricias se hacían cada vez más ardientes. No creía poder más, quería devorarla completa, besarla de pies a cabeza y entrar en ella en ése momento.

- Te amo Natalie, no tienes idea de cuánto te amo - dije en sus labios

- Y yo te amo a ti - me volteo a ver a los ojos y dijo con voz pícara - sabes muy bien que tengo un año sin hacer el amor ¿Me puedes decir qué diablos esperas?¿Porque aún no me has llevado a la recámara?

No hubo necesidad de decir más, la puse en los hombros como si de un costal de papas se tratara y salí de esa oficina como alma que lleva el diablo. Subí corriendo las escaleras y en medio camino nos encontramos a su abuela, que con cara llena de felicidad preguntó riendo

-¿Qué sucede? ¿A dónde van tan de prisa?

- No se lo puedo decir, pero quiero el ala oeste de la casa desocupada.- respondí sin detenerme.

- ¿Por qué?.. ooh -dijo, entendiendo lo que sucedía.

Entramos a la recámara y en algún momento entre el pequeño espacio de la puerta, a la cama, la ropa desapareció. Éramos dos bestias salvajes, hambrientas, llenas de deseo y vigor.

Los vidrios se empañaron en cuestión de segundos, el ardiente calor que nuestros cuerpos despedían no tardarían en hacer que la alarmas sonarán.

La amé como si no existiera mañana, como si mi vida dependiera de respirar su aliento. Sus gemidos me daban la energía que necesitaba para seguir adelante y su olor la determinación de no dejarla ir jamás.

Cuando ella y yo hacíamos el amor era como si un huracán tocará tierra, había truenos y relámpagos. Ella y yo nunca fuimos amantes silenciosos, al contrario, expresabamos con nuestra garganta exactamente lo que nuestros cuerpos sentían.

Después de tanto año sin tenerla, no habría forma de reprimir lo que sentía. Precisamente por esa razón pedí o más bien dicho exigí que nadie se acercara a nuestra morada.

En el tiempo que transcurrió lejos de ella tuve muchas mujeres, pero ni una sola se le asimiló. Ella era la única que me hacía sentir completo, se había metido bien profundo en mi piel y ninguna logró borrar sus caricias de mi.

En el pasado me aleje de ella y deje que Leo me la ganará, porque no quería causarle más daño, pero ahora que la había vuelto a tener, nada ni nadie la volvería a alejar de mi. Incluso, si el mismo Leo volviera del más allá a exigir lo que es suyo, tendría que luchar contra mi y juro lo regresaría de donde vino.

Sé que le hice mucho daño al matar a su padre, pero todo fue por protegerla a ella. Yo no podía permitir que la siguieran torturando como lo hacían​ y mucho menos que dejara de existir.

Nuestra noche fue hermosa, nunca me cansaré de sentir su aterciopelada piel en mis manos. Sobre todo de sentir su respiración en mi cuello mientras duerme.

Puedo pasar horas velando su sueño, deseando poder ver sus inquietudes, sus deseos más profundos. Puedo recorrer su imagen con mis ojos y nunca cansarme de apreciar su belleza. ¡La amo y siempre la amaré!

Después de un largo rato observándola, la pesadez de mis párpados me llevó a una densa oscuridad. Obscuridad a la que en vez de temer apreciaba de tal manera, porque la tenía a ella en mis brazos.

Descanse como no lo había hecho en años, pero al despertar mi cama estaba vacía. No pude evitar sentir un gran temor en mi corazón ¿Acaso ella no sentía lo mismo por mi?¿Se habría arrepentido? Sin pensarlo mucho me puse de pie y fuí en su busca.


Enseñame a Olvidar II: volver a nacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora