Capítulo 19

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"Invisible"



Capítulo XIX: "La vida es un libro y hay miles de páginas que no hemos leído todavía. –Will Herondale. "



Katherine se pone de pie ni bien suena la campana colgando la mochila rosada sobre su hombro derecho y se aleja de mí como si fuéramos completos extraños. Frunzo el ceño sin reaccionar y luego junto las cosas para salir detrás de ella que se dirige en dirección contraria a todos los estudiantes que desean disfrutar del aire fresco en el patio. Me detengo en medio del pasillo para verla alejándose al arreglarse el cabello con una sola mano.


  — ¡Katherine!



Voltea a verme como si mi presencia le disgustara y echando todo el peso sobre una de sus piernas alza una ceja esperando que hable o me excuse por lo que la detuve en medio del pasillo. Mi mente recorre la mañana de manera resumida esperando encontrar el por qué de su condescendencia al mirarme.



— ¿Estás bien? — Balbuceo.



Bufa y sé que es debido a la estúpida pregunta que odia responder. Niego con la cabeza dando a entender que no fue intencional y espero que no responda, mientras acorto la distancia entre nosotros dando un par de pasos hacia ella.



  — ¿Qué ocurre? — Pregunta, moviendo el pie con impaciencia.

— Te fuiste. —Mi respuesta a secas la confunde—. Sólo... Te fuiste, así como si nada.



Alza los hombros sin comprender de qué va el reclamo, aprieto los labios en una fina línea intentando no decirle las cosas que están por saltar de mi boca.


— ¿Qué esperabas que hiciera, Justin?


La incertidumbre me asalta por completo haciendo que mi cara se retuerza en un gesto de desagrado impresionante. No necesito ni quiero que me hable de ese modo, sólo imaginé que a estas alturas éramos amigos o algo por el estilo.


  — Hemos estado toda la mañana juntos, somos un equipo en el trabajo de historia, anoche estuvimos hablando hasta altas horas y hasta nos be... — Me detengo a secas—. En fin, puede que quizá quieras quedarte en los recesos conmigo.— La veo negar con la cabeza intentando ocultar una sonrisa desconcertante y se echa a andar nuevamente. — ¿En serio vas a irte sola allá atrás?


Voltea a verme una vez más estando a tres metros de distancia, alza los brazos al aire como pidiendo ayuda al Señor y vuelve a bufar. ¿Qué dije de malo ahora?


  — Claro que voy a irme — señala detrás de ella—. ¿Qué hay con ello?

— ¿Por qué? 


Siento la necesidad de tomarla por los hombros y sacudirla hasta que comprenda que no tiene por qué quedarse sola cuando me tiene a su lado, que no tiene que seguir alejándose de la gente porque aquí estoy yo. Tiene un amigo, tiene un aliado.

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