Prólogo

462 28 2
                                    

Ser homosexual fue algo que me costó mucho aceptar. Desde que tenía 12 años mi cuerpo y mi mente ya me daban pequeñas señales de que me sentía atraído por los hombres, sin embargo, me tomó mucho tiempo aceptarlo, no fue sino hasta el invierno pasado que yo Nathan Winter decidí aceptar abiertamente mi homosexualidad.

Son pocos los que saben mi realidad, personas como mi mejor amiga Lena o mi prima Ellen me han mostrado siempre su total apoyo, incluso me habían animado varias veces a hablar con mis padres. Cosa que no es tan fácil como creen. Mis padres se criaron en un pueblo donde ir contra las supuestas leyes de dios está muy mal visto. En Westford los hombres y mujeres deben enamorarse del sexo opuesto, o si no sufrirán la discriminación. A eso se debe mi miedo a confesarme tal y como soy.

Otro gran problema de mi homosexualidad, era que nunca había tenido un acercamiento amoroso con nadie. Nunca he tenido un novio o novia, nunca he sentido el placer de besar a alguien y nunca he sabido lo que es amar de verdad.

Me la paso como un pervertido mirando a todos los chicos que conozco para buscar mis posibilidades para emparentarme con ellos. Cosa que siempre termina en una decepción tremenda al darme cuenta de que los chicos que me atraen son cien porciento heterosexuales.

—¿Estás listo? —me pregunta mamá entrando a la habitación con su una sonrisa radiante entre sus labios rojos.

Ambos nos parecemos mucho, nuestro cabello es obscuro, nuestros ojos son verdes y contrastaban perfectamente con nuestra tez de piel morena. Yo creo que lo único que nos hace diferente es que evidentemente yo soy un chico.

—Si mamá —digo tomando mi maleta y rodando los ojos con fastidio—. Estoy listo para acabar con mi vida.

Mi mamá sonríe ante mi comentario, posa su mano sobre mi mejilla para bajarla lentamente, acariciándome en señal de apoyo.

—Cariño sabes que si fuese por mí, pasarías todo el verano aquí conmigo —dice mi madre.

—Pero... —hablo yo ahora.

—Pero tu padre dice que necesitas un respiro de ésta ciudad —dice mi mamá mirando por la ventana de mi habitación —. No hay mejor lugar para relajarse que Westford.

-Si que emocionante pensé. Westford es aquel pueblo homófobo del que les hablé anteriormente. Mis tías, Eleanor y Catalina, se harían cargo de mí y de mi hermano menor, Patrick, durante todo el verano. Estar con ellas es muy emocionante sus hijas siempre han sido como hermanas para Patrick y para mí, el problema radicaba en que yo tenía que ser más discreto y ocultar mi evidente gusto por los hombres.

Nunca he sido afeminado, nunca he andado gritando a los cuatro vientos que soy gay, pero un paso en falso o un simple descuido de mis ojos, podría ser comida para las lenguas sedientas de chismes en Westford.

—Te portas bien y cuida mucho a tu hermano —dijo mi padre.

Ya mi hermano y yo nos encontrábamos en el bus que nos trasladaría durante dos horas y media hasta Westford. Nuestros padres nos despedían alegremente, sin saber que ni mi hermano ni yo teníamos ánimos de ir a aquel pueblito, mientras nos daban muchas advertencias acerca de nuestro comportamiento.

Cuando estuvimos en marcha no pude evitar mirar mi teléfono y pasar las múltiples fotos de actores y deportistas que habían logrado llamar mi atención, para matar un poco el aburrimiento y no recordar mis ganas de quedarme en casa, suspiraba de vez en cuando al darme cuenta que nunca podría estar con ninguno de aquellos chicos.

—Deja de ver eso —me ordenó Patrick arrancando el celular de mis manos—. Si no dejas de soñar con estos tipos, nunca conseguirás el amor.

Patrick obviamente también sabía acerca de mi orientación sexual. Éramos muy cercanos en edad y por tanto hemos vivido cada uno de nuestros logros y tropiezos juntos. Él me abrazó cada noche que llegué llorando por darme cuenta que era gay y me apoyó para sentirme orgulloso de mí mismo.

—Patrick no seas iluso —le digo tranquilamente—. Yo jamás conseguiré el amor, así que déjame soñar.

Patrick dejó a un lado su sonrisa burlona y empezó a mirar por la ventana del bus sin regresarme mi celular aún. Cada vez nuestra ciudad y toda señal de civilización se quedaba más y más atrás.

—Nathan, no digas cosas como esa —dijo Patrick al cabo de un rato—. Todos, de una u otra manera conseguimos el amor.

—Todos, menos yo hermano.

Patrick me tendió mi celular, con una sonrisa algo triste en su rostro. Él estaba algo cansado de mis comentarios pesimistas y yo estaba claro en eso, pero simplemente no podía evitar sentir que jamás encontraría el amor.

—Quien sabe —habla Patrick llamando de nuevo mi atención—. A lo mejor en Westford está esperándote el amor de tu vida.

Me reí sarcásticamente llamando la atención de los presentes en el autobús, me giré de nuevo hacia mi hermano y le pregunté:

—¿Y cómo sabré quien es el amor de mi vida?

—Fácil —responde Patrick encongiéndose de hombros—. Solo debes entregarte al amor.

✨✨✨
Hola Pangolines

Bienvenidos a mi nueva historia.

Hace ya algún tiempo la estuve pensando, pero éstas vacaciones me han dejado totalmente claro lo que quiero escribir, por favor voten y comenten.

Perdón si hay errores, es que no tengo computadora y debo escribir desde mi celular de manera obligatoria.

Sayonara...

EntrégateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora