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Miro a Robert sorber su té con demasiada delicadeza. Su cabello ha dejado de ser tan rubio y ahora parece más de color negro. No puedo evitar sonreír cuando deja su taza, alzando su meñique, sobre un pequeño plato de porcelana y entrelaza sus dedos al nivel se su barbilla. Me mira con atención y yo dejo mi taza de café sobre la mesa extasiado por su sabor amargo.

—¿Qué edad tienes Robert? —pregunto detallando su suéter negro, adornado con un enorme corazón de lentejuelas plateadas.

—Diecinueve —se estira un poco en su silla, sin dejar de parecer delicado.

—Que extraño.

—¿Qué es extraño Nathan?

—He venido aquí cada verano y cada invierno —medito—. No recuerdo haberte visto antes por aquí.

—Eso es porqué no soy de por aquí. Me mudé éste verano —su sonrisa desaparece y su mirada de hermosos ojos grises decae con rastros de tristeza—. Mis padres me corrieron de mi... De su casa.

—Vaya, cuanto lo siento —digo intuyendo que la razón por la cual sus padres no lo aceptaron en su hogar es la misma a la que yo le he tenido miedo durante los últimos años; ser homosexual.

Robert de inmediato cambia el tema y me sorprende la capacidad con la que puede cambiar de tristeza a felicidad. Él resulta ser una persona fabulosa, y me duele haberlo invitado a tomar éste café, solo para no ver a Cameron cuando llegara de su famoso campamento. Pero no pude evitarlo. Patrick me dijo que eso estaba mal, que no podía evitar encontrarme con Cameron, y que el alargar la situación no evitará que me sienta mal al encontrarme con él.

—¿Estás soltero Nathan?

Esa pregunta me toma por sorpresa. Sé que no debo mentir, pero no quiero que ésta conversación se trate de nuestra vida, hasta ahora todo va muy bien como para hablar de la terrible decepción que me he llevado por creer que Cameron sería diferente.

—Sí, estoy soltero —respondo antes de dar el último sorbo a mi amargo y frío café— ¿Puedo preguntarte algo?

—Si claro, lo que quieras.

—¿Eres gay?

Él se hecha para atrás en la silla y me mira pensativo, como si dudara de su respuesta. He sido imprudente, eso puedo notarlo, pero esa duda ha estado carcomiendo mi mente desde que lo conocí.

—No te sonrojes —me sonríe con picardía —. Sí Nathan, soy gay y mi sexto sentido me dice que tú también lo eres ¿o me equivoco?

Me sonrojo aún más y como mucha más fuerza. Su mirada es penetrante y casi siento miedo de responder. Nunca es fácil confesar abiertamente mis preferencias sexuales, por más gay que sea la persona que tengo en frente. Recuerdo claramente que para confesarle a Patrick la realidad tuve que escribirlo en una nota. No desearía repetir eso jamás en mi vida.

—Sí —dije tomando un poco de valentía.

Robert me miró con una sonrisa radiante dejando ver sus blanquecinos dientes. Era obvio que él lo sabía, no hacia falta que yo lo confesara. Los homosexuales tienen cierto sexto sentido que hace que sepamos quien es como nosotros. Me siento triste por definirnos como "nosotros" ¿Saben por qué? Porque parece que utilizamos estereotipos, para distinguirnos de los que sí son normales o comunmente conocidos como "heterosexuales".

—¿Y no te sientes orgulloso de eso Nathan?

—Ehh sí ¿Qué te hace pensar lo contrario?

—Que lo dudaste —vuelve a cruzar sus manos sobre la mesa—. Es obvio que, como muchos que conozco, no eres capaz de aceptar que eres abiertamente gay. No lo tomes a mal, no te estoy juzgando, pero yo ahora estoy del otro lado y sé lo dañino que es estar en tu posición. Quizás mis padres ya no me quieren en su hogar por eso, pero no importa, no quiero vivir ocultando mi verdadero ser. Eres un chico grandioso, eso lo veo solo al mirar la sinceridad e inocencia de tu mirada. No debes sufrir por miedo.

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