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¿Entregarse al amor? Era mucho mas fácil decirlo que hacerlo. Hoy en día las personas no creen en el amor verdadero, no entregan mucho y exigen demasiado. Las relaciones se han basado en el materialismo, ya no se envían cartas, ni rosas con las mismas intenciones, ahora es mucho más difícil enamorarse. Mucho más si eres gay, ya que en la actualidad las personas nos tildan de promiscuos a todos por la acción de unos pocos.

Al principio de aquel verano, entregarse al amor me parecía una estupidez de marca mayor, pero algo cambió en mí desde ese primer día en Westford, algo que ni yo mismo era capaz de describir con palabras.

Todo comenzó en la sala de la casa de mis tías, cuando Patrick y yo llegamos con nuestras maletas acuestas. Recibimos múltiples pellizcos en los cachetes de las hermanas de papá, con complejo de abuelas sobre protectoras y saludamos cariñosamente a nuestras primas Ellen, Louisa y April.

-Vaya que están guapos -dijo mi tía Catalina besando mi frente por enésima vez.

Patrick, que era mucho más timido que yo, se sonrojo hasta los párpados cuando mi tía Eleanor comenzó a besarle repetidas veces por el rostro.

-Tía por favor -intervine en su ayuda-. Ya no tenemos cinco años.

Mis primas se rieron de forma disimulada ante mi comentario y mi tía asintió alejándose del pobre Patrick con una sonrisa radiante.

-Deben estar hambrientos -dijo Catalina, con su típico afán de atiborrarnos de comida- Ellen, acompáñalos a su habitación, mientras terminamos de preparar el almuerzo.

Seguimos a mi prima hasta la misma habitación en la cual hemos dormido mi hermano y yo todos los veranos que pasamos aquí cuando niños, en el camino me entretuve mirando toda la casa, aún conservaba los múltiples cuadros y diplomas por todas las paredes y los muebles de madera barnizada, por otra, parte la habitación donde íbamos a dormir estaba igual, con sus paredes blancas alrededor de una cama matrimonial, que a su lado tenía una pequeña mesa de noche, en frente de un ventanal corredizo y con su típico olor a cosas guardadas.

-Está igual que siempre -dijo Patrick de manera inocente caminando por las cuatro esquinas de la habitación.

Ellen me miró y ambos nos sonreímos ante su acción. Mi prima Ellen es una de las pocas personas a las que le he hablado de mi preferencia sexual, ella tiene veinte años y siempre ha sido como una hermana para mi hermano y para mí. Coloqué las maletas sobre la cama y ella inmediatamente se apresuró a abrazarme cuando vio mis manos libres.

-Te he extrañado tanto Nathan -me dijo, mientras me aprisionaba entre sus brazos.

Patrick veía la escena de afecto entre Ellen y yo desde una esquina con los brazos cruzados y rodando los ojos varias veces, sonreí ante su acción y le devolví aquel abrazo a mi prima.

-Yo también te extrañé Ellen.

Mi prima se separó de mí, con una sonrisa despampanante en su rostro, se sentó en la cama y me hizo señas para que tomara asiento a su lado; yo hice caso de inmediato. Luego ella le hizo las mismas señas a Patrick, que en vez de sentarse, se lanzó a la cama como si de una piscina se tratara.

-Tengo tantas cosas que contarles chicos -dijo Ellen mirándonos a Patrick y a mí.

-Pues no te quedes con las ganas y cuéntanos todo -habló mi hermano rubio.

Ellen sonrió y alborotó el cabello rubio de mi hermano con su mano, a lo que él, nuevamente, se sonrojó.

-Tenemos todo el verano para ponernos al día -dijo Ellen-, pero les cuento que Becca volvió de Florida.

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