Capítulo 23: En pique.

8.3K 323 2
                                    

Jason....

Cuando regresamos a casa, el sol ya se había ocultado y la noche se había apropiado del día.
Tome a (tn) de la cintura y la lleve a recostarse hasta la cama. Estaba tan deseoso de pasar la noche con ella… era perfecto. Comencé a besar sus labios lentamente, sabía que eso le encantaba.
—Jason —Hizo que me detuviera con un susurro—. Tengo frio.
—Ven —La enrede en mis brazos—. Yo soy la solución a tu frio, pequeña. —Bese su frente. Me quede un rato así. Amaba tenerla entre mis brazos, me parecía tan frágil, tan bella… pero no confundía la fragilidad de (tn) con debilidad, porque mi chica no era para nada frágil. Todo lo contrario.
Me sentía un poco mal… la había alejado de todos esos lujos; sirvientas, comidas caras, autos carísimos, viajar tan solo por un capricho de complacencia propia… la vida que los dos habíamos vivido en un tiempo atrás. Ahora, (tn) y yo vivíamos en una pequeña casa de Los Ángeles, estaba bien para dos personas pero…no acostumbrábamos esto. (tn) trabajaba en un restaurante de comida rápida recibiendo de sueldo el mínimo. Y yo, bueno, yo ganaba un poco más que (tn); pero si no tenía algo bueno para el viernes, dentro de dos días mi empleo seria historia.
—¿Qué piensas? —Me interrumpió acurrucándose en mi cuello.
—Cosas locas. —le mentí arrugando la nariz.
—Ah, bueno… —Soltó una risita.
—Y bueno… ¿nos besamos? —propuse gracioso. Ella rio y me comenzó a besar lentamente apoyando su frágil mano sobre mi pecho. Sus besos se fueron intensificando.. Relamí mi labio inferior pensando en cómo terminaría esto…
Mis manos se deslizaron bajo su blusa y ella retrocedió lentamente. Mis manos estaban heladas y su torso se encontraba cálido. Se acostumbró a mis manos y nuestros besos continuaron, uno tras otro en una lucha de satisfacción que tardo en acabar, pero nos pareció poco tiempo.

—He traído fotografías de algo bastante… —Busque la palabra adecuada— interesante —complete no muy convencido.
—¿Qué tan interesante? —pregunto el antipático de mi jefe revisando el sobre de fotos que le acababa de entregar.
—No lo sé… usted dígame.
Comenzó a ver de foto tras foto. Vi su rostro que no reflejaba emoción alguna… me puse un poco nervioso, no sabía si había elegido la noticia correcta, es que en Los Ángeles las noticias eran siempre las mismas. Me resultaba difícil encontrar algo innovador.
—¿Un perro atropellado? —Levantó ambas cejas mientras yo me encogía de hombros nervioso— Berry, ¿Está hablando enserio?
—Sí señor. —conteste firme. Al menos tendría que convencerlo con seguridad propia… ¿no?
—¡Es perfecto! —Se puso de pie un tanto emocionado. Por un momento pensé que se trataba de sarcasmo, pero luego note que su expresión me anunciaba que el tipo hablaba enserio.
—¿Enserio? —pregunté no muy seguro— Es decir, ¡Sí! Me pareció muy bueno… —corregí nervioso.
—¡Y lo es!, las personas de hoy en día no se fijan mucho en estos pequeños e indefensos animales… —Lo mire extraño, nunca pensé que palabras de lastima salieran de la boca de mi amargado jefe.
—Amm… su gusto por mi noticia, ¿no tendrá algo que ver con que usted se haya asociado con esa nueva marca de comida canina que le promociona herramientas para la imprenta? —me atreví a preguntar recordando el trato que había hecho el señor Gunter.
—Sí, claro que es por eso, Jason. —Ahora si reconocía a mi jefe— ¡Esto es perfecto! Podemos ponerlo a lado del anuncio de comida canina con un nuevo eslogan, y quizá seamos más beneficiados. —Giño el ojo.
—¡Es justo lo que pensé! —me aproveche de la situación… tenía que robarme créditos…
—¡Me gusta su manera de pensar!, ¿sabe qué? Estaré pensando seriamente en darle un aumento. ¡No sé cómo pensé en despedirlo! —me dijo contento dándome una pequeña palmada en la espalda, previa para entonces salir de su oficina dejándome perplejo.
El tipo estaba idiota.

—¡Maldita sea! —escuche un grito provenir de la cocina. Acababa de llegar a casa y ya escuchaba gritos llenos de desesperación y enojo.
—¿Qué pasa, (tn)? —pregunte preocupado mirándola llena de ira observando su mano.
—¡Mi uña se rompió, Jason! ¡Se ha roto! —dijo más que histérica.
—Tranquila. —Intente calmarla, estaba exagerando la situación.
—¡¿Cómo podría estar tranquila?! —Comenzó a reclamarme molesta— ¡Mi uña se ha roto, Jason! ¡Se ha roto! —volvió a gritar poniendo su mano agresivamente frente a mis ojos para que observara su uña.
Vi que los ojos de (tn) estaban llenos de desesperación y se estaban llenando de lágrimas.
—¿Estas bien?
—No.
Salto en llanto a mis brazos.
Algo tenía, estaba muy sensible y actuaba muy extraño.
—Tranquila, mi vida. —Comencé a acariciar su cabella mientras me mecía arrullándola.
—Mi uña se rompió. —dijo en un puchero.
—Solo es una uña.
—No, no es solo una uña. —Me miro a los ojos y pude ver a través de los suyos. En su interior estaba muriendo lentamente.
—Cuéntame que paso. —intente comprenderla.
—Estaba aquí, lavando los trastos —Señalo el lava platos—, entonces simplemente mi uña se rompió. No entiendo porque, nunca me había pasado eso. ¿Por qué paso, Jason?
Entendí la situación. (tn) estaba comenzando a desesperarse. Ella nunca fue de las chicas que lavaban en casa. Solo se sentaba y procuraba verse hermosa y recibía todo sin mover un solo dedo. Ella ya no podía más. Estaba más que desesperada con nuestra crisis económica, de pasar de “hijos de mafiosos millonarios” a “dos recién casados promedio”.
—Ya, pequeña —La volví a abrazar fuertemente—. Te prometo que ya no te pasara otra vez. Enserio.

Estaba un poco frustrado. (tn) se había hartado de una vida normal y extrañaba con locura su antigua vida. Me sentía como si yo la obligara a estar aquí. Mi corazón bombeaba desesperación y ni siquiera me había importado que esta mañana el señor Gunter me hubiese ascendido.
Estaba caminando cerca de una escuela que supuse era una primaria. Su nombre era L.A School, un nombre bastante predecible con una fachada muy común en las escuelas de Los Ángeles.
Mis ojos fueron al jardín frontal donde vi a unos niños jugando en los columpios que el gobierno les había brindado. No les tome importancia y continúe mi camino con las manos en los bolsillos.
—Lo siento. —me dijo una aguda voz de una niña que había chocado conmigo. Ni siquiera le iba a contestar, pero mi mirada se deslizo hasta ella quien me miraba aterrorizada.
—¿Kim? —pregunte con una fachada de confusión y luego cambio a felicidad.
—Perdona. Yo solo… —intentó disculparse, pero no la deje terminar y me incline para restregarla en mis brazos en un fuerte abrazo. Ella se sintió extraña, quizá tanto como yo.
—¿No me odias? —preguntó aceptando mi abrazo.
Me despegue de ella, y la mire a los ojos, acomodando su cabello.
—Kim, pequeña… nunca te he odiado.
Vi como sus grandes ojos se llenaban de lágrimas y luego se lanzaba a darme un abrazo más, justo cuando alguien la arranco de mis brazos.
—¡Kim! ¡Te he dicho que no hables con extraños! —dijo la chica rubia con gran molestia al ver que se trataba de mí.
—No se trata de un extraño, se trata de su padre. —Me defendí poniéndome de pie.
—¡Ah! ¿Ahora si es tu hija? ¡Perdón! Se me olvidaba que solo es tu hija cuando quieres que lo sea. —Jaloneo a Kim dispuesta a llevársela.
—Meggie, detente —Le pedí imponente tomando a Kim de la otra mano—. Es mi hija. Quieras o no, lleva mi sangre.
—¡¿Reclamaras eso?! Si no fuera por ti yo no estaría atrapada en esta vida, ¿o te parece poco? —El rostro de la pequeña Kim se frustraba y su corazón se estallaba. Meggie era muy cruel en cuanto a sus palabras.
—Megg —La llame con la abreviación de su nombre que yo mismo le había otorgado años atrás—, ¿podemos discutir esto en otro lado? No me parece correcto que Kim nos esté escuchando.
—¿Ahora te importa Kim? Pero que descarado. —Acomodo su cabello y volvió a jalar a Kim para poder irse.
—¡Meggie! —grité furioso— Perdón. No debí preguntarte. TE ESTOY DICIENDO QUE HABLAREMOS DE ESTO.
Ella me miro seria- Sabía que cuando usaba ese tono de voz mis movimientos irían mal.
Afirmo con la cabeza y tomó a Kim con más cuidado.
—No sé dónde dejar a Kim. —dijo un poco más tranquila.
—Yo sé con quién quiere estar Kim, y también se quién quiere cuidarla. —Le guiñe un ojo a la pequeña mientras una sonrisa se dibujaba en su infantil rostro.
—¿Con quién? —preguntó la madre sin saber.

—¡¿Con tu esposa?! —pregunto Meggie furica al pie de la puerta.
—Sí, bueno… a Kim le agrada. —me justifique.
—¡¿Kim conoce a tu esposa?! —Bien, esa no había sido la mejor justificación de todas…
—¡Sí!, su nombre es (tn). Ella era nuestra vecina. —hablo la pequeña.
—Pensé que vivías solo en Miami… —Sus azules ojos llenos de malicia que se acercaba más o menos a algo así como celos. Sí, eso era.
—No, (tn) vivía conmigo. —dije cuando la puerta se abrió y vi a mi esposa como nunca la había visto. Ya eran las cinco de la tarde y ella aun lucia con pijama, traía un mal amarre en el cabello y pantuflas. ¡Casi me voy para atrás! Si alguien se arreglaba demasiado era mi (tn).
—¿Así que ella es tu esposa? —se burló Meggie. La verdad ni supe de que, (tn) se veía igual de hermosa.
Los ojos cansados de (tn) bajaron con indiferencia hasta Kim quien se encontraba con su tímida sonrisa de siempre. Vi como el rostro de (tn) se llenaba de alegría.
—¡Kim! —La tomó en sus brazos y la abrazó— Me alegra verte de nuevo.
—¡A mí también!
—¿Nos vamos? —interrumpió nefasta Meggie.
—¿A dónde van? —pregunto (tn) un poco celosa.
—Iremos a hablar sobre… ya sabes. —dije señalando con los ojos a Kim.
—Oh, entiendo.
—¿Puede quedarse Kim contigo mientras volvemos?
—Ni siquiera me tienes que preguntar. —me contesto sonriente.
—Vámonos. —insistió Meggie jalándome del brazo.
—Ok, no tardamos. —me despedí de (tn) y di unos cuantos trotes para alcanzar a Megg.

(tn)
—¿Quieres galletas, Kim? —fue lo único que se me ocurrió decirle.
La chiquilla ya estaba más que aburrida, pues yo la había estado ignorando un poco, porque no podía sacar de mi cabeza a la chica rubia de hermosos ojos azules, buen cuerpo, que seguramente aun atraía a Jason. Lo admito, la chica era muy guapa.
—Sí. —contesto tímida.
Me puse de pie y me dirigí a la cocina donde sobre el refrigerador se encontraba un pequeño galletero. Sonreí cuando lo tome, me recordó al día en el que escapamos de la casa Bieber. Regrese a donde estaba Kim viendo uno de esos programas para niños repletos de preguntas estúpidas.
Solo me senté, comí galletas a lado de Kim esperando a que mi esposo y su ex novia volvieran. Suena raro, ¿no? Pero eso sucedía, mi esposo se reencontraba con su ex novia, y ahora estaban en quién sabe dónde, haciendo quien sabe que, que me causaba un no sé qué… ¿Qué?
Maldición.

Jason y yo habíamos hablado toda la noche sobre el asunto de Kim, aunque no lo quisiera también toque un poco del tema de su ex novia. La verdad me incomodaba que la siguiera viendo… ¿y si volvía a enamorarse de ella?
—Dice que no quiere en lo absoluto que vuelva a ver a Kim.
—¿Quedaron en acuerdo diferente? —pregunte con el corazón sobre saltado.
—Sí. Bueno, debo cumplir algunas… clausulas.
—¿Clausulas? —pregunté con una ceja arriba.
—Sí. Son solo unas pequeñas condiciones.
—Materiales, ¿cierto? —Pedía a Dios que me dijera que sí.
—Sí, cielo, ¿Qué más podría ser? —dijo con una risita mientras besaba mi mejilla.
—No lo sé, tal vez te quiere de vuelta.
—Ella está casada, igual que yo. —dijo haciendo recordar al chico llamado “Max” quien había llamado a Kim el día en el que la conocí.
—Bueno…
—Te amo —Beso mis labios cortamente—. Nunca lo olvides.

Besame & Dispara (Justin Bieber y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora