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¿Alguna vez has sentido que tu mundo está a punto de derrumbarse? ¿Acaso has sentido que todo juega en tu contra? ¿Has sentido que el destino te juega en contra sin razón aparente? Pues yo me siento así justo ahora. El miedo, la expectativa, los nervios y muchos otros sentimientos recorren mi cuerpo y mi mente, creando una ola de inestabilidad en mi interior.

Las cosas en la noche anterior, cuando le habíamos contado la verdad a Becca y mis tías, habían resultado muy bien hasta que llegó mi padre y la tía Catalina comenzó a lanzarme miradas que avisaban que ella no iba a guardarnos el secreto. Anoche las cosas no pasaron de ahí, Becca inventó una mala excusa acerca de que estábamos contando un chiste, que pareció ser suficiente para mi padre. Sin embargo el alivio que sentí en ese momento se vino abajo por varias razones: La primera fue una amenaza en el desayuno.

Patrick, Cameron, April y yo estábamos sentados en la mesa esperando el desayuno, cuando la tía Catalina apareció con cara de pocos amigos y empezó a servir los huevos y el tocino, con un evidente mal humor. Se giró hacia mí antes de retirarse y habló en un susurro amenazante:

—Me enteré de lo que tú —me señaló a mí y luego a Cameron— y él hicieron anoche. Déjenme advertirles que no voy a estar en boca de todo éste pueblo simplemente porque ustedes quieren llamar a esa aberración que hay en entre ustedes amor.

Sentí la mano de Cameron tensarse sobre la mía debajo de la mesa y tuve que recurrir a las caricias para que no dijera cosas de las que después se podría arrepentir. Las palabras de mi tía cayeron como un balde de agua fría sobre mi hombro, pero no podía caerme. Necesitaba ser fuerte, por Cameron, para enfrentar lo que se nos venía encima.

>>Antes de que tus padres se vayan les diré toda la verdad —me aclaró antes de marcharse.

Aquello fue solo el inicio, pues la red de problemas, comenzó a hacerse más extensa cuando decidí dar un paseo, después del desayuno, para aclarar mi mente. Cuando me iba acercando a las tiendas del centro una chica la cual, por desgracia, reconocía me interceptó. Intenté esquivarla cuando observé su sonrisa burlona, pero ella no se apartó hasta que la ví a la cara.

—¿Qué quieres Jossie? —pregunté lo más paciente que pude. Su sonrisa se ensanchó y su dedo pico mi pecho con desafío.

—Sabía que tú eras algo raro, pero no creí que era por qué te gustaban los penes —escupió con clara intención de herirme. El comentario me afectó un poco y casi me hace dudar de mi seguridad, pero por alguna razón no quería ser débil frente a ella, así que solo la observé directo a los ojos—. Que lastima que hayas arrastrado al pobre Cameron a tu asqueroso pasatiempo, pero tranquilo cuando le diga a tu padre toda la verdad, Dios hará su trabajo y Cameron vendrá a mí.

—Haz lo que te plazca —dije ocultando el miedo que sentía ante su amenaza en lo más profundo de mi ser.

—No finjas, sé que te afecta marica —su comentario era hiriente, iba directo a mi corazón y estaba acompañado por una carcajada cínica y falsa—. Para que veas que no soy tan mala, puedo conseguir que nos acompañes a mí y a mis amigas a las tiendas para, ya sabes, comprarte vestidos y tacones, pintarte las uñas y teñirte el cabello de rubio. A ver si así te ves menos asqueroso y te dan dinero en alguna esquina de Londres.

Esa no fue la copa que derramó el vaso, créanme, tenía miedo. Los ojos de todas las personas que iban pasando por allí me miraban, algunos con lástima, pero la mayoría parecían felices con mi desgracia. Por un momento quise huir, pero a mí mente llegaba el recuerdo de lo ocurrido con Jeremy y no quise ser el mismo cobarde que calla y se deja pisotear, no con Jossie. No ésta vez.

—¿Sabes Jossie? —pregunté con la mejor sonrisa que pude fingir—. No te iba a contestar, pero ahora entiendo lo que te pasa conmigo.

—¿Y según tú qué me pasa contigo?

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