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-¿Qué haces tú aquí? –Y después nos preguntamos por qué nos llaman maleducadas. Pues normal. Mi padre no nos ha dejado nada de educación y respeto. ¡Ni siquiera ha saludado a su hija!
-Oh, ya sabes, estaba paseando al perro. Lo típico. –Martin estaba demasiado entretenido acariciando a Arthur que en fijarse en nosotros. Caminé hacia más adelante en el salón y dejé sus maletas cerca del pasillo.
-¿Tenías tú a Arthur? –Mi padre todavía se parecía anonadado ante el hecho de que Madison se encontrase plantada en su salón, como una planta más.
-No, lo raptó ayer –Puse los ojos en blanco mientras mi padre avanzaba hacia ella-. Sí, papá, lleva desde el jueves con él. –Le expliqué y él asintió, aun sorprendido. Martin fue quien decidió andar más rápido y abrazar a Madison.
-Me alegro de que hayas decidido estar más unida a nosotras, Madison. –Ella le devolvió el abrazo con la misma emoción. Al final iba acabar vomitando arcoíris.
-¿Queréis que os dejemos en paz? Necesitaréis descansar. –Mi padre giró rápidamente su mirada hacia mí. Frunció el ceño y me miró como si estuviese loca.
-¿Estás de broma? No, quedaros. Hacia al menos cuatro años desde la última vez que estuvimos todos juntos. ¿Pedimos pizza para cenar? –Madison negó. Iba a decir algo pero en cuanto ambos comenzaron a abrazarse decidí callarme. Martin nos miraba sonriente.
-Madison cocina muy bien –Comencé a hablar en cuanto se separaron. Madison parecía contener las lágrimas. A mi padre se le habían caído ya algunas-. ¿Por qué no cocinamos una de tus recetas? Así después se la enseño a Jake y Joe. Se han hecho adictos a cocinar tus platos. Ya llevamos dos sartenes rotas. –Ella rió. Sacó su teléfono y consultó algo. Creo que Stephen la llamaba. Pero ella colgó.
-Está bien. ¿Tenéis costillas? –Madison se dirigió a la cocina, seguida por Arthur.
-A cada costado, querida. –Bromeó Martin y todos reímos.
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-¡¿Despedida?! –Exclamé exaltada. La muy zorra podría haber venido a mi piso y decírmelo al menos. Porque estaba leyendo y mientras ella me hablaba por teléfono no le había prestado nada de atención hasta oír esas palabras.