Capítulo 16

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"Invisible"


Capitulo XVI: "Tengo miedo. ¿De qué? — De mí misma."



Los ojos verdes de la mujer que me dio la vida penetran con fuerza los míos haciendo que me sienta totalmente vulnerable porque sé que sabe exactamente si miento o no, a lo que respondo con una tímida sonrisa dejando un enorme cartel en mi frente que grita "no sé qué decir". Una de sus cejas se eleva cuando comienza a mover el pie con impaciencia.


  — Es de Chaz.

— ¿De Chaz? — Pregunta, confundida.

  — Sí, se le rompió el espejo del casillero y para que nadie se lastimara lo metí en mi bolsillo. —  Me rasco la nuca con notorio nerviosismo.

— Y lo trajiste a casa — dice, poco convencida.


Asiento moviendo la cabeza de arriba abajo.


— Si. ¿Para qué más lo querría?


Sus ojos se entrecierran tal cual asiático por lo que aprovecho para abrazarla en un intento fallido de distraerla con mi fingido cariño. Le quiero quitar el espejo, pero se zafa de mi agarre.

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Cierro la puerta de la habitación tras mis pasos quedando encerrado por fin en la tranquilidad de las cuatro paredes que constituyen mi zona de confort, y suelto un suspiro que me relaja por completo. He pasado la mayor parte del día con el corazón en la boca intentando que nadie salga lastimado cuando en realidad el único que está por colapsar soy yo. Es mamá o Katherine, pero siempre hay alguien sufriendo, enojándose o gritándome. Necesito dormir y borrar todo esto que me está alterando de forma irremediable así que me dejo caer en la cama rendido por el cansancio teniendo dos minutos para poner la alarma antes de que mis párpados se cierren para sumirme en un profundo sueño.


Ella se para sobre el barandal del balcón y me sonríe.


  — ¿Ves? — Estira sus brazos—. Puedo sonreír, no necesito de nadie más. Mírame, moriré feliz.


Mi cuerpo se paraliza de tal manera que puedo sentir mis oídos zumbando. Es Katherine.


— Baja de ahí. No es gracioso. 


Doy un paso hacia adelante para tomarla de los brazos a lo que ella se tambalea haciendo equilibrio.


  — Quieto o salto — me grita.


Retrocedo el paso dado tan asustado que me tiemblan las manos, mi corazón late a todo lo que da cuando la miro fijamente a esos ojos café que hacen lagrimear los míos. Me doy cuenta de que si me muevo va a lanzarse y si no lo hago también va a lanzarse. 

Cierra los ojos cuando vuelve a tambalearse.


— Ven aquí. Baja, por favor. — Mi voz es casi inaudible.

  — Quiero morir — dice, tan alto que me asusto.

— Tú vida no ha acabado, no cometas una locura.

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