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Aparqué en el parking de la Cornell y caminé a paso despreocupado con mi mochila en los hombros. Esto de llevar un código civil, una copia de la constitución americana y tres libros más de derecho me estaba rompiendo la espalda. Lo único que hacía que no lo mandase todo a la mierda eran mis auriculares y el café que había comprado de camino aquí.
Aun faltaban doce canciones para entrar a clase, así que no estaba demasiado preocupada. Me senté en uno de los escalones del edificio central y bebí un poco de café mientras miraba todo fijamente a mí alrededor. No veía a Astrid o a Damien por ninguna parte. Mucho menos a Joe o a Blair. Sí, era genial cuando tus amigos aman llegar tarde.
Volví a mirar mi teléfono mientras seleccionaba unas canciones más para añadir a mi playlist de hoy. Ya tenía cuarenta canciones, lo que significaba que eran dos horas de música. Algo genial porque si no tenía música en Derecho Constitucional seguro que acabaría durmiéndome.
Levanté la vista desesperada una última vez y lo único que pude ver fue a muchas personas aparcando en el estacionamiento de la universidad. No conocía a muchas personas, obviamente a Jake Morgan y a su amigo Jordan, pero tambien a un par de compañeras de matemáticas de Astrid y a Sally Bruckman.
Al fin capté a mi hermoso Damien en mi campo visual. Sus ojos color miel y su cabello marrón claro hacían que pasase desapercibido para muchas pero a mí me volvía loca. Llevaba, como siempre, su chaqueta del equipo de atletismo de la Cornell y sus tejanos negros. Me levanté para ir a saludarle.
-Buenos días, dormilón. -Le saludé con mi mejor sonrisa y él bufó. ¿He dicho ya que Damien no es exactamente la persona más agradable del mundo? Bueno, pues lo explico ahora.
-Cállate, Katherine. Estoy harto. Ayer estuve estudiando hasta las doce de la noche. Y además los de mi casa no se callaban. -Se quejó mientras subíamos las escaleras para adentrarnos en su universidad. Me gustaba acompañarlo a sus clases, tanto como para alejar a las chicas que querían ligar con él como para ver si pillaba de una puta vez la indirecta de que me gustaba.
-Ya te he dicho que puedes venir a estudiar a mi apartamento siempre que quieras. -Le recordé mientras subíamos las escaleras hasta su aula. Tenía clase en siete canciones, por lo que no me importaba acompañarlo. Además, el señor Rogers siempre llega tarde.
-Y yo te he dicho que no quiero ir a tu estúpido apartamento -Bramó. Estuve callada hasta que llegamos a su aula-. Adiós.
Suspiré y me fui para mi clase. Damien no era especialmente agradable conmigo. Sin embargo llevaba gustándome desde hace tres años y la verdad es que casi había olvidado el motivo por el que me gustaba. Solo sé que cuando me mira con esos ojos color miel mi mundo se detiene. Es, en realidad, lo único que me hace sentir.
Antes era mejor. Era cariñoso y amable conmigo. Sin embargo desde que comenzó el cuso se comportaba como un completo capullo. Creo que su envidia hacia los Morgan le sobrepasaba tanto que se olvidaba de que tenía a una chica a sus pies. Agh, hombres, todos ciegos.