первая глава: Юрий Плисецкого

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Abrió los ojos dando con la oscuridad del lugar.

Suspiro tallándose los ojos, era hora de levantar.

Sus mañanas comenzaban desde muy temprano, exactamente se levantaba a las cuatro, ni el sol había salido aun cuando ya se hallaba fuera de la cama, a oscuras caminaba hasta el baño donde luego de un rápido aseo iba a la cocina, primero revisaba con lo que contaba para luego hacer una pequeña lista de cosas que compraría al regresar, luego sacaba un cuaderno pequeño y volteando la lata de metal que servía de alcancilla realizaba las cuentas, cada moneda que se pusiera ahorrar sin duda sería bienvenida.

Una vez sacadas las cuentas, humedecía el trapo de color rosa que descansaba sobre la mesa que hacía de comedor y limpiaba su carreta, esta debía de estar presentable pues sabía que, de le contrario no iban a comprarle. Una vez satisfecho con lo limpia que quedo su herramienta de trabajo se dirigió a la estufa encendiéndola, puso a hervir el agua mientras comenzaba a preparar la masa para los pirozki, entre hacer el relleno y hornear las siete llegaban con rapidez. Luego de lavarse las manos y soplarlas tratando de calentarlas se dirige a su cuarto, a la cama que compartía con su pequeño hijo, Anielka Plisestky.

Sin duda era una copia exacta suya a excepción de los ojos, esos ojos que le pertenecían a su otro progenitor.

Meneó la cabeza espantando aquella imagen, no valía la pena recordarlo.



─Aniel ─ llamo con suavidad mientras movía con el pequeño cuerpecito que descansaba ajeno al mundo.

─Mm...

─Anielka levántate─ llamó nuevamente ─ O te quedaras todo el día en casa.
─No quiedo─ respondió al fin abriendo sus ojos, mirándolo aún adormilado con aquellos enormes orbes azules.

─Ven ¿Quieres ayudar a mamá a poner la mesa?

─ ¡Si! ─ y de un brinco el menor estaba entre los brazos de su progenitor. Beso la frente del pequeño para luego dirigirse a la cocina.


Su cabaña, si bien contaba con diferentes espacios, era ya vieja y por ello deteriorada, el techo con goteras y las paredes de madera que apenas retenían el calor dentro del lugar, si, había mucho aún que le faltaba reparar a pesar de llevar viviendo unos cuatro años ahí, el trabajo nunca acababa, pero tenía un lugar donde vivir y eso para Yuri, era suficiente.

No pudo evitar sonreír al ver como su hijo estiraba los bracitos y sonreía victorioso cuando al fin había logrado alcanzar la taza, dejo que Anielka pusiera la mesa a su gusto mientras él se dedicaba a terminar de hacer el desayudo.


─¿Qué comedemos? ─ preguntó llegando al lado del rubio.

─kásha─ respondió sirviendo.

─Quiedo eso─ hablo mientras apuntaba los pirozki que se hallaban en la vitrina de la carreta.

─Sabes que esos son para vender Anielka.

─Solo uno mamá─ suplicó con sus grandes ojitos brillosos y un tierno puchero en sus labios.

─ ¿Algún día podre negarme a tus caprichos? ─ habló derrotado dirigiéndose a la vitrina para sacar uno de los ansiados pirozki y ponerlo sobre la mesa, el menor sonrió alegre mientras hacía ligeros ruidos de victoria. ─ Ven aquí, come.

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