Capítulo 28

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           -Tú ropa interior no ayuda a que mi erección mañanera se relaje, peque

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           -Tú ropa interior no ayuda a que mi erección mañanera se relaje, peque. –Me giré para ver a Jake. Quién se encontraba descamisado, con los brazos detrás de la cabeza, mirándome el culo muy descaradamente.

         -Te jodes, no quiero llevar pantalones. –Continué peinando mi cabello con el cepillo. Jake me sonrió ladeadamente.

          -Y yo no soy quién para decirte qué llevar. –Solté el peine en mi escritorio y abrí el armario para ponerme una camiseta de tirantas sobre el sujetador. Saqué unos vaqueros también y me dispuse a ponérmelos.

          -¿Te vas a levantar ya? Blair va a venir, tienes que ensayar con Joe y hay que ir a comprar los libros. –Jake bufó y se levantó de la cama. Se dirigió al armario y sacó ropa para ducharse y vestirse.

         -Eres una mandona. –Masculló. Estiré la cabeza y le di un beso en los labios.

         -Me adoras.

        -Por desgracia, sí. –Sonreí y le acompañé a la puerta. Él se metió en el baño y yo  comencé a hacer tortitas y café.

        Astrid y Joe salieron de la habitación. Solo que Astrid estaba subida a Joe como si fuese un koala. Llevaba una sudadera granate que era de Joe y  pantalones cortos.

          -¿Has comprado un koala? –Joe sopló el pelo de Astrid que le daba en la cara y asintió.

          -No se quería levantar de la cama y ha quedado con Amelia y Christina para ir a comprar. Así que nos va a tocar cuidarla como un bebé. –Reí un poco.

         -¿No va a ponerse Jake celoso cuando sepa que tengo un bebé contigo y no con él? –Joe rió y dejó a Astrid en una banqueta. Comencé a remover efusivamente un bol con los ingredientes de las tortitas mientras las miraba.

           -¿Sigue aquí?

           -En el baño, se está duchando y vistiendo. –Astrid abrió su boca y señaló a ella.

          -¿Tienes hambre? –Le pregunté y ella asintió sin dejar de mirar a Joe-. ¿Qué quieres desayunar? –Señaló a Joe. Ella sonrió y se inclinó para darle un beso con lengua. Puse los ojos en blanco y me giré para encender la sartén, coger la mantequilla y comenzar a hacer las tortitas. Mientras todo se calentaba, hice cuatro tazas de café y dejé dos en la barra. Pensé en interrumpirlas pero se veían muy entretenidas besándose.

           Hice un par de tortitas y se las dejé en frente. Ya sí que no las dejaba media hora besándose. Tosí un montón y me miraron sonrojadas.

           -Sois unas viciosas –Las regañé y ambas rieron-. Comeros esto. Que ya tenéis los labios rojos.

          -Tú eres la que me dijo que fuese a por lo que quería. –Me recriminó Astrid echando sirope en sus tortitas.

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