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Diviso a Cameron de espaldas a mí buscando algo en la cocina. Sonrío para mis adentros de manera pícara y luego, a pasos lentos, me acerco hasta ese fuerte y ancho dorso, cubierto de pecas. Me detengo al notar que solo nos separan un par de centímetros, lo abrazo como a un osito de peluche, recostando mi cabeza en su espalda y tocando su pecho con mis manos.

Siento que su pecho vibra y escucho esa risa medio infantil que lo caracteriza y que a mí me fascina. Bajo mis manos lentamente por su abdomen que, a pesar de no estar tan trabajado, es muy provocativo. Llego al elástico de sus pantalones y dejo colar mi mano por allí.

Lo toco, es un momento intenso, todo en él parece estar en exceso caliente y también está creando reacciones lujuriosas en mí. Mi mano comienza  a ir de arriba a abajo en su miembro y debo decir que nunca pensé que sería tan bueno haciendo ésto a otra persona.

—Nathan —suspira Cameron— Nathan... ¡Nathan!

Abro los ojos con pereza, parpadeando de vez en cuando, intentando acostumbrarme al brillo del sol. Cuando logro adaptarme al luz, miro a Patrick que se encuentra de pie frente a la cama que compartimos, con su rostro muy cerca del mío. Me sobresalto en un susto y me levanto rápidamente, cosa que no es buena idea porque al acabarme de despertar, hace que me sienta terriblemente mareado.

—Joder Patrick —lo reprendo colocando mis manos a ambos lados de mis cienes para tratar de controlar el mareo— ¿Por qué me asustas así?

—Tengo varias razones —dijo, alzando su mano derecha y levantando tres de sus dedos—. La primera es que estás sudando como si tuvieras fiebre y me preocupe, la segunda es que estabas murmurando incoherencias, por lo que creía que estabas delirando y la tercera es ¡que son las tres de la tarde!

Abro con los ojos rápidamente y lo miro buscando algún indicio de estar bromeando en sus rostro, pero él está tan serio como siempre. ¡Joder! ¿cómo es que he dormido tanto? Ni siquiera llegué tan tarde anoche y no recuerdo haber bebido más de la cuenta. Lo único que recuerdo con claridad es a Cameron tildándome de marica y que luego regresé a casa y llore hasta dormirme; éste último recuerdo me sabe amargo.

—Gracias por preocuparte y no, no estoy enfermo —aclaro, me pongo de pie y camino con lentitud hasta la puerta, bajo la atenta mirada de mi hermano.

Llego al baño de la casa y para mi sorpresa, todo el trayecto estuvo silencioso. Las típicas peleas entre mis primas y las conversaciones escandalosas de Becca, la tía Eleanor y la tía Catalina, no inundan la casa lo que es en verdad sospechoso.

Me tomo mi tiempo en la ducha. Cuando salgo del baño, decido usar una camisa color negro de mangas cortas y un pantalón corto de mezclilla, debido al excesivo calor que parece estar haciendo hoy.

Llego a la cocina y me encuentro con Patrick y Becca sumidos en su propio mundo, preparando quién sabe qué. Me acerco a mi hermano y saludo a Becca con la mano; ella me devuelve el gesto.

—No sé que tan bueno quedó —llamó mi atención Patrick—, pero te prepare el desayuno o mejor dicho el almuerzo, considerando la hora.

Le sonrío. Mi hermano Patrick nunca ha sido bueno cocinando, pero el gesto me parece muy bonito, aún cuando observo las tostadas un poco quemadas que me tiende en un plato con huevos no muy revueltos y jugo de naranja que desde aquí se ve espeso y pesado.

—Estás raro ¿te sientes mal? —preguntó Becca posando el torso de su mano en mi frente.

Yo solo me limito a negar y ella no muy convencida, se aparta de nosotros y sale de la cocina.

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