маленький, большой сюрприз

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─Buenos días señora Leyna─


La anciana llegó al comedor con la curiosidad impregnada en el rostro, el joven Yuri acaba de servir el desayuno sin problema aun y cuando siendo domingo no le correspondía.


─Buenos días Yuri, parece que hoy despertaste con mucha energía muchacho─


─Tenía ganas de hacer esto, espero no se incomode─


─Oh. Claro que no, me ahorraste el trabajo─ Comentó divertida mientras caminaba a la sala donde sobre una manta reposaba Anielka, el bebé al ver a la anciana entre tambaleos logró ponerse de pie y apoyándose en el sillón caminó hacia ella. ─ Tu cachorro está aprendiendo a dar sus primeros pasos, pronto tendrás que tenerlo bajo la mira todo el tiempo, ¡ah saber sino a donde lo llevaran sus traviesos pies!─ Acarició la pequeña cabecita ─ Se parece mucho a ti, pero esos ojos que tiene, son tan azules como el cielo─


Por un momento Yuri dejó el cucharon sin movimiento, volteó hacia su cachorro encontrándose con esos grandes ojos, esos que por alguna extraña razón removían algo en su interior.

El pitido de la tetera lo trajo a la realidad. Sirvió dos tazas con café caliente junto a unos piroshki que él mismo había preparado. Anunciando que ya estaba preparado el desayuno fue a por su bebé para tomarlo en brazos y regresar a la mesa junto a la señora Leyna.


─Tus piroshki han mejorado considerablemente, te por seguro que se venderán muy bien─


─Eso espero─


─Pero por supuesto─ Comieron en relativo silencio siendo acompañados por el sonido del gélido viento que corría fuera de la casa. ─Falta poco para el 23 de diciembre─


─Tres días─ Respondió mientras alimentaba al bebé.


─Y el frio aumenta, debes de tener mucho más cuidado en estas temporadas, si pesca un resfriado podría ser fatal─ Bebió de su taza con calma.


─Tengo cuidado de ello─


La anciana, al terminar de comer fue quien se ofreció a recoger los servicios mientras que el bebé reclamaba de la leche de su madre. Sentado en el gran sillón de la sala Yuri acariciaba las tersas mejillas sin preocupación alguna, había tenido la dicha de llegar a un lugar donde no lo repudiaban ni abusaban, aquella anciana había demostrado ser de confianza y sumamente amable, sentía que le debía tanto pues no solo le había brindado un techo, también le ayudaba a construir un hogar, aquella cabaña al final de la calle parecía cobrar vida. Ya no era la misma a la de hace unos meses.

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