несказанный

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No escuchó ruido alguno cuando llegó a su casa, ni siquiera algún pequeño murmullo, por más que aguardara solo recibía silencio. Giró las llaves y fue la oscuridad quien le dio la bienvenida.

Extrañado, optó por encender la linterna del celular, su corazón estaba alterado, nervioso, esperaba que al llegar Anielka corriera a sus brazos y dijera que lo había extrañado. Sin embargo ni una vela estaba encendida y no oía a su pequeño.

Con el celular alumbró el camino, lo primero que revisó fue su habitación, frunció el ceño al hallarla vacía. Muchas cosas cruzaron por su mente, más una parte se resistía a creer que el alfa pudiese traicionarlo.

Instintivamente agudizó su olfato, serenándose regresó sobre sus pasos ahora sintiendo un aroma en el aire. No era el de su cachorro, era el de Otabek.

El aroma lo guio hasta el gran sofá de la sala.

Ahí recostados sumidos en un profundo sueño, se hallaban los dos alfas.

Sintió que el alma le regresaba al cuerpo cuando vio a su niño dormir con el rostro relajado; se hallaba acurrucado en el pecho del alfa. Dirigió su mirada al rostro del alfa; su siempre serio semblante ahora se hallaba relajado, sin esa dura expresión.

Admiró su rostro, sus pobladas cejas, sus gruesos labios, su tostada piel.

Y fue entonces cuando su mente le jugó una mala pasada.

Recordó la cercanía de ese cuerpo, la calidez que manaba, el agradable aroma que desprendía.

Rápidamente negó con la cabeza, no podía estar pensado en algo así, no.

Dejó su pequeño morral en el sillón más pequeño, no sin antes sacar de este el dibujo que su hijo había hecho.

Aquella imagen donde se hallaban los tres juntos. Regresó su mirada al par de alfas, algo en su interior se estremecio.

¿Así era tener una familia completa?

Poder tener alguien en quien apoyarse, alguien en quien confiar, una persona que te ayude, alguien con quien compartir la carga, los problemas, las alegrías...

No lo imaginó a él compartiendo a su lado, en su lugar veía a Otabek. Tragó pesadamente. No, estaba siendo débil, su lado omega le resentía todo es afecto rechazado, lo sabía, su instinto se manifestaba, ese que deseaba el calor del alfa.

Pero...

¿Y su conciencia?

No lo rechazaba, claro que no, era un alfa como ninguno. Lo estimaba, lo hacía, pero ¿Sentía más?

Negó mientras se dirigía a la cocina, dejó el celular sobre la mesa mientras tomaba un palito de fosforo y encendía las velas. Sonrió al encontrar una caja de pizza en la mesa junto a dos tazas vacías, sin hacer ruido las llevó al lavado con la intensión de lavarlas, retiró la idea ni bien abrió el grifo, el agua chocando con el lavadero hacía demasiado ruido.

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